El éxito de China en emplear la política industrial para expandir su economía y financiar la manufactura verde ha ayudado a desatar una competencia rabiosa entre las naciones por desarrollar y proteger sus propios negocios.
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Han pasado 40 años desde que ansiedades competitivas así provocaron este tipo de aceptación de intervención gubernamental entre las principales economías de libre mercado. Pero en ese entonces fue Japón, no China, el origen de la inquietud.
Pero Japón inició una larga caída económica después del colapso de las burbujas inmobiliaria y bursátil. Ahora, después de un periodo de estancamiento al que el Ministerio de Economía de Japón se refiere como “las tres décadas perdidas”, Tokio está volcada en una política industrial multimillonaria para reactivar la deslucida economía y recuperar su posición como innovador tecnológico.
Para lograrlo, Japón está trabajando con líderes tecnológicos en Estados Unidos y otros países —un enfoque colaborativo que décadas antes habría sido inconcebible.
La política industrial de Tokio se centra en tecnologías avanzadas, pero la prioridad es recuperar una mayor participación de la industria global de semiconductores, para lo cual el Gobierno nipón destinó más de 27 mil millones de dólares en los últimos tres años.
“En el futuro, el mundo se dividirá en dos grupos: los que pueden suministrar semiconductores y los que sólo los reciben”, dijo Akira Amari, un alto funcionario del partido gobernante de Japón que anteriormente dirigió el Ministerio de Economía, Comercio e Industria. “Esos son los ganadores y los perdedores”.
La pieza central del nuevo impulso industrial de Japón está tomando forma en una obra de construcción en Hokkaido, su isla más septentrional. La nueva planta de semiconductores de Rapidus Corporation, financiada en parte con miles de millones de dólares de fondos gubernamentales, está siendo desarrollada gracias a una colaboración entre Rapidus, una startup japonesa de fabricación de chips, y la estadounidense IBM. Producirá chips de dos nanómetros, una tecnología de la que IBM fue pionera en su laboratorio de Albany, Nueva York.
El País cortejó a Taiwan Semiconductor Manufacturing Company, el gigante fabricante de chips, para construir una planta en el poblado sureño de Kikuyo con inversión de empresas nacionales incluyendo a Sony. La fábrica, financiada en parte por el Gobierno, abrió en febrero.
Los escépticos en Japón han criticado la planta Rapidus por su ambicioso cronograma y su incapacidad para atraer más inversión del sector privado. Pero Amari sostiene que no hay alternativa.
“No abordar los semiconductores ahora significa que estarás en el grupo de los perdedores desde el principio”, afirmó. “Japón nunca elegirá eso”.