Los primeros acordes los hizo con un acordeón de juguete. Tenía 4 años.
Así, como un juego de niños, comenzó la historia de José David Caraballo, nacido el 5 de enero del 2007 en Cartagena de Indias, actual rey vallenato juvenil en el Festival de la Leyenda Vallenata de Valledupar y una de las promesas del folclor colombiano.
De niño, José David sintió una atracción especial por el sonido de aquel instrumento que había entrado al país por el Caribe.
“No fue fácil encontrar un maestro que aceptara enseñarle debido a su corta edad. Pero mi Dios fue mandando a las personas indicadas. Primero fue el maestro Duván González, quien confió en el talento del niño y lo guio en sus primeros pasos. Desde ese momento, la conexión entre el niño y el acordeón fue inquebrantable”, dice Carmen Aguilar Valiente, madre del rey vallenato y su principal impulsora desde los primeros años.
Durante su infancia, la formación musical estuvo marcada por el aprendizaje con grandes maestros como Ramón Burgos, hasta los 12 años. Luego vinieron los consejos y acompañamientos de Álvaro Vega y Jimmy Zambrano, quienes perfeccionaron su técnica y lo ayudaron a desarrollar un estilo propio.
“Juancho de la Espriella y Rolando Ochoa son los acordeoneros que más admiro y que han marcado mi carrera”, dice José David, que el jueves pasado encabezó la cantera cartagenera de niños y jóvenes que le ofrecieron una serenata a Carlos Vives, durante la apertura del Hay Festival, donde el samario, en entrevista con Andrés Mompotes, director general de EL TIEMPO, hizo un repaso por la historia de la cumbia y el vallenato.
Con 18 años recién cumplidos, Caraballo, gracias a su talento, disciplina y amor por la música, ha tocado en escenarios nacionales e internacionales, donde ha demostrado que su destino está ligado a las notas de este instrumento.
Rey vallenato juvenil
Su ascenso en este arte musical, y después de haber participado en seis oportunidades en el Festival de la Leyenda Vallenata, desde las categorías infantil y juvenil, lo llevó a coronarse en la última edición del evento como rey juvenil en su edición 57, un título que consolida su reputación como acordeonero excepcional.
“Este es un título que junto a mis padres buscábamos desde los 11 años, cuando por primera vez viajé a Valledupar para concursar”, relata José David, que tiene claros en su mente los recuerdos de tantas veces que tuvo que regresar a Cartagena con el amargo sabor de la derrota, pero siempre con el anhelo de regresar. Y así lo hizo año tras año, pero siempre mejor preparado.
“Para la última edición se presentaron 40 músicos, los mejores del país, y en una primera ronda fueron eliminados 15, al final quedamos cinco y para la gran final fuimos tres”, dice con orgullo este joven talento desde el Teatro Adolfo Mejía, en el Centro Histórico de Cartagena, donde fue ovacionado el jueves, en la apertura del Hay Festival.
El paseo, merengue, son y puya, los cuatro aires vallenatos, son para este joven acordeonero un credo y el punto de partida de sus creaciones.
Pero su talento no se ha limitado solo a los escenarios colombianos. En 2021 ganó un concurso internacional organizado por la Unesco, en el que compitió con más de 200 músicos de distintas partes del mundo en la categoría de instrumento juvenil, su ejecución de una puya vallenata cautivó al jurado y lo hizo merecedor del primer lugar, un logro que considera uno de los más importantes de su carrera. Además, a finales del año pasado se montó de nuevo en un avión para una gira por Nueva York.
José David también ha sido protagonista en los Festivales: Bolivarense del Acordeón (Turbaco), del Vallenato de Nobsa (Boyacá) y el Festival Nacional de Acordeón de Bucaramanga. En este último, con solo 8 años, obtuvo el primer puesto en la categoría infantil.
Su perseverancia y amor por la música lo han llevado a grandes escenarios y a compartir tarima con Poncho Zuleta, Iván Ovalle, Jorge Celedón y Pipe Peláez.
