Miles de hombres, con sus torsos desnudos y cargando costales, suben y bajan una pendiente empinada de tierra. Se trata de un hormiguero humano. Son personas reducidas a su máxima expresión en un paisaje casi apocalíptico, que transmiten la brutalidad del trabajo manual en condiciones extremas.
Así es una de las fotografías más reconocidas de Sebastião Salgado, tomada a comienzos de los años 80 y que hace parte de la serie Trabajadores, impresa en Gold, uno de sus últimos libros publicado en 2019, y que muestra la mina de oro a cielo abierto más grande del mundo, Serra Pelada (Amazonia brasilera), en la que trabajaron cerca de 50.000 personas en condiciones infrahumanas. Hoy, aquella fiebre del oro de Brasil es una leyenda que se mantiene viva gracias a los reportajes gráficos en blanco y negro de Salgado.
Para mí, él fue el papa de la fotografía, solo que nunca tendrá reemplazo. Es el hombre más universal que yo conozco en la fotografía del planeta
Lejos de ser una pieza aparte, esta imagen resume muchos de los temas que la imagen exploró a lo largo de su carrera: la dignidad del trabajo, la desigualdad, la fuerza humana frente a la adversidad y el poder visual del claro y oscuro, que terminaron por convertirlo en “el gran mago de la fotografía” y a alzar galardones como el Premio Príncipe de Asturias (1998), el Praemium Imperiale -conocido como el premio Nobel japonés de las Bellas Artes- en 2021 y numerosos World Press Photo.
El fotógrafo brasileño, Sebastiao Salgado, ha sido galardonado con el premio a la Mejor Fotografía. Foto:SEBASTIAO SALGADO
“Si hay un Dalai Lama, si hay líderes en las religiones, yo creo que los fotógrafos teníamos en Salgado un ser humano que marca una humanidad. Es difícil encontrar a alguien con sus cualidades humanas, técnicas y profesionales. Hay muy buenos reporteros en el mundo, sí, pero lo que hacía él con su ojo, su sabiduría y su técnica… eso no se puede imitar. Quienes hemos cargado cámaras, películas y entrado a cuartos oscuros para revelar, queremos iluminar un poquito el mundo. La fotografía tiene un poder mágico y Sebastião Salgado es el mejor mago que he conocido en este planeta. Para mí, él fue el papa de la fotografía, solo que nunca tendrá reemplazo. Es el hombre más universal que yo conozco en la fotografía del planeta”, contó a EL TIEMPO Jesús Abad Colorado, reconocido fotógrafo colombiano con una trayectoria de 30 años, de los cuáles lleva 25 admirando las creaciones de su homólogo.
Miré por primera vez a través de un visor y mi vida cambió por completo. Lo que me gustaba, lo que me interesaba, lo que me disgustaba... podía capturarlo todo.
Sebastião nació en Aimorés, Minas Gerais, en Brasil, el 8 de febrero de 1944. Se exilió en París (Francia) luego de simpatizar con los movimientos de izquierda y oponerse a la dictadura militar de Humberto de Alencar Castelo Branco. Lejos de los lentes, en un inicio apuntó a ser economista. Su rumbo cambió en 1970, en cuanto una cámara llegó a sus manos. En realidad, la compró su esposa Lélia -y posterior cómplice de su trabajo- quien estudiaba arquitectura y necesitaba documentar sus propios proyectos.
“Miré por primera vez a través de un visor y mi vida cambió por completo. Lo que me gustaba, lo que me interesaba, lo que me disgustaba... podía capturarlo todo. La fotografía ocupó tanto espacio en mi vida que no quedó nada para ninguna otra actividad”, dijo el fotógrafo brasileño a NatGeo en 2022.
Con una Leica en mano, Salgado disparó sus primeras fotos durante viajes de trabajo por África. Tres años después de tener un pie en la fotografía y otro en el mundo ejecutivo, renunció a su cargo de secretario en la Organización Internacional del Café y se especializó como fotoperiodista independiente.
Desde entonces, su vida como viajero inició. Empezó en Paris, donde trabajó para agencias fotográficas de prestigio como Sygma y Gamma, antes de ingresar a Magnum, una de las compañías de fotografías más importantes del mundo. Pasó a Estados Unidos, dónde cubrió los primeros 100 días del gobierno de Ronald Reagan, en 1981, cuando el presidente estadounidense fue víctima de un atentado a tiros en Washington. Salgado logró documentar el hecho con imágenes que le dieron la vuelta al mundo. Con el dinero recolectado logró volver a África, para crear su primer proyecto autoral Otras Américas, en 1986, en el que muestra su recorrido por Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Guatemala y México, para capturar sus paisajes literales e imprimirlas en su gran debut.
Mujer contempla una fotografía de la exposición "Exodos" del fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado. Foto:AFP
Años más tarde, Lélia y Salgado fundaron la agencia de noticias Amazonas Images, que también funcionó como un taller curatorial para las fotos que tomaba Salgado y las obras que editaba su esposa. De esta forma, lejos de las presiones comerciales, nacieron otros proyectos que dieron lugar a: Trabajadores, Éxodos, Génesis y Amazonía, composiciones que empezaron a tatuar el nombre del fotógrafo brasilero en la industria.
