Isla Pelícano en Santa Marta: del lujo y la opulencia al abandono y las disputas legales

hace 4 semanas 18

Santa Marta, la ciudad de los morros y las ensenadas paradisíacas, esconde entre sus aguas historias que pocos conocen a profundidad.

Quienes navegan entre sus playas no pueden evitar mirar con curiosidad dos pequeños islotes enclavados en el mar. Uno de ellos, el Morro de Gaira o Isla Pelícano, llama especialmente la atención por la estructura que se levanta en su cima: una lujosa mansión que hoy se cae a pedazos, testigo mudo de un pasado de fiestas extravagantes, disputas legales y oscuros negocios.

Lo que hoy es un cascarón de concreto devorado por el salitre, en los años 60 y 70 fue un exclusivo club náutico, epicentro de reuniones de la élite samaria y personajes de todo el país.

La historia de este morro está ligada al nombre de Gustavo Díaz Segovia, un visionario empresario de la hotelería y la gastronomía samaria, quien, con astucia e influencia política, logró arrendar la isla en 1966 por la irrisoria suma de 1.800 pesos anuales de la época, tras firmar un contrato con el Instituto Colombiano de Reforma Agraria (Incora).

Un club de lujo en medio del mar

Díaz Segovia vio en el Morro de Gaira una oportunidad de oro. Convirtió el islote en un club exclusivo, donde atracaban lujosas embarcaciones y se realizaban fastuosas fiestas que se extendían hasta el amanecer.

Cortesía agencia Markaribe

aspecto general de la Isla Pelicano frente a las playas de El Rodadero, en Santa Marta. Foto:Cortesía agencia Markaribe

“Era un sitio al que no cualquiera podía ir. Solo los más adinerados de Santa Marta y sus invitados”, recuerda Alberto Rojas, un veterano pescador que en su niñez trabajó junto a su padre transportando provisiones hacia la isla.

Las leyendas sobre las fiestas en el club son muchas. “Decían que allí se cerraban negocios importantes.  Había derroche de licor y música toda la noche”, comenta Diego Ramírez, historiador barranquillero. 

El negocio fue tan rentable que Díaz Segovia logró extender su contrato con el Incora hasta 1986 y, valiéndose de una norma de la época, intentó quedarse definitivamente con el terreno argumentando que lo había usado por más de 20 años. En 1978, el instituto le adjudicó oficialmente la propiedad de Isla Pelícano.

Disputas legales y caída en el abandono

La apropiación del islote no pasó desapercibida. La Procuraduría abrió una investigación y determinó que la entrega de la isla a un particular era ilegal, pues este tipo de terrenos son bienes de uso público y no pueden ser privatizados. Se inició entonces una batalla legal que duró décadas.

El Tribunal Administrativo del Magdalena falló a favor de Díaz Segovia en 2004, argumentando que había pasado demasiado tiempo desde la adjudicación. Sin embargo, la Procuraduría no se dio por vencida y apeló ante el Consejo de Estado, que en 2016 falló en contra de la familia Díaz y declaró nula la resolución que les otorgaba el terreno.

cortesía Kevin Bolaños

La Isla Pelicano está sumida en el olvido. Foto:cortesía Kevin Bolaños

El Consejo de Estado determinó que el Morro de Gaira es un bien inalienable e imprescriptible de la Nación, lo que dejó sin validez la titularidad del empresario.

La familia Díaz intentó demandar al Estado por la pérdida del bien, exigiendo una indemnización de 121 mil millones de pesos, pero el Tribunal Administrativo del Magdalena rechazó la demanda.

Los herederos del empresario Díaz Segovia sostenían que la decisión del Consejo de Estado fue errónea y que la duración del proceso, de más de 22 años, constituía una falla en la administración de justicia.

Frente a eso, la Agencia de Defensa Jurídica de la Nación argumentó que la extensión del proceso obedeció a su complejidad y a la congestión judicial, sin que esto implicara una irregularidad en la administración de justicia.

“Es una sentencia que ratifica la importancia de proteger el patrimonio público”, declaró César Palomino Cortés, director de la Agencia.

El Tribunal Administrativo del Magdalena concluyó que no existió error jurisdiccional ni responsabilidad por parte de la Rama Judicial, confirmando la legalidad de la decisión adoptada por el Consejo de Estado en 2016.

Un lugar sumido en el abandono

Con la caída del club náutico, la isla quedó en el abandono. Ya no llegaban lujosos yates ni fiestas de gala, sino que se convirtió en un lugar utilizado por grupos criminales.

El caso más sonado ocurrió en 2017, cuando la Armada Nacional descubrió 124 kilos de cocaína enterrados en el islote, droga que presuntamente pertenecía a la banda criminal Los Pachencas. “Recibimos información de que personas sospechosas se movían por la isla. Al hacer la inspección con perros antinarcóticos, encontramos el alijo listo para ser enviado a Europa”, relató en su momentos el comandante de guardacostas.

El golpe al narcotráfico confirmó los temores de los residentes de El Rodadero, quienes durante años vieron cómo el lugar pasó de ser un símbolo de la opulencia a un refugio para actividades ilegales.

Hoy, Isla Pelícano permanece en el olvido. La majestuosa mansión que alguna vez fue orgullo de la élite samaria es solo un esqueleto en ruinas, con paredes desmoronadas y grafitis que cuentan su nueva historia.

Algunos residentes han propuesto convertir el lugar en un atractivo turístico o en un espacio para la educación ambiental. Sin embargo, las disputas legales y la falta de interés del Estado mantienen a la isla sumida en el abandono.

Para los pescadores y habitantes de Santa Marta, la historia de Isla Pelícano es una metáfora de la ciudad misma: un lugar lleno de potencial, pero atrapado entre el poder, la corrupción y la indiferencia.

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