Historia de la mujer que vivió en la copa de un árbol de 1500 años para evitar que lo talaran

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En diciembre de 1997, Julia Lorraine Hill, una joven ambientalista de 25 años, tomó una decisión que cambiaría su vida y la percepción global sobre la deforestación. 

Conocida como 'Butterfly Hill' desde su infancia, trepó 60 metros hasta la copa de una secuoya de 1500 años, con la firme intención de impedir su tala. Este árbol, llamado Luna, estaba en peligro debido a las actividades de la empresa maderera Pacific Lumber, que lideraba la explotación forestal en la región de Humboldt, California.

Lo que comenzó como un acto simbólico de protesta se transformó en una hazaña sin precedentes. Hill planeaba permanecer en el árbol por algunas semanas, pero su estadía se extendió a 738 días. 

Durante ese tiempo, enfrentó retos extremos, desde el vértigo inicial al escalar, hasta tormentas con vientos de más de 100 kilómetros por hora que rompían parte de su plataforma de lona. "Había mucha humedad y frío. Aun con la lona de plástico que me servía de techo y paredes, hasta la niebla penetraba y la lluvia encontraba pequeños agujeros por donde gotear desde las ramas a la plataforma", explicó Hill a la BBC.

Una vida en las alturas: desafíos y determinación

Hill vivía en condiciones precarias en una plataforma de dos metros por uno. Usaba una bolsa de dormir, un hornillo, un balde hermético para sus necesidades, y un celular cargado con energía solar para comunicarse. El agua de lluvia o nieve era recolectada con una esponja para asearse y cocinar. Durante el invierno, las bajas temperaturas congelaban sus extremidades, y las tormentas violentas la empujaban al límite. 

"Soportar el peor invierno registrado en la historia, a 18 pisos de altura, en una pequeña plataforma en el cielo, me desafió en todos los aspectos. Mi deseo de sentir calor y secarme, el miedo a morir (...) Fui llevada al borde de todos los posibles temores que tenía. Y fue a través de esa experiencia que evolucioné como un ser humano", relató.

A pesar de las adversidades, su conexión con Luna (como nombraron al árbol) le brindaba momentos de esperanza. Una mañana, al despertar rodeada de niebla, percibió colores vibrantes que describió como "despertar en un arco iris", al ver ante sus ojos tonalidades naranjas, doradas, amarillas y verdes en medio de la niebla.

Sin embargo, la presión de la empresa maderera no cesó. Según Hill, "la Pacific Lumber comenzó a talar árboles a mi alrededor. Aparecieron helicópteros, quemaron los bosques durante seis días, el humo destrozó mis ojos y mi garganta, y me llené de ampollas. Montaban guardia día y noche para que no me suministraran comida. Terminé amargada, chillando, dando golpes y al borde de la locura".

Una victoria para el medio ambiente y un legado imborrable

La protesta concluyó el 18 de diciembre de 1999, tras un acuerdo entre los activistas y Pacific Lumber. La empresa aceptó proteger el área de Luna y 12.000 metros cuadrados a su alrededor a cambio de 50.000 dólares. No obstante, un año después, el tronco de Luna fue vandalizado con una sierra, provocando un daño significativo que especialistas lograron detener.

La experiencia de Hill inspiró su libro, titulado como 'El legado de Luna', un best seller que documentó su lucha y su mensaje ambiental. 

Desde entonces, Hill continúa defendiendo los bosques y alertando sobre el impacto de la deforestación. En una entrevista reciente, advirtió: “Considerando que la tala y la quema de nuestros bosques es la causa principal de la crisis climática. Entonces, ¿cuál sería la solución? No talar ni quemar nuestros bosques, eso sería simple. Lamentablemente, hoy tenemos sistemas que dan valor a talar y quemar bosques, solo vemos el bosque como un producto. Los científicos llevan décadas diciéndonos que debemos frenar la deforestación para mitigar la crisis climática”.

Según Global Forest Watch, Humboldt perdió 5,54 kilo hectáreas de bosque natural en 2023, un ejemplo de la continua amenaza ambiental. Hill enfatiza: “Los árboles son los pulmones de nuestro planeta, son nuestros propios pulmones. Estabilizan el clima, no solo para nosotros, sino para generaciones futuras. Estos árboles han vivido 2000 o 3000 años, debemos reconocer que somos los antepasados del futuro. Debemos pensar cómo vivir de forma que impacte en generaciones que nunca conoceremos, porque nuestras decisiones hoy elevarán sus vidas, o ayudarán a destruirlas”.

EDITH CANTIZANO

La Nación (Argentina) / GDA

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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de La Nación, y contó con la revisión de un periodista y un editor.

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