El joven abogado Kevin Bocanegra emprendió una excursión con su novia y suegra al Parque Nacional Natural Los Nevados, ubicado entre los departamentos de Quindío, Caldas, Risaralda y Tolima. Querían explorar las imponentes montañas y estar a unos 4.000 metros sobre el nivel del mar para despedir el 2024 y darle la bienvenida al 2025. El viaje tuvo un fatal desenlace: Bocanegra, de 25 años, murió.
Su pareja Jois Ramírez, a quien planeaba pedirle matrimonio, le contó a EL TIEMPO la travesía hacia el Nevado del Tolima que se vio marcada por una serie de eventos desafortunados. Este es su relato:
Un plan diferente para el 31 de diciembre
Como quizá todas las familias colombianas, buscamos un plan para el 31 de diciembre. Usualmente viajamos al mar, pero queríamos algo diferente con mi novio y mi mamá.
Kevin tiene un primo que se llama Oscar, que hasta ese momento creíamos que era un guía certificado profesional. Es un deportista de alto rendimiento que organiza excursiones. Su empresa se denomina Transpáramo Viva Vivir Vivo.
Había un viaje para estar el 31 de diciembre en el Parque Nacional Natural Los Nevados. Oscar tenía tres cupos para la excursión, cada uno por $ 1’300.000. Nos animamos a hacerla, teniendo en cuenta que nuestra vida era muy activa deportivamente: con Kevin practicábamos running, gimnasio, ciclismo. Teníamos un mes para cumplir con tres entrenamientos que Oscar también vendía; eran unas caminatas a páramos cerca de Bogotá para prepararnos al cambio de altura y al tipo de implementos que debíamos llevar.
La excursión incluía algunos desayunos, almuerzos y cenas. Y un seguro de asistencia médica. Oscar nos dejó claro que si algo sucedía, íbamos a contar con asistencia de helicóptero. Todos íbamos muy tranquilos. Era un grupo de 12 personas y Oscar era el guía principal.
El 27 de diciembre comenzó el viaje. Partimos a las 10:30 p. m. por carretera desde Bogotá. Llegaríamos al Cocora, en Quindío. Después, la caminata nos llevaría por el Nevado del Tolima hasta salir al corregimiento Juntas.
A la mañana siguiente, estuvimos en Cocora, donde nos registramos para poder ingresar. Ese 28 de diciembre caminamos aproximadamente desde las 7 a. m. para poder llegar a la finca La Primavera.
En el transcurso de la caminata, surgieron inconformidades con Oscar. El grupo iba separado y además nos perdimos por no tener la guía adecuada. A las 8 p. m., logramos con Kevin y mi mamá llegar a la finca, donde nos recibieron con la cena y una habitación de tres camarotes para 12 personas.
Ese día, Oscar empezó a presentar problemas de salud. Tenía mucha gripa, pero no le prestó mayor importancia.
‘No sea flojo’
El 29 de diciembre la caminata era por el Paramillo del Quindío. Salimos a las 7 a. m. con un clima bastante fuerte. Y seguíamos al igual que al principio: dispersos, unos iban adelante y otros, atrasados.
El algún punto, Oscar empezó a recomendarle al grupo a Camilo, uno de sus mejores amigos que iba en la excursión, pero él no tenía conocimientos de las rutas ni nada de eso. No podía brindarnos una buena asistencia.
El clima era extremo. No pudimos ir a la cumbre porque estaba nevando y no teníamos la herramienta para continuar. Oscar decidió cortar la caminata que habíamos hecho de alrededor de seis horas continuas. Teníamos que regresarnos a la finca.
Volvimos a La Primavera y el clima seguía mal. Recuerdo que dos turistas belgas se le acercaron a Kevin para preguntarle por qué habíamos salido a la caminata si las condiciones de clima no eran las adecuadas. Kevin les explicó que continuamos por orden de nuestro guía.
Kevin tenía malestar para aquel momento, un dolor de cuerpo y congestión. Nos decía que se sentía mal y que le daría gripa. A lo que Oscar le respondió ‘no sea flojo, eso es normal aquí, a todo el mundo le dan esos síntomas’.
Oscar empezó a organizar la travesía del siguiente día. Debíamos dirigirnos hacia el campamento base y teníamos que llevar más equipaje de lo que estábamos acostumbrados: sleeping, agua, alimento, ropa gruesa. A tres hombres del grupo él les repartió carpas y las herramientas que pesaban más. Una de esas maletas la tenía Kevin. Nos esperaba una caminata quizá de ocho horas hasta Arenales.