Su destreza con el acordeón y su don de gentes han convertido a este caballeero en un referente para tocar en eventos de carácter diplomático y oficial, como la posesión del alcalde de Cartagena, cumbres, congresos, pero también en comunidades campesinas del Canal del Dique.
Para José David, cada presentación es una oportunidad de compartir su talento y conectar con el público.
“Es el instrumento que soñé desde pequeño y me llena de emoción ver cómo la gente disfruta cuando toco. Esto lo hago con mucha dedicación y agradecimiento a quienes siempre me han apoyado”.
Es riguroso con sus ensayos, lo cuenta la mamá, a los cuales les dedica todos los días mínimo dos horas, pero cuando se acercan grandes presentaciones o concursos, dice, pueden ser jornadas de ocho y hasta diez horas tocando, afinando, probando acordes, escuchando.
Además de su éxito en el vallenato, ha explorado otros géneros musicales. Con la llegada de la juventud, además entendió la mística del folclor vallenato con hombres eternos como Alejo Durán, el gran juglar que recorría los pueblos del Caribe llevando crónicas e historias con ritmos de coplas y versos vallenatos. Durante la pandemia del 2020 grabó una canción navideña junto a Danny Daniel y Papo Man, una fusión musical que conquistó los corazones en el Caribe.
Su primer sencillo
Caraballo es el primer rey juvenil del Festival Vallenato de Arjona (Bolívar), tierra de acordeones.
Participó en el festival de juglares del folclor en Miami cuando tenía 10 años, y antes de los 16 años había estado en varios países de Europa mostrando su talento. En Alemania visitó la Hohner, casa matriz donde fabrican los acordeones donde puso a mover las caderas a los operarios de la fábrica.
El año pasado estuvo en México y se presentó en escenarios de Monterrey, donde le rinden tributo al vallenato, y donde el sanjacintero Andrés Landero es ídolo de todos los tiempos.
“El pasado mes de octubre estuve de gira por Nueva York con el maestro Silvio Brito, y después hice gira de medios en Miami”, dice el rey vallenato, que el próximo 3 de febrero inicia clases en su nuevo reto: la carrera de Ingeniería de Sistemas.
Calidad en extramuros
José David no se conforma con lo logrado hasta ahora. Su mirada está puesta en nuevos desafíos y en seguir representando el vallenato en escenarios aún más grandes: se prepara para futuras competiciones y afina su primer trabajo discográfico.
“Estamos escogiendo algunas canciones representativas del folclor para hacer covers, luego espero sacar mi propia producción”, dice el monarca, y subraya que seguirá yendo año tras año a Valledupar, ahora en busca de los títulos mayores: rey aficionado y rey vallenato.
“Las nuevas generaciones tenemos el honor pero a su vez la responsabilidad de mantener vivas nuestras tradiciones como el vallenato y la cumbia y demostrar que la juventud tiene un espacio importante de creación y aportes en este género”, añade. Claro ejemplo de que el talento, acompañado de esfuerzo, dedicación y el amor de una familia que lo ha acompañado en triunfos y derrotas, puede abrir puertas inimaginables.
Pero la historia de José David Caraballo es apenas la punta del iceberg; la veta de talento vallenato en los niños de esta región. Desde Cartagena hasta los Montes de María, pasando por Arjona y Turbaco: un corredor musical que ha dejado grandes y eternos juglares como Adolfo Pacheco y Andrés Landero (ambos oriundos de San Jacinto, Bolívar), entre una larga lista.
Ese talento también está en los barrios populares, en los extramuros de la ciudad colonial… más allá del mercado popular de Bazurto, esa urbe efervescente, caótica y desigual, que no aparece en los catálogos internacionales de turismo.
Una de esas cunas es la Academia del Vallenato, ubicada en el Camino del Medio, un barrio que arde bajo la canícula del Caribe colombiano, donde sobresale una casa de color rojo, de una planta, habitada por la familia Villero Villa, donde todos vibran alrededor del folclor.
