“Venezuela está en uno de sus peores momentos. El régimen de Nicolás Maduro no está yendo en dirección a una dictadura como la de Nicaragua, sino que ya está ahí”, dice Tamara Taraciuk Broner, abogada y maestra en Derecho. Sus palabras llegan por teléfono desde Uruguay. Es difícil descifrar su acento, por momentos neutro, en otros levemente caribeño. Nació en Caracas, se crio y educó en Argentina, vivió en EE. UU. y ahora reside en Río de la Plata.
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A pesar de la creciente represión que sufren los venezolanos desde las elecciones del 28 de julio y que llevó al presidente electo Edmundo González a buscar refugio en España, para Taraciuk la dictadura en Venezuela no tiene un destino inevitable. El escenario es complejo, admite, pero una salida negociada hacia una transición democrática es posible si se aumenta la presión internacional coordinada, si la oposición se mantiene unida y si se implementa un programa que contemple reducciones de penas para delitos no considerados crímenes de lesa humanidad. Para eso trabaja como directora del Programa de Estado de Derecho Peter D. Bell en Diálogo Interamericano.
Taraciuk es hija de padres argentinos exiliados en Venezuela durante los años setenta. Su historia familiar marcó una vocación y un interés académico y profesional: “Trabajar para que las personas puedan elegir dónde vivir y cómo quieren hacerlo”.
¿Cree que Maduro subestimó lo que iba a pasar con estas elecciones, la escala de la movilización, las actas en poder de la oposición que probaron el fraude?
Pasaron dos cosas: una, hace un tiempo Venezuela venía tratando de imponer la idea de que la situación no estaba tan mal para reingresar a los mercados internacionales. Para eso necesitaban cierta legitimidad que solo podían obtener con unas elecciones medianamente creíbles. Por eso firmaron el Acuerdo de Barbados en 2023 para las elecciones; permitieron que la oposición se presentara y que hubiese algo de observación electoral internacional: no dejaron ingresar a la Unión Europea, pero sí fueron Naciones Unidas y el Centro Carter. Y el otro factor es que calcularon mal dos cosas. Uno, el margen de la victoria de la oposición con una brecha que fue muy grande, con lo cual el anuncio oficial era claramente un fraude. Y lo otro que no previeron fue la capacidad de organización de la oposición para probar que ganaron, porque no es la primera vez que la oposición dice que ganó, pero sí es la primera vez que hubo una estrategia coordinada para obtener los registros y probar que tenían la mayor cantidad de votos.
En Venezuela hay tres crisis simultáneas. Hay una arremetida contra opositores que varía en intensidad, hay una emergencia humanitaria donde un informe periódico de Naciones Unidas dice que hay millones de personas que necesitan asistencia humanitaria, y hay una consecuente crisis de refugiados, exiliados y migrantes, con casi ocho millones de personas que salieron del país.
Es interesante que las combinaciones de estas tres cuestiones marquen las diferencias respecto de las experiencias anteriores.
Sí, hace años que en Venezuela hay tres crisis simultáneas. Hay una arremetida contra opositores que varía en intensidad, hay una emergencia humanitaria donde un informe periódico de Naciones Unidas dice que hay millones de personas que necesitan asistencia humanitaria, y hay una consecuente crisis de refugiados, exiliados y migrantes, con casi ocho millones de personas que salieron del país. Nada de eso es nuevo. Pero el pueblo venezolano es profundamente democrático. El 28 de julio tuvieron la opción de ir a votar. Y todos intentaron hacerlo. Digo intentamos porque quise inscribirme para votar en Uruguay y no pude.
¿Por qué no pudo votar?