Pero Kevin seguía indispuesto. Repetía que le daría gripa porque no se sentía bien. Esa noche tuvo tos.
Viviendo una aventura, pero insatisfechos
El 30 de diciembre salimos a las 7 a. m. Antes de comenzar, Kevin dijo que no podía llevar la maleta: ‘Me duele mucho el cuerpo y no creo que pueda caminar a buen ritmo’. Camilo, el amigo de Oscar, se ofreció a cargar el equipaje.
Otra vez el clima estaba muy desfavorable, nevaba mucho y hacía frío. Kevin desmejoró el ritmo, decía que la gripa la había adquirido por compartir la misma cuchara con Oscar. Ellos dos estaban con un ritmo muy quedado.
Ese día también el grupo se dispersó, no teníamos un guía que nos estuviera indicando el camino. El grupo estaba muy inconforme porque se estaba pagando por un servicio y la mayoría de personas se sentía desprotegida. Trataban de guiarse con el mapa, pero allá es muy difícil identificar las rutas.
Estábamos viviendo una aventura, pero muy insatisfechos por el guía.
Había una laguna de la que teníamos que recargar agua. No quiero sonar como loca, pero una señora nos explicó que la montaña era muy sagrada y debíamos pedir permiso para transitar por el páramo. La laguna estaba clara, despejada, y apenas llegamos se nubló por completo y el agua se puso muy turbia.
Kevin tosía mucho, se escuchaba muy congestionado, tuvo fiebre y vómito
JOIS RAMÍREZNovia de Kevin Bocanegra
La tos de Kevin había aumentado y tenía mucho malestar. Él caminaba junto a Oscar, así que con mi mamá y otras personas del grupo nos adelantamos y paramos en un sector llamado El Calvito para armar las carpas. No logramos llegar a Arenales.
Allí comenzó a llover muy fuerte. Yo lloraba, estaba angustiada por la lluvia. Traté de calentarle la ropa a Kevin para cuando llegara. Mis compañeros estaban desesperados porque necesitaban hacer una bebida caliente, pero no teníamos ollas porque eso le correspondía a Oscar. Había que esperar que llegara para resolver. Aproximadamente, a las 6 p. m. aparecieron con Kevin muy mojados por la lluvia.
Le puse a Kevin la ropa que le había guardado tratando de que estuviera caliente un poco. Buscamos prepararle una sopa caliente, pero él ya tenía síntomas fuertes. Oscar también llegó en un estado deplorable.
Acampar en ese lugar era muy duro. Llovía sin parar un segundo, no había forma de que Kevin cogiera calor corporal porque el frío era extremo.
Teníamos que descansar hasta las 2 a. m. del 31 de diciembre ya que Oscar había dado la orden de salir a esa hora a la cumbre. Pasamos una noche terrible. Kevin tosía mucho, se escuchaba muy congestionado, tuvo fiebre y vómito. Me decía que quería irse a casa. Yo lo cubría con mi sleeping, mi ropa, mi aislante.
El agonizante 31 de diciembre
A las 2 a. m. nos preparamos para salir. Kevin dijo que quería ir, pero yo no estaba de acuerdo. Le insistí que las condiciones no nos lo permitían. Lo discutimos y acordamos quedarnos, pero luego me pidió que yo fuera. ‘Tú eres capaz de lograrlo, te has preparado, hazlo por los dos. Toma muchas fotos lindas y baja y me las muestras’, me dijo.
En medio de todo, me sentí feliz por sus palabras. Lo tomé como motivación para subir. También era mi sueño subir allá, me había preparado para hacerlo.
Arrancamos con mi mamá y los demás del grupo. Oscar lideraba, pero se sentía mal y no podía avanzar, además la novia de él lloraba porque el frío le entumía las manos. Se quedaron atrás y le pidió a Camilo que tratara de guiarnos.
De madrugada, sin ruta clara, se nos congelaban los pies y las manos tratando de esperar a Oscar para que nos indicara el camino. Eso generó de nuevo inconformidad en el grupo. Logramos subir a la cumbre a las 8 a. m. Para ese momento, Oscar ya no tenía voz. Daba cinco pasos y se quedaba 15 porque no podía respirar bien.
En la cumbre, tomé las fotos que Kevin me pidió. Era un fanático de la fotografía. Yo estaba muy nostálgica porque era una travesía que se supone que debíamos hacer juntos.
El sol ya había salido en lo más alto, solo que no podíamos exponernos demasiado tiempo a esas condiciones. No estuvimos más de 20 minutos arriba.