“Iniciamos hace más de 20 años en el Pie de la Popa, pero desde hace 18 años nos instalamos acá, un punto más central donde estamos recibiendo niños con talento de las barriadas populares de nuestra ciudad”, dice el maestro Omer Villero, quien les ha enseñado los primeros acordes y voces a cientos de niños, muchos de los cuales hoy son músicos profesionales. Y entre sus alumnos más sobresalientes, sus dos hijos: Omer Yesid Villero Villa, de 15 años y estudiante de grado 11, con un gran talento a la hora de interpretar el acordeón, y Pamela Villero, de 14 años, estudiante de grado noveno que cultiva un excepcional talento para el canto.
“Desde pelao me gustó el acordeón y de ver en mi papá el amor y el respeto que sentía por nuestra música, además que cuando tocamos transmitimos alegría; la música se hace en grupo, es para hacer amigos, es para tocar en familia”, señala Omer Yesid, que también toca el bajo y está perfeccionando su técnica con la guitarra.
Pamela es un poco más tímida, pero se transforma en el escenario. Así lo hizo en el homenaje a Carlos Vives en el que cantó para un Teatro Adolfo Mejía copado de público La tierra del olvido, la Fantástica y Carito.
“Fue una experiencia única que nunca olvidaré, cantar al lado del maestro, un artista que nos ha dado tanto a los colombianos”, dice la joven cantante.
La Academia del Vallenato hoy tiene 20 alumnos, entre los 4 y los 16 años, venidos de sectores populares como Olaya Herrera, Pozón y Nelson Mandela. Muchos no pagan un centavo por aprender esos primeros acordes.
Arjona y su talento
Ese talento vallenato se irriga por las venas de Bolívar y pasa por el municipio de Arjona. Una de las voces que más cautivó esta semana a los asistentes al Hay Festival fue la de Emelin Andrea Fortich Arrieta, un pequeña de 8 años venida precisamente desde este municipio. Emelin es una de las alumnas más prometedoras de la Escuela de Formación Artística y Cultural de Música de Acordeón Yosimar Rodríguez, que lleva 15 años formando músicos.
“Además de buenos y apasionados músicos, formamos buenos seres humanos: valores, disciplina y amor por nuestro folclor”, dice el maestro Yosimar Rodríguez.
De hecho, Arjona es cuna de acordeoneros y en el mapa cultural del Instituto de Cultura de Bolívar (Icultur), este municipio está reseñado como epicentro del folclor vallenato.
Esta escuela ha sido disruptiva y se ha concentrado en fortalecer los dos ritmos sabaneros y propios de la región de los Montes de María: el porro y la cumbia.
“Hemos sacado adelante cinco promociones con grandes acordeoneros y cantantes como Víctor García, Juan Miguel Tijera, Xavier Álvarez y Juan Sebastián Merlano Pérez”, nos cuenta el maestro Yosimar Rodríguez. Y así lo mostraron en el Teatro Adolfo Mejía, donde la voz de Xavier Álvarez fue celebrada por el propio Vives, que le auguró éxitos al cantante afro de 15 años.
Allí, en el mismo escenario, y con los primeros acordes de La tierra del olvido, Juan Sebastián Merlano mostró por qué Arjona es tierra de acordeones. “Mi instrumento es mi mejor forma de expresarme, mi fuerte no ha sido la palabra, pero mis profesores me han enseñado que la música es mi mejor forma de llevar un mensaje, bien sea una declaración de amor o un grito rebelde como lo hizo alguna vez Adolfo Pacheco con su Hamaca grande”, cuenta Merlano.
Cerraron los hermanos Ángel Gabriel y Abraham Garrido Zorrilla, de 13 y 12 años de edad. Cantan, tocan guacharaca y acordeón. Vienen del barrio Olaya, a la orilla de la Ciénaga de la Virgen, y al final le regalaron una Pava Congona al maestro Vives con la interpretación del más puro acordeón.