Hace seis años, cuando un enfurecido ciudadano gritaba frente a la cámara de un celular en una calle de Bogotá la frase “Plomo es lo que hay, plomo es lo que viene”, esto apenas tres días después del atentado del Eln contra la Escuela General Santander que le puso fin a la mesa de diálogo con el Gobierno, era difícil imaginar que esa sentencia terminaría convirtiéndose en una advertencia o premonición de los años venideros.
Es este episodio y el interrogante sobre si el país se dirige hacia una espiral de violencia mayor lo que llevó a la Fundación Paz & Reconciliación (Pares) a tomar esa frase, transformarla en una pregunta y convertirla en el título de su más reciente libro ¿Plomo es lo que viene?, una investigación que hace un recorrido de estos dos primeros años de ‘paz total’.
En entrevista con EL TIEMPO, León Valencia, director de Pares, habla de esta investigación y hace un balance de la política de ‘paz total’ y de los errores y aciertos de este gobierno desde su óptica. También habla sobre la mutación de la violencia en Colombia, de por qué los proyectos de rebelión contra el Estado han dado paso a disputas territoriales y de control de economías ilegales y anticipa cuál será el legado de esta administración en términos de paz.
‘Plomo es lo que viene’ es una frase que tiene una enorme carga simbólica, ¿por qué utilizarla en este libro?
Nosotros estamos muy preocupados porque vimos que quedaron unos leños prendidos del anterior conflicto y de toda la violencia de principios de siglo. Pensamos que se iban a ir apagando, pero lo que vemos ahora es que están otra vez empezando a arder y que el incendio está creciendo de nuevo. El incendio, es decir la violencia, era muy grande a principios de siglo y luego se apagó, pero nuevamente está cogiendo fuerza. Por eso el título plantea esa interrogante: ¿otra vez va a aprenderse el incendio en Colombia?, o ¿realmente vamos a avanzar hacia la paz?
¿Y usted cree que ese conflicto o esa violencia ha mutado, como dice el presidente Petro?
Sí, ha cambiado radicalmente porque aquí había una amenaza al Estado de parte de unas guerrillas que se querían tomar el poder y que actuaban contra el Ejército y contra el Estado. Ese era su gran objetivo y bueno, llegaron a amenazar el Estado de manera impresionante a finales del siglo pasado y a principios de este siglo. Luego esos grupos negociaron o fueron derrotados y el Eln, que es el único que queda con esas banderas de rebeldía contra el Estado, ya incluso desistió de la idea de tomarse el poder central y ahora habla de resistencia en las regiones.
El incendio, es decir la violencia, era muy grande a principios de siglo y luego se apagó, pero nuevamente está cogiendo fuerza
LEÓN VALENCIADirector de Pares
De manera que ya no hay unas fuerzas luchando para tomarse en el Estado central, sino que hay unas fuerzas con control territorial, social y de economías ilegales que buscan controlar territorios, poblaciones y que se enfrentan entre ellos mismos. Mire usted que ya no se toman pueblos o instalaciones militares, ya no piensan en llegar a Bogotá como querían las Farc. Esa es la realidad que tenemos, es una dispersión de economías ilegales controladas por esas fuerzas, que al mismo tiempo amenazan a la población y que producen una violencia muy distinta a la que producían los otros grupos.
¿Cree que al país, a los medios e incluso a los propios sectores políticos cercanos al Gobierno les ha costado entender esa nueva dinámica?
Creo que todavía hay una carga ideológica muy grande en el debate, porque como todas las guerrillas tenían un signo de izquierdas, la gente que tiene otra visión diferente quiere asociar ese pensamiento a estos grupos. Dicen: ‘estos son representativos de la izquierda’ y eso sirve para golpear políticamente, esa es una realidad. Además, hay muchos grupos que quieren tener ese cáliz político, utilizarlo y reivindicarlo.
Hoy los del ‘clan del Golfo’ dicen que son Gaitanistas, las disidencias quieren retomar la historia de las Farc, es decir, todo el mundo se pone un vestido político. Además, tienen la habilidad de reciclar discursos e incluso algunos de esos grupos tienen una nube de abogados que saben que tienen que poner ese tema en la mesa para negociar. Afirman: ‘Nosotros somos políticos, no somos una gente que solo quiere enriquecerse, que solo quiere controlar este territorio’.
El problema es que hay mucha gente que se come ese cuento. Una de las características principales de un grupo con carácter rebelde es que quiere atacar fundamentalmente las estructuras estatales, pero lo que se ve es que la principal relación que buscan ellos con, por ejemplo, la Fuerza Pública, es corromper a los soldados y policías para que les permitan tener sus negocios ilícitos y controlar un territorio.
Hoy los del ‘clan del Golfo’ dicen que son Gaitanistas, las disidencias quieren retomar la historia de las Farc, es decir, todo el mundo se pone un vestido político
LEÓN VALENCIADirector de Pares
El libro presenta un balance de dos años de ‘paz total’, ¿cuál cree que es la principal conclusión de esa política?
