Hay una virtud que solo da la experiencia: perspectiva. Se necesita trasegar para aprender que nadie es tan bueno como se cree ni tan malo como se ve. Hay que ser veterano para saber que las verdades a medias son siempre mentiras y que cuando alguien da señales de su verdadero carácter hay que creerle, en vez de desperdiciar la vida tratando de rehabilitarlo.
Efraín Juárez llegó a Colombia y a Atlético Nacional con los pies de plomo del novato, con la palabra precisa y la sonrisa perfecta, como dice la canción. No tenía por qué desconfiar: venía en el ‘caballo del comisario’, era un rotundo desconocido que llegaba a un equipo sabiamente armado, consolidado y financieramente seguro. Ni en sus sueños podía pedir una mejor primera vez.
Efraín Juárez, DT de Nacional. Foto:Jaiver Nieto / EL TIEMPO
Y no tuvo que inventar nada: atendió una a una las instrucciones de Gustavo Fermani, armó el discurso que querían oír los directivos que saltaron al vacío por él, encontró las mejores herramientas posibles y echó el carro a andar. No es que le falte mérito, es que lo difícil era fallar con tantas garantías.
Pero visto en perspectiva, después del destello de los flashes y el par de trofeos, el legado es corto: Ospina se instaló solo, como el ídolo que es, y no quedó un relevo atribuible al DT; de la calidad de Román sabíamos todos desde que se vestía de azul, de los ex selección Colombia Tesillo, Campuzano y Cardona no descubrimos nada, de Marino Hinestroza sabían hasta en la MLS y si algo descubrió Juárez puede ser al talentoso Álvaro Angulo, aunque ya Fermani confiaba tanto en él que nunca quiso traer a nadie para ‘taparlo’. ¿Cuál es el juvenil que valorizó, que lanzó al estrellato en beneficio del club, cuál fue el Cortés, el Gómez que dejó dinero en las arcas?
Y no digamos que en la final de Copa se encontró con un América en su más horrible versión o que en la Liga el Deportes Tolima ni siquiera llegó a competirle, porque eso ya sería hilar muy delgado. Pero lamentar su salida, por cuatro meses en los que cuando pudo ser él mismo salió a provocar a los hinchas, a irrespetar a los colegas, a ser escoltado por la Policía, es demasiado.
Egraín Juárez. Foto:Jaiver Nieto / EL TIEMPO
Es mentira que Juárez es lo mejor que le pasó a Atlético Nacional, la historia prueba que el verde siempre fue campeón aún en sus peores crisis: con Herrera, con Restrepo, con Bodmer, con todos dio vueltas olímpicas y es eso lo que lo convierte en el equipo más grande de este país.
Así se fue Juárez lanzando acusaciones en inglés, señalando cobardemente a quienes lo respaldaron, creando una crisis con un oculto interés que pronto descubriremos, mordiendo la mano que lo alimentó. Esa es su herencia. Ahora también lo saben aquellos seducidos por su arrogancia.
Atlético Nacional, campeón. Foto:Jaiver Nieto / EL TIEMPO
Jenny Gámez
Editora de fútbolred
@jennygameza