“José Eustasio Rivera tenía un problema. Era abogado”, dice Carmen Millán, docente, investigadora y experta en el autor. Según la también abogada, la tragedia residía en que Rivera quería escribir y “tenía que sacarle tiempo a sus versos, que finalmente tuvo que abandonar porque, al igual que su personaje, a él se lo tragó la selva”.
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Con el centenario de La Vorágine este año, las adaptaciones graficas, audiovisuales, sonoras y las charlas sobre la obra se convirtieron en el foco de la agenda académica y cultural en el país. Actualmente, la Pontificia Universidad Javeriana exhibe 157 libros de la colección personal de Rivera.
La colección que posee la universidad está dividida entre la Biblioteca General y la Biblioteca de Filosofía y Teología de la Javeriana. Los libros llegaron a la institución con el paso de los jesuitas. La mayoría fueron adquiridos por el padre Eduardo Ospina, S.J, cerca de 1932 para la Biblioteca del Colegio Noviciado del Sagrado Corazón, que estuvo ubicada en Chapinero.
Más tarde los libros fueron donados a la Biblioteca Mario Valenzuela, de filosofía y teología en la Javeriana, y fueron clasificados como comunes y corrientes hasta que el equipo de bibliotecólogas liderado por Blanca Lilia Forero, Ruby Gutiérrez y Martha Manrique adelantó la catalogación de los tomos entre todo el repertorio de la universidad.
Carmen Millán, que fue guía en una de las visitas a la colección de la Pontificia Universidad Javeriana, propone seguir el hilo de lectura fragmentado por el Rivera polemista, el jurídico, el amante a la literatura y el aprendiz de la selva.
La Vorágine está escrita por un autor de hábitos participativos y poéticos. Durante su intervención en la Comisión Limítrofe colombo-venezolana en 1922, Rivera documentó y denunció en diversos artículos el abandono y las injusticias cometidas hacia los colombianos en las fronteras, con lo que afianzó su carrera en las polémicas políticas.
“Antes de publicar la novela, José Eustasio había peleado y después de publicarla peleó todavía más. Tuvo que defender La Vorágine”, señala Millán, quien dirigió el Instituto Caro y Cuervo durante diez años.
¿Y qué leía Rivera?
Con respecto a sus intereses literarios, la colección ostenta una antología de la poeta uruguaya Delmira Agustini, modernista del siglo XX. Rivera anotó en el índice del tomo que faltaba el poema ‘Eros’ y lo escribió de su puño y letra en la última parte del libro.
La exposición aprovecha para conversar entre las citas subrayadas por el autor en su colección personal y algunos apartados de la novela que cumple 100 años y continúa siendo leída con la intensidad de la denuncia de la explotación cauchera en la selva amazónica, a principios del siglo XX.
A Millán, que hace años le vendieron un libro en Manizales en el que se dice que Rivera era mal abogado, le queda otra sensación a la luz de la colección personal en la que se evidencian las anotaciones que hace el escritor sobre casos como el perjurio, en uno de sus tomos.
Sobre la fauna y flora de la región descrita en La Vorágine abundan libros que sirvieron para que Rivera pudiera narrar las condiciones que los lectores de la novela, en 1924, no conocían.
Incluso se llegó a decir que el escritor no había viajado a la selva y se había inventado por completo el periplo amazónico, sin embargo, los sellos de las librerías en los tomos y las dedicatorias escritas al borde del río defienden la historia de Rivera.
Entre la colección, la literatura es una de las temáticas principales, específicamente la colombiana, brasileña, mexicana y peruana; además hay tomos de derecho, historia, geografía resaltando descripciones de viajes y asuntos amazónicos.
La muestra estará exhibida hasta finales de enero del próximo año. Para visitarla, se debe solicitar un permiso de entrada a través del correo circulacionyprestamo@javeriana.edu.co.
JUAN JOSÉ RÍOS - ESCUELA DE PERIODISMO MULTIMEDIA EL TIEMPO