En el descenso, Oscar se desmayó. El grupo discutía que él no dejaba su ego al lado. Nadie entendía porqué él ponía en riesgo así su vida si estaba tan delicado.
Yo estaba apurada para llegar y ver a Kevin. Fui la primera en bajar. A las 11 a. m. entré al campamento. Kevin no había querido comer, se sentía muy mal y no sabía cómo continuar porque se ponía de pie y le daban náuseas.
Al bajar de la cumbre, Oscar ordenó levantar los campamentos para irnos a un lugar llamado Termales. Kevin, decidido a no seguir, le pidió a Oscar que activara el seguro que inicialmente nos compartió y que supone nos brindaba la asistencia por si algo sucedía.
Oscar se hacía el de oídos sordos. Kevin intentó buscar qué hacer para activar el seguro, pero en el campamento no había señal de celular. No podíamos comunicarnos. Kevin preguntó cómo hacer para salir de la zona y Oscar le dijo que la única forma era seguir caminando hasta Termales, donde podría ver a un médico para revisar la gripa. De resto, no había forma.
Justo por el campamento subió un arriero, encargado de llevar las maletas de unos turistas. Mi mamá le pidió ayuda para buscar un caballo y así bajar a Kevin. El arriero nos dijo que eso era muy caro, pero a nosotras no nos importaba cuánto debíamos pagar. Él prometió colaborarnos buscando otro caballo y siguió su camino.
Más tarde, unos turistas extranjeros aparecieron. Era una familia y llevaban un radio. Uno de ellos se llamaba Samuel, a quien le explicamos la situación para ver si por el radio podía solicitar ayuda. Ni siquiera había señal de radio, pero Samuel intentó contactarse con personas de fincas cercanas.
El campamento de nuestro grupo ya estaba levantado. La única carpa en pie era la nuestra, donde Kevin estaba. Le expliqué a él que debíamos esperar y empecé a alistar nuestras maletas. De pronto, vi que Kevin botaba líquido amarillo por la nariz en una cantidad exagerada. Me asusté y llamé a mi mamá.
Entré en mayor desesperación para sacar a Kevin de allá, en mi cabeza no cabía posibilidad de que a él le pasara algo malo
JOIS RAMÍREZNovia de Kevin Bocanegra
Mi mamá, desesperada, le suplicaba a Samuel para que nos ayudaran. También le rogábamos a Oscar, quien era nuestro guía, para que bajáramos a Kevin, pero él seguía sin prestarnos atención e insistía que debíamos continuar la caminata. Le dijo al grupo que con mi mamá estábamos haciendo show y por eso estábamos retrasados.
Samuel en un momento nos dijo que ya venía un caballo en camino. Teníamos que tener paciencia. Yo, en la carpa, tenía recostado a Kevin. Él se fue en un momento, no respiraba. No sé cómo explicarlo porque no sé si estaba convulsionando.
Grité como loca, le dije a mi mamá que no podía con esto. Yo estaba desesperada y perdí el conocimiento. Cuando desperté la mamá de Samuel estaba tratando de calmarme. Kevin había reaccionado y hablaba en inglés con la familia. La mamá de Samuel me calmaba diciéndome que si Kevin ya estaba hablando fluidamente, era porque estaba bien.
El papá de Samuel era un médico americano. Lo había revisado y nos contó que Kevin tendría un edema pulmonar, por eso el líquido amarillo. Teníamos que sacarlo de allí. Yo entré en mayor desesperación para sacar a Kevin de allá, en mi cabeza no cabía posibilidad de que a él le pasara algo malo.
El caballo que Samuel nos había ayudado a conseguir llegó. Le pregunté al arriero si podía irme con Kevin, pero me dijo que no. Me insistió que para bajar a Kevin el guía debía ir también. Oscar no quería dejar al grupo y seguía mal de salud, por lo que Camilo se ofreció a bajar.
Oscar nos pidió irnos con el grupo y él para el recorrido que ya estaba planeado. Obviamente, mi mamá y yo no íbamos a dejar a Kevin solo. Mi mamá le preguntó a Oscar cómo hacíamos para bajar sin perdernos y él nos dio dos opciones: o irnos con él o irnos solas.
Yo no entendía cómo él no tenía empatía con que Kevin, su primo hermano. ‘Si le pasa algo, ¿cómo le vamos a decir esto al papá?’, le pregunté. No me prestaba atención. Para ubicarnos, nos recomendó usar Strava (aplicación de seguimiento GPS para deportistas), bajar al Calvito y ‘seguir a la derecha’.
