La Vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, se estableció rápidamente a sí misma como la favorita demócrata para enfrentar a Donald J. Trump luego de la salida del Presidente Joseph R. Biden Jr. el 21 de julio, reconfigurando fundamentalmente la elección presidencial.
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La contienda se ha transformado en una veloz carrera de poco más de 100 días que se asemeja más a las elecciones anticipadas de Europa que a las prolongadas contiendas estadounidenses. El cronograma ajustado magnificará cualquier paso en falso que Harris pueda cometer, pero también minimizará las posibilidades de un tropiezo.
Y en una carrera que Trump iba encaminado a ganar, Harris se convierte inmediatamente en el factor X por excelencia.
Biden respaldó rápidamente a Harris, quien sería una candidata que rompa barreras como la primera mujer, la primera mujer de raza negra y la primera persona de ascendencia surasiática en ocupar la Presidencia de EU. Al tiempo que el Partido Demócrata la apoya, su candidatura encierra tanto promesas como riesgos.
Durante las primarias republicanas, Nikki Haley advirtió que ganaría el primer partido que cambiara a su candidato octogenario —Trump cumplirá 80 años en el cargo si es electo a un segundo mandato. Ella estaba haciendo el argumento para sí misma, pero esa lógica también se aplica a Harris.
A diferencia de Biden, de 81 años, Harris, de 59, no es de edad avanzada —y tan sólo ese hecho neutraliza lo que ha sido una de las líneas de ataque más potentes de Trump.
A minutos de la renuncia de Biden a la candidatura, demócratas y republicanos anti-Trump cuestionaban la capacidad de Trump para gobernar hasta los ochentaitantos años, un intento audaz de replantear un debate sobre la edad que ha sido tan dañino para los demócratas.
Encuestas han arrojado que los electores no han estado tan preocupados por la edad de Trump, de 78 años. Pero los demócratas se enfrentaban a los vientos en contra de que tres cuartas partes de los estadounidenses creían que Biden era demasiado viejo.
También se anticipa que Harris brinde a los demócratas una figura más vigorosa en campaña. Su puesto no es tan exigente como el de Biden y puede recorrer el País a un ritmo mucho más rápido que el emprendido por Trump.
Políticamente, Harris a menudo ha estado en su mejor momento cuando asume el papel de fiscal en jefe, ya sea sobre el escenario del debate cuando se enfrentó a Biden en el 2019 o como Senadora en el Comité Judicial, donde sus intensos contrainterrogatorios se volvieron virales.
Cuando se postuló a la Presidencia, entre sus lemas figuraba que estaba en la mejor posición para “procesar el caso” contra Trump. Ahora tendrá la oportunidad de hacerlo en el mismo año en el que un fiscal en Nueva York obtuvo 34 veredictos de culpabilidad en su contra por delitos graves y Trump aún enfrenta más de un juicio penal en el futuro.
Personas que han trabajado con Harris creen que ese marco podría permitirle sacar a la luz algunas de las debilidades de Trump. Encuestas han mostrado que un porcentaje notable de electores piensa que Trump ha cometido delitos y aún así planeaba votar por él.
Si bien se consideraba que Biden era demasiado viejo para liderar, tenía otras ventajas acumuladas a lo largo de 50 años bajo los reflectores. Específicamente, durante mucho tiempo ha sido visto como un demócrata más moderado que se resistió a los elementos extremos de su partido. Eso le ayudó a atraer al centrismo.
Harris comenzó su carrera política como fiscal de distrito de una de las ciudades más liberales de EU, San Francisco, antes de ganar a nivel estatal en uno de los estados más liberales del País, California.
Y aunque Harris no tenía una reputación en California como una progresista sin pelos en la lengua, cuando se postuló a la Presidencia en el 2020, con regularidad adoptó posturas a la izquierda de Biden.
Como socia de Biden durante los últimos tres años y medio, Harris enfrenta la carga adicional de apoyar la agenda de un Presidente impopular.
El equipo de Trump ha dejado entrever que planea atacarla en el tema migratorio. La pregunta es si Harris podrá hallar la manera de hacer campaña sobre algunos de los logros de la Administración Biden-Harris sin la impopularidad de Biden.
Sin embargo, por ahora, Harris ha dado a los demócratas el impulso necesario.
Trump y sus asesores no buscaban sacudir una contienda que estaban ganando en casi todos los parámetros. Cuando los republicanos se reunieron hace poco en Milwaukee, Wisconsin, estaban jubilosos por el rumbo del 2024, viendo a Trump casi como un candidato predestinado días después de haber sobrevivido a un intento de asesinato.
Ahora su equipo debe cambiar para librar una contienda diferente. Harris tiene la capacidad de animar potencialmente a la base demócrata en formas que Biden ya no parecía capaz de hacer.
Harris ha demostrado ser una mensajera más convincente que Biden en el tema que los demócratas creen que puede ganarles la contienda del 2024. Biden raras veces pronunciaba la palabra aborto; Harris visitó una clínica de abortos.
Harris enfrenta otros retos como candidata de color y mujer, en un País y un sistema político donde ambos grupos a menudo son sometidos a estándares diferentes. Y en Trump, se enfrenta a un oponente con un historial de explotar estereotipos para beneficio propio.
Un hecho notable del ascenso de Harris a la cima de la política demócrata en poco más de una década es que pocos leales la han acompañado durante todo ese tiempo.
Si Biden se rodeó de un círculo de asesores pequeño y a veces aislado, Harris tiene relativamente pocos allegados de mucho tiempo.
Se separó de una parte del equipo titular en su contienda presidencial del 2020, que estuvo plagada de luchas internas.
Ahora hereda el enorme aparato de campaña de Biden.