Una definición radical de periodismo es que es “un ignorante que pregunta/aprende en público”. En el siglo XXI digital, el periodista devino en “un ignorante arrogante que maltrata en público”.
El periodista es un ignorante que aprende en público, delante de sus oyentes, televidentes, lectores, audiencias. Y esto es así porque el periodista representa al ciudadano, al que no sabe, al sentido común. Y es desde ahí que pregunta, intenta comprender y busca explicar. El periodista en este sentido es un servidor del público, un oficiante del saber común, un practicante del respeto.
Para ejercer el oficio de periodista se deben tener fuentes diversas y plurales (o sea, entrevistar muchas voces y de pensares distintos, para entre todas estas voces crear un relato completo); trabajar con datos y documentos producidos por instituciones públicas y privadas de prestigio (y cada vez hay mas centros de pensamiento con datos y documentos para crear posibles relatos); significar en contexto, ya que toda opinión, dato, documento, hecho tiene un contexto donde tiene sentido; proveer criterio para que el ciudadano piense con su propia cabeza sobre lo informado; narrar con belleza.
Todo muta, con la llegada de las redes digitales se diluyó el oficio del periodista, los hechos dejaron de existir. Ahora se entrevista a fuentes que pagan o están en la onda moral del periodista; los datos no existen o se toman cifras de dudosa procedencia; los documentos de los centros de pensamiento y universidades no se leen ni se toman en cuenta; el contexto no existe, todo tiene la misma gravedad, busca el mismo escándalo. Y, para mal total, se narra, se habla, se escribe muy feo.
Así hemos llegado a que todo es periodismo de opinión, el periodista está feliz con su ignorancia y la exhibe con una arrogancia insoportable. Hemos devenido una jauría de egos en lucha de quien matonea más. Arrogancia pública basada en nuestra ignorancia atrevida que solo evidencia nuestra moralina como verdad. Así, el periodismo se diluye, la información deja de existir como bien público y la libertad de expresión es la que pregona X: matonear, mentir y agredir es tu derecho.
Lo patético está en como estos “opinadores” dicen ser periodistas. Lo terrible es la exhibición impune de sus ignorancias. Lo aberrante es el modo en que llegamos a convertir a los medios en lugares poco saludables para la vida democrática. Lo cínico es que se quiera defender “eso” como periodismo.
Tal vez por eso sea que la realidad periodística poco tenga que ver con la de la gente. Los periodistas viven en X, por eso los tuits son la noticia, pelear es participar, agredir es el modo de contar. Censurar es libertad. Matonear es informar.
En este contexto, se entiende que la gente esté huyendo de los medios y el periodismo, que no queramos estar informados, que nos importe un carajo lo colectivo. Ante la ignorancia arrogante, lo mejor es huir por salud mental.
Amén, fin de la homilía.