Allá ubicarse y tratar de seguir un sendero es muy confuso. Tienes que conocer muy bien la ruta para poder llegar a donde necesitas porque perderse es muy fácil.
Con mi mamá y un miedo profundo, nos fuimos corriendo detrás de las huellas del caballo para tratar de alcanzarlo. Cuando logramos verlos, Kevin estaba gritando para que lo bajaran del caballo. Estaba muy mal y decía que le dolía el pecho.
‘Cálmate, trata de controlar tu respiración. Hagamos un último intento. Ya casi vamos a salir de acá’, le rogué.
También le gritábamos al arriero para que nos ayudara a buscar a alguien que lo asistiera. ‘Yo no puedo hacer nada. La orden que me dieron es que viniera a recogerlo’, respondió el muchacho de unos 17 años.
Le clamamos para que se comunicara con la gente de las fincas cercanas por radioteléfono para ver cómo nos podían ayudar. Pero esa gente decía que, si quería que lo asistieran médicamente, debía aguantarse la bajada en cabello.
—Sáquenme de acá. No me siento bien, no puedo respirar— repetía Kevin. Le seguía saliendo líquido amarillo por su nariz.
—Por favor, trata de respirar tranquilo. Vamos a salir de acá —le suplicaba.
Llevábamos todo el día buscando ayuda, recorriendo distancias muy largas y con la fe puesta en que él estaría bien
JOIS RAMÍREZNovia de Kevin Bocanegra
Kevin se subió al caballo, avanzó un poco y gritó. Ahí se cayó. Me pidió que le contara todo a su papá, quizá ya sentía que no podía más. Empezó a convulsionar. Salía mucho líquido de su boca y nariz hasta que quedó inconsciente.
Para ese momento, apareció otro arriero que tenía una inyección de Dexametasona. Al ver a Kevin inconsciente, trató de inyectarle la aguja, pero se le quebró en las manos. No podíamos creer cómo habían enviado a un arriero que no tenía conocimiento de aplicar inyecciones.
Los arrieros le preguntaban a Camilo si era el guía y si tenía una cuerda porque debían hacer una camilla. Claramente, Camilo no tenía las herramientas.
Se les ocurrió montarlo otra vez en el caballo y que uno de ellos lo sujetara en la parte de atrás para evitar que cayera. Así continuaron bajando otro poco. Kevin seguía inconsciente y ellos no sabían tomar signos vitales.
Mi mamá y yo tuvimos que correr a otra finca de la zona para tener señal. Llamé a mi suegro y le conté todo. Un señor de la finca nos dio una bebida caliente y pidió que me calmara. ‘Ya hay una víctima y no podemos con dos’, comentó.
Nos prometieron que Kevin estaría bien. Según nos dijeron, lo llevaban camino a la finca La Primavera, la primera parada de la expedición.
Con mi mamá emprendimos camino, corriendo, angustiadas hasta que, luego de un trayecto muy largo, entramos a la otra finca. Allá todavía no habían llegado los arrieros. Entré a la cocina, tuve señal y empecé a comunicarme con mi cuñada para explicarles lo que sucedía.
‘Ya no hay nada que hacer’
En un momento, la señora de la finca le susurró a mi mamá: ‘Ya no hay nada que hacer’. Ahí entré en una crisis muy fuerte, no podía creer que estuvieran hablando de Kevin. Eran las 9 p. m. del 31 de diciembre, llevábamos todo el día buscando ayuda, recorriendo distancias muy largas y con la fe puesta en que él estaría bien.
Al salir de la cocina, vi un bulto envuelto en lonas. Era Kevin. Estaba en el corral de los caballos. Grité mucho, no quería aceptar que eso había pasado, quería verlo, intenté desamarrarlo, pero no me dejaron.
Había que bajar su cuerpo en caballo. No había otra forma. Mi mamá y yo también tendríamos que bajar en caballo, pero debíamos botar cosas de nuestras maletas para que quedaran livianas. Eso hicimos. Nos esperaba otro trayecto de horas para ir a Cocora.
Como llovió y había lodo, la salida no era fácil. Una hora después, pasando por una quebrada, uno de los caballos nos botó y se cayó cascada abajo. Sin linterna, nos levantamos como pudimos para seguir caminando. Pensé que tampoco íbamos a poder salir de ese parque. Era una sensación muy horrible. En el camino nos encontramos a otro arriero que nos hizo el favor de acompañarnos.
Mi cuñada logró contactar a la Cruz Roja, que se comprometió a esperarnos en la entrada del parque. Llegamos a Cocora hacia las 3 a. m. del 1. ° de enero, donde estaban la Cruz Roja y la Policía esperando. También llegó mi cuñada después de un viaje desde Bogotá.