Fui al consulado a inscribirme y me pidieron tres requisitos. El pasaporte venezolano, la cédula venezolana y mi cédula uruguaya. Y cuando le di la cédula uruguaya, el oficial consular me dijo: “Necesitas un documento que tenga tres años de vigencia como mínimo y por lo menos un año hasta que se venza, un total de cuatro años de vigencia”. Y le dije: “Bueno, pues acá las cédulas tienen una vigencia de tres años. O sea, me estás pidiendo un imposible”. Y él me respondió: “¿Sabes que yo tampoco puedo votar?”. Con el 83 por ciento de las actas, Edmundo González ganó por más de tres millones de votos. Si hubiesen podido votar los millones de ciudadanos que están afuera la diferencia hubiera sido más grande.
A grandes rasgos, podría haber dos caminos: por un lado, una dictadura al estilo de la de Nicaragua y el otro, la salida negociada. ¿Cuál camino es el que podría imponerse? O en todo caso, ¿cómo hacer para construir una transición a la democracia?
Yo no creo que el régimen esté yendo en dirección a Nicaragua. Ya está ahí. Hoy están actuando como si el escenario de atrincherarse en el poder fuese su mejor alternativa. Yo no creo que la de una dictadura pura, dura y permanente en Venezuela sea un desenlace inevitable. Las circunstancias hoy son muy distintas a las del pasado por muchos motivos. Primero, porque hay una clara demostración del descontento popular masivo, inclusive de personas que tradicionalmente apoyaban al Gobierno porque la oposición ganó en zonas populares que siempre votaron por el chavismo. La oposición consiguió 83 por ciento de las actas porque los militares dejaron que las obtuvieran. Y si consiguieron esa cantidad de votos es porque hay soldados, policías, funcionarios públicos que fueron a votar y votaron por la oposición.
¿Y segundo?
La oposición se ha mantenido unida en la vía electoral como hace mucho tiempo que no lo hacía. Lo de Edmundo González es un hecho, pero María Corina Machado demostró un carisma político que sorprendió muchísimo porque se esperaba que boicoteara las elecciones si ella no era candidata y ella ha venido tomando decisiones más institucionales que personales, una y otra vez. Por último, lo que Maduro ha hecho fue tan burdo, tanto el fraude como la represión, que se la dejó difícil a los gobiernos de izquierda que tradicionalmente hacían la vista gorda y lo apoyaban. Entonces no hay ningún gobierno democrático que haya reconocido los resultados electorales. Todo ese contexto es muy distinto.
De todas maneras, el régimen no parece muy dispuesto a ceder posiciones y profundizó una represión que ya era brutal.
Yo no creo que sea fácil salir de este contexto, pero la única manera de hacerlo es si existen dos caminos en paralelo. Uno es activar urgentemente mayor presión internacional. El régimen hoy cree que lo que está haciendo es su mejor camino y su mejor alternativa. Y tiene que quedarle claro que todas las opciones que tiene son malas y que esta no es la mejor, tiene costos. Y esos costos tienen que empezarse a sentir: sanciones individuales a los que están en el poder y a sus familiares, medidas para cerrarles acceso a los mercados –y que gobernar y tener acceso a fondos les sea más difícil– y poner fuertemente sobre la mesa la amenaza creíble de persecución penal fuera de Venezuela, tanto por violaciones de derechos humanos como por delitos de narcotráfico, corrupción y lavado de dinero en las cuales están implicados. Si quienes están en la cúpula ven que el costo de permanecer en este camino no es gratis, va a haber un movimiento hacia cierto tipo de negociación. Por otra parte, es muy importante entender que hoy el poder no es monolítico en Venezuela. Chávez aglutinaba, tenía carisma. La gente lo respetaba. Maduro compra lealtades.
El régimen hoy cree que lo que está haciendo es su mejor camino y su mejor alternativa. Y tiene que quedarle claro que todas las opciones que tiene son malas y que esta no es la mejor, tiene costos.
Vayamos a los delitos perpetrados en Venezuela, que abarcan crímenes de lesa humanidad y violación de los derechos humanos, corrupción, narcotráfico y lavado de dinero.