Nosotros creemos que la ‘paz total’ era una buena idea en la concepción. Se trataba de ofrecer una salida negociada a todos los actores, a unos negociaciones políticas y a otros un espacio de sometimiento a la justicia o de acogimiento de la justicia, como lo llaman algunos; sin embargo, era una idea que primero debía tener una reciprocidad del otro lado, porque el principal error del Gobierno fue que no constató que los grupos tuvieran algún interés en negociar. No se valoró eso y lo que se ha demostrado es que no tienen ese interés. El Eln, que se pensaba tenían un interés, tampoco muestra una intención importante de negociar con Petro. En eso acertó más (Juan Manuel) Santos, que descubrió que había un interés real de las Farc de negociar que se evidenció cuando se sentaron en La Habana. Creemos que el Gobierno ha sido generoso, pero del otro lado hay muy poco interés.
¿Por qué cree que no hay interés de estos grupos en negociar?
Estos grupos, por ejemplo, las disidencias, están en expansión militar y quienes los dirigen son gente generalmente joven, que está en la aventura, digamos, de la acción armada y jugando a construir organizaciones a partir de lo que les dejaron los antiguos jefes de las Farc. Ellos no han llegado a ese momento en el que piensan que lo mejor es negociar. Todos los grupos sufren una curva, se vuelven viejos y empiezan a pensar en qué hacer. Luego, en el caso de fuerzas del ‘clan del Golfo’, pues no tienen una persecución a fondo, hay una nueva generación que no se ve amenazada por el Estado y entonces no tiene ningún incentivo para negociar.
¿Y el Eln?
Este grupo me sorprende mucho y no tengo realmente una explicación. Yo pensé de verdad que sería muy atractivo llegar de la mano de Petro y de la mano de la izquierda a la negociación. Pensé que en el congreso guerrillero iban a ganar los sectores que querían la paz y resulta que ganaron los sectores que votan por seguir en la guerra, que ya no es una guerra por la toma del poder, sino por la resistencia. El Eln se ha inventado un cuento complicado, dicen que son parte de la resistencia del Sur Global, entonces se alinean con un poco de organizaciones y fuerzas en el mundo, con los palestinos, con los kurdos y con el mismo Maduro, y afirman que se están oponiendo al imperialismo norteamericano. Con ese cuento es que mantienen su idea de seguir en la guerra.
Yo fui parte de ese grupo y por eso me sorprendió mucho, porque sí creí que ellos tenían un incentivo muy grande. De hecho, el presidente Petro hizo unos gestos enormes y ocho días después de la posesión mandó a Cuba a una delegación a ofrecerles un camino de paz. Yo fui a La Habana en octubre de 2022 a hablar con ellos, a la semana siguiente se fueron para Venezuela a empezar la negociación y yo me vine con la idea de que iban a dialogar, pero después me decepcioné.
La última declaración fue impresionante. Decir que ellos no ven posible negociar con Petro y que van a esperar otro gobierno no se entiende. ¿Qué incentivo tiene un presidente que termina en 2026 su mandato para seguir? Petro ha sido muy testarudo con eso; mantiene la mesa a pesar de esa declaración.
(...) a los tres meses de ser presidente se acaba el Eln en Colombia porque se hace la paz
Gustavo petroFrase del presidente de Colombia cuando era candidato marzo de 2021 .
En esa negociación hubo un cambio en la metodología de la mesa, pues ahora se firma un acuerdo y se implementa. ¿Cree que esa estrategia está ligada a la crisis que atraviesa la mesa?
Esa metodología es muy difícil de aplicar, es un juego muy difícil de desarrollar. Si el enfrentamiento fuera solo entre el Estado y Eln, no hubiese más factores de violencia en las regiones ni más actores armados y hubiese una situación de control territorial de ambos lados, eso se podría aplicar. Es decir, el Gobierno podría ir aplicando transformaciones en los territorios porque el Eln cedería su control.
El problema es que hay territorios en donde está el Eln, las disidencias, el ‘clan del Golfo’ y así es imposible materializar y aplicar los acuerdos. Creo que se metieron por un camino muy difícil y eso ha generado que el Eln pueda decir ‘mire, ustedes nos están incumpliendo, acordamos esto y no son capaces de aplicarlo, el Estado no es capaz de aplicar eso’.
¿Cómo queda el Eln si el próximo gobierno no quiere negociar, que es contrario a lo que ellos suponen?
Es una incertidumbre muy grande para ellos. Son muchas preguntas: ¿Qué ocurrirá después de Petro? ¿Qué gobierno llega? ¿Tendrá intenciones de paz? El problema es que en Colombia no hay una tradición de continuidad de políticas estatales y de construir sobre lo construido. En Colombia la tradición es que cada gobierno empieza de cero y sobre todo en estos temas de paz y seguridad.