“No quiero dejar de mencionar el trabajo que hizo de la mano de su esposa Lélia. Juntos caminaron un proceso hermoso, dejando exposiciones que son un llamado a la humanidad. Como resultado, se forjó el ser humano más importante en la fotografía del mundo. Nos enseñó que es mucho más que arte, es una posibilidad de generar un legado, de invitar a tomar partido por la vida, a generar empatía y solidaridad”, agregó Abad Colorado.
Del 2000 en adelante, salieron una seguidilla de libros que dejaron sin aliento a sus espectadores, pero, sobre todo, muestran a un Salgado herido por la crudeza del mundo. Con el inicio del milenio se publicó Éxodos, luego de seis años de investigaciones en los que viajó a 36 países y documentó a los kosovares huyendo a Albania, latinoamericanos intentando entrar a Estados Unidos y todo tipo de desplazamientos masivos forzados por guerras, persecuciones, hambre, miseria o desastres ambientales.
Fue un artista, y su lente reconfiguró el mundo de manera dramática y profunda para que la imagen perdurara más allá de lo real
El blanco y negro siempre fueron sombríos para él. Posicionaron a la humanidad en lo radical de los claros y los oscuros. Precisamente es este estilo lo que eriza la piel al apreciar las fotos que capturó en el genocidio de Ruanda, fruto de la guerra civil, en donde fue masacrada más del 75% de la población. En varias de ellas, incluso, se observa cómo se remueven varios cuerpos de ruandeses y se apilan en fosas comunes con retroexcavadoras.
"Él manejaba el blanco y negro como un recurso estético poderoso. Sus imágenes no solo retratan lo que el ojo ve: lo transforman. Fue un artista, y su lente reconfiguró el mundo de manera dramática y profunda para que la imagen perdurara más allá de lo real. Aunque su trabajo comenzó en un registro más documental, con el tiempo fue construyendo una estética que genera un extrañamiento del mundo. Eso hace que su obra trascienda el mero testimonio y se convierta en arte. Cuando uno ve una fotografía de Salgado en una exposición, está ante una obra transformada, pensada para impactar la conciencia. Esas composiciones, el manejo del claroscuro, la estructura de la imagen… todo está al servicio de esa transformación”, dijo María Belén Sáez, directora de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional.
El precio que pagó por estas imágenes fue su fe en la humanidad, así que acabó abandonando la fotografía y volviendo a Brasil, a aquella granja familiar de Aimorés donde nació. Sin embargo, lo que encontró, lo animó a seguir disparando su cámara. En vez de bastos campos, halló sequía, deforestación y las ganas de recuperar la belleza natural que el territorio algún día tuvo ante sus ojos. De esto, nació Génesis, libro en dónde se revelan más de 30 regiones remotas del planeta y que exhibe una profunda conversación entre bosques, glaciares, desiertos, ecosistemas amenazados por el cambio climático y la cámara de Salgado.
Fotografía de la exhibición Amazonia, en Roma.
Foto:FABIO FRUSTACI
“La forma que halló para sanar se debe a una idea de su esposa —quien además era su productora, laboratorista, agente, compañera—: decidieron resembrar la antigua hacienda de su familia en Brasil, que había sido devastada por la explotación maderera. Plantaron más de 10 millones de árboles y lograron recuperar ese ecosistema”, contó Sáez.
Aunque su obra fue realmente extensa, muchos ubicarán a Sebastião Salgado por el documental La sal de la tierra. Esta pieza audiovisual, dirigida y producida por su propio hijo Juliano Ribeiro, fue nominada al Óscar como mejor documental, por la vida y obra del fotógrafo, que pasó cuarenta años documentando los lugares más remotos del planeta.
Solo me falta morir ahora. Tengo 50 años de carrera y cumplí 80 años. Estoy más cerca de la muerte que de cualquier otra cosa
Sus fotos no solo quedaron impresas en libros, también en su piel y en su cuerpo. Sebastião Salgado padeció un trastorno sanguíneo causado por una malaria mal tratada, contraída en Indonesia. Además, sufrió durante más de 50 años un dolor crónico en la columna debido a la explosión de una mina terrestre que alcanzó su automóvil en 1974, durante la guerra de independencia de Mozambique.
Esta mente maestra del fotoperiodismo falleció el pasado viernes 23 de mayo a los 81 años y era consciente que el final de su vida se acercaba. “Solo me falta morir ahora. Tengo 50 años de carrera y cumplí 80 años. Estoy más cerca de la muerte que de cualquier otra cosa. Una persona vive como máximo 90 años. Entonces, no estoy lejos, pero sigo fotografiando, sigo trabajando, sigo haciendo las cosas como siempre. No tengo ninguna preocupación ni ninguna pretensión sobre cómo se me recordará. Es mi vida la que está en las fotos y nada más”, confesó el brasilero a AFP en 2024.
Como si el arte y la despedida del artista se hubiesen coordinado, la única exposición que muestra cómo fue su existencia y su recorrido estuvo disponible en el momento de su muerte y lo estará hasta el primero de junio en Francia, en el centro Les Franciscaines, en Deauville. Esta exposición está compuesta por 400 piezas y entre las imágenes exhibidas hay registros de los incendios en los campos petroleros de Kuwait, de los campos de refugiados en Ruanda y de los glaciares en las Islas Sandwich del Sur, que honran la lucha social de un gran aventurero, que recorrió más de 120 países con una cámara al cuello.
María Jimena Delgado Díaz
Periodista de Cultura
@mariajimena_delgadod