Cuando ves el mapa del poder y los estándares internacionales que se aplican, hay gente que está implicada en crímenes contra la humanidad: esos delitos son imprescriptibles y la amenaza de sanción penal a quienes son responsables de esos delitos los va a perseguir donde quiera que vayan y no hay cómo ofrecer una garantía de impunidad según el derecho internacional. Entonces, ese grupo que es pequeño, porque el estándar jurídico para llegar a aprobar eso es muy alto, la mejor alternativa que tiene es pedir refugio en algún país no democrático que no se rija por el derecho internacional. Pero en Venezuela hay mucha más gente que robó que gente que cometió crímenes contra la humanidad. Eso ofrece una oportunidad porque legalmente, aunque a muchos de nosotros nos dé dolor de estómago, se pueden ofrecer beneficios que son legales y sostenibles en el tiempo: de reducción de las penas, incluso de cierre de investigaciones penales en esos casos a cambio de medidas concretas para una transición democrática. Y en el caso de las violaciones de derechos humanos, si vos salís de los casos más graves de crímenes contra la humanidad, el derecho internacional sí te permite ofrecer ciertos beneficios. Entonces, yo lo que creo es que la única manera de salir de esto es, por un lado, elevando fuertemente la presión internacional, elevando el costo de lo que están haciendo y, por otro lado, ofreciendo un puente de salida a los que no están implicados en crímenes contra la humanidad y no están en una lista negra. Tienen que entender que, si ellos adoptan ciertas medidas, y me refiero dentro del poder electoral, el poder judicial, las fuerzas de seguridad, las fuerzas armadas, no van a estar en esa lista negra y pueden ver un futuro mejor para ellos en una transición democrática que aferrándose al poder y siguiendo ciegamente las órdenes de los que están en esa situación que no tiene salida.
Mencionó algunas cualidades de María Corina Machado. ¿Podría describir su liderazgo?
Desde hace décadas que ella es una líder política y siempre fue muy dura con el chavismo, que le ganó una fama de radical. Y en el último año ella ha demostrado que entiende la política mucho más allá del interés de figurar. Y eso la ha hecho una pieza clave de esta transición y de todo este momento. Cuando fueron las primarias, la gente pensaba que ella iba a abandonar la ruta electoral si no ganaba. Ganó. La gente pensaba que iba a abandonar la ruta electoral si ella no era la candidata. Continuó. La que ella sugirió como candidata no la pudieron anotar y apoyó a Edmundo González. Y hoy sigue siendo la cara visible y activa dentro del país. Y creo que lo más importante que hizo en el último tiempo es conectar con la gente. Yo no recuerdo un líder desde Chávez que haya logrado conectar así con el pueblo de Venezuela. Su campaña en gran medida se enfocó en que ella es madre, sus hijos están afuera y ella quiere reunificar a Venezuela. Y habiendo casi ocho millones de personas que se fueron, eso le toca el corazón a todo el mundo. Entonces logró, a pesar de ser ingeniera, bilingüe, de élite, conectar hasta en las zonas más rurales. Y lo hizo por el mensaje y porque se recorrió el país en circunstancias muy adversas y difíciles.
Con Edmundo González en España, Maduro intentará desmoralizar a la oposición y mostrarla quebrada, rota.
Yo creo que este es el momento para que el liderazgo opositor muestre que, a pesar del cambio de circunstancias, María Corina sigue liderando esto desde adentro y Edmundo González va a hacer lo propio desde afuera. Porque el gobierno de Maduro está pretendiendo mostrar el destierro de Edmundo González como una victoria que desarticula a la oposición. Y eso es un obstáculo más que la oposición tiene que sobrellevar hacia adelante. Es un momento de oportunidades en la oposición si lo logra articular bien. Es el momento de la oposición de poder mostrar esa fortaleza.
ASTRID PIKIELNY
PARA LA NACIÓN (ARGENTINA) - GDA