Si llega un gobierno como el de Iván Duque o del uribismo seguramente no le va a gustar seguir con esto. Incluso un gobierno de centro tipo Claudia López tampoco diría ‘oiga, no es mi principal objetivo seguir con la negociación con el Eln’. No sería un atractivo muy grande para una persona del centro, no sería una preocupación importante.
¿Si se logra un acuerdo con Comuneros del Sur, disidencia del Eln, será suficiente para tener una valoración positiva de la ‘paz total’?
No, yo creo fue un error priorizar y darle juego a Comuneros. Si bien es bueno que un grupo quiera avanzar hacia la paz, y es lógico en medio de una política bondadosa y de justicia atraerlo hacia la paz, estratégicamente el costo beneficio no es bueno.
Esos grupos son muy celosos y si el Eln se quedaba callado y toleraba eso, lo más probable es que muchos frentes que tenían también debates internos dentro de la guerrilla hubiesen tomado en el mismo camino. Eso el Eln no lo va a admitir y por eso fueron tan radicales frente a esa negociación, por eso afirman que son unos infiltrados y que es una estrategia del Gobierno.
Era una reacción, digamos, para proteger la unidad del grupo y para que el grupo no se fraccione. Era lógico pensando entre estrategas que eso iba a ocurrir, no iban a tolerar que se negocie con un grupo de su seno cuando tenían una negociación nacional. Es más, el Gobierno mismo se dividió alrededor de eso. Vera Grabe e Iván Cepeda, que estaban tratando de llevar a la mesa nacional, estuvieron en desacuerdo con lo de Nariño, que fue más una idea de Otty Patiño.
Hemos visto que es común esa fragmentación de los grupos armados con los que se negocia, ¿fue un error del Gobierno vender esta especie de ficción o narrativa de que había grupos consolidados cuando en realidad tenían muchas diferencias?
Nosotros los contabilizamos, los disidentes llegaron a ser 26 grupos pequeños e independientes, pero asociados a negocios ilegales y al narcotráfico. Encontraron la oportunidad de agruparse en el momento en que el Gobierno abrió las negociaciones de paz. El Gobierno tuvo muy buena intención porque les permitió agruparse y recobrar una bandera política para poder negociar con ellos, pero no ha resultado. Una vez adquirieron estatus político, se empezaron a dispersar.
(...) para el próximo año, 2025, tendremos a un Frente Comuneros del Sur en proceso de reincorporación a la vida civil
Carlos ErazoCoordinador del Gobierno en la mesa con el Frente Comuneros del Sur.
Nuevamente se la jugaron desde el Gobierno y los grupos no le respondieron. Ojalá en este año y medio que queda pueda sacar alguna gente de esos grupos, porque que las personas salgan de la confrontación, sean grupos pequeños o grandes, son importantes para la reducción de las violencias.
¿Cuál cree que va a ser el legado que va a dejar este gobierno en términos de paz?
El Eln no se va a levantar de la mesa y el Gobierno tampoco. Creo que este Gobierno va a entregar una mesa con unos acuerdos, pero estará la incertidumbre de si el gobierno que viene los retomará. El legado que puede dejar el Gobierno son avances en la implementación de los acuerdos, además, siempre es mejor dejar una mesa instalada, que una confrontación directa sin nada. Hay cosas importantes que se pueden hacer en Buenaventura con Los Shottas y Los Espartanos en términos de sacar jóvenes de esas estructuras criminales. Los Pachencas y la gente de la Sierra Nevada están dispuestos a sentarse también. Entonces lo que va a hacer es dejar un poco de mesas instaladas de negociación para ver si el próximo gobierno quiere continuar y lograr algunos avances.
¿Cómo analiza la postura del presidente Petro frente a Nicolás Maduro?
La solución que adoptó el presidente Petro es un equilibrio en un momento en el que iba caminando por el filo de la navaja. Romper relaciones con Maduro y llamar a una intervención en Venezuela, como ha hecho el expresidente Uribe, es una política fracasada. Lo hizo Duque y fracasó, con un costo muy alto para Colombia. Entonces, para el presidente Petro eso no era viable, pero tampoco era posible, y eso lo entendió bien, ir a la posesión y legitimar al gobierno de Maduro. Era difícil hallar el equilibrio, pero creo que el costo fue menor y que la sacó barata. Hubiera sido muy costoso políticamente ir a la posesión o romper relaciones.
Claro, no dejó contento a nadie, pero para el efecto de la frontera y de que Venezuela siga apoyando el tema de la paz el balance es bueno. También va a permitir que Colombia pueda seguir jugando algún papel de mediación entre la oposición venezolana y el gobierno del régimen de Maduro. Sin embargo, esto le sirve mucho a la oposición en Colombia porque pueden decir fácilmente que apoya la dictadura. Creo, finalmente, que no solo él, sino muchos países de América Latina, no podían legitimar tampoco al candidato opositor como presidente.
CAMILO A. CASTILLO
Redacción Política
X: (@camiloandres894)