Kevin estaba en el suelo, envuelto en las lonas con las que lo habían bajado. Yo seguía en un shock y no podía siquiera hablar. Lo vi y me pude despedir de él: ‘Adiós, amor de mi vida’.
Luego de su entierro y estos días de duelo, la familia de Kevin analiza cómo quiere proceder frente a Oscar y el parque. Todo se hubiera podido evitar si Oscar como guía hubiese actuado de forma profesional y si el Parque hubiese brindado las herramientas y la asistencia.
Nos hemos enterado de que Oscar no era un guía permitido por el Parque Los Nevados. En las fincas nos dijeron que él no estaba registrado ni como persona natural ni como jurídica. Nos llevó de manera informal.
Aún no entiendo la partida de Kevin. En nuestro hogar siempre hubo solo amor, ganas de construir una vida juntos, de acompañarnos y llenarnos de amor. Lo amaré por siempre.
¿Qué dicen las autoridades sobre la muerte de Kevin Bocanegra?
Este diario buscó a la agencia Transpáramo Viva Vivir Vivo para conocer su versión de los hechos, pero no recibió respuesta.
Según explicó para EL TIEMPO Simón Moreno, jefe del Parque Los Nevados, en el Valle del Cocora hay un punto de información para turistas. El 28 de diciembre se presentó allí el grupo de la excursión de Kevin Bocanegra, cuyos guías les informaron a las autoridades una ruta distinta a la que finalmente desarrollaron.
“Indicaron que iban a tomar la ruta La Primavera – Termales – El Salto – Juntas. No indicaron que iban a cumbre (del Nevado del Tolima)”, señaló Moreno.
En el punto se les brindan a los turistas recomendaciones para procurar por un recorrido seguro. Dependiendo de la ruta, las autoridades exigen otros aspectos.
“El guía no manifestó que iban a hacer cumbre, por lo tanto, la charla del funcionario de Parques estuvo enfocada en la conservación del medio ambiente y el turismo sostenible en la zona. (…) Si el guía dice que va a la finca La Primavera y rutas que no están en la jurisdicción de Parques, no necesita estar certificado o avalado. Cuando se manifiesta que van a la cumbre del Nevado ahí sí vienen las obligaciones, como que la agencia de turismo esté avalada por Parques y tengan un equipamiento especial”, agregó el intendente Jairo Sanabria, de la Policía de Turismo de Quindío.
Entre los requisitos para los operadores turísticos que planean subir a cumbre están los certificados de primeros auxilios, seguro de accidentes o póliza, guías profesionales y elementos de comunicación —como radioteléfono—.
Moreno, del Parque Los Nevados, también insistió que los guías profesionales están capacitados para identificar si integrantes de su grupo tienen complicaciones de salud: “Una persona con síntomas de enfermedades respiratorias no debe hacer el ascenso. Ni siquiera debe hacer una caminata por el páramo. Cuando ya hay síntomas lo principal es devolverse y activar la póliza. El guía actúa como primer respondiente; debe activar la póliza para que se preste la atención en caso de que se convierta en una emergencia”.
A partir del protocolo, luego de que el guía activa la póliza, la aseguradora es la encargada de coordinar el descenso de la persona afectada, precisó Moreno.
“Lo que hace el Parque al enterarse de estas emergencias es movilizar personas. Lo importante es tener la información y conocer la emergencia. Principalmente lo que salva la situación es tener un radio”, dijo.
Parque Los Nevados invitó a los turistas a hacer sus recorridos con información certera y asumir las prevenciones correspondientes: “Deben buscar los prestadores de servicios autorizados”.
Una persona con síntomas de enfermedades respiratorias no debe hacer el ascenso. Ni siquiera debe hacer una caminata por el páramo
Simón MorenoJefe del Parque Los Nevados
En ese sentido, el intendente Sanabria les recomendó a los viajeros verificar que las agencias tengan los permisos exigidos: “Parques Nacionales tiene en su página web qué agencias están avaladas para ingresar a la zona. Si están avaladas, es porque se tiene certeza de que las agencias van a cumplir con todos los requisitos para una contingencia como la que se presentó en esa ocasión”.
En los registros de autorizados por Parques Nacionales, no aparecen ni Transpáramo Viva Vivir Vivo ni los guías que lideraban el grupo del joven montañista que murió.
SEBASTIÁN GARCÍA C.
Periodista de Redacción Últimas Noticias EL TIEMPO