La semana entrante, la presidente del consejo de ministros de Italia, Giorgia Meloni, cumple dos años en el Palacio Chigi en Roma, sede de la jefatura de gobierno, con la popularidad intacta y el viento a favor para seguir adelante con su política que ha resultado mucho más moderada de lo que anunciaba su discurso de campaña en 2022, marcado por un radicalismo de derecha que asustaba a muchos en Italia y en toda Europa.
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Pocos se atreven hoy a acusar a Meloni, como lo hacían entonces, de neofascista, a la vista de un gobierno que se ha alineado con la Unión Europea, respalda a Ucrania ante la invasión rusa y milita en la política de seguridad de la Otán.
Muy distante ha estado del extremismo derechista de los amigos de Vladimir Putin en Europa, como el húngaro Vícktor Orban, los radicales alemanes de la AfD o incluso el italiano Matteo Salvini, líder de la Liga, principal partido aliado de Meloni.
Con Macron devaluado, Scholz tambaleándose, y Sánchez desprestigiado, Meloni se destaca como líder europea
“Muy lejos queda -le dijo hace poco al diario ABC de Madrid, el politólogo Giovanni Orsina, de la universidad Luiss de Roma- la narración instrumental y ridícula que inicialmente se hizo, a la llegada al poder de Meloni, presentándola sobre todo en el extranjero como la antesala de leyes fascistas”.
En un sondeo de inicios de septiembre del Instituto Piepoli, Meloni -de 47 años- era la dirigente política mejor valorada del país: obtenía la confianza del 43 por ciento del público, muy por encima de cualquiera de los líderes opositores.
Con 28,5 por ciento de la intención de voto en la misma encuesta, el partido Hermanos de Italia de Meloni está dos puntos y medio por encima de lo que obtuvo al ganar las parlamentarias en 2022. Por su parte, el opositor Partido Democrático, de centro-izquierda, se mantiene en el mismo 23 % de esas votaciones, mientras el otrora popular Movimiento 5 estrellas queda anclado en el 11,5 %, Forza Italia está en 9 % y la Liga de Salvini se estanca en 8,5 %. Incluso entre opositores, Meloni despierta simpatías.
La conocida ‘influencer’ de izquierda y defensora de los derechos LGBTIQ+, la abogada Cathy La Torre, valora “el talento comunicativo de Meloni, sin comparación en Italia…”.
La Torre les ha dicho a sus amigos de la oposición que “si no cambiamos, veremos a Meloni en el gobierno por muchos años”, todo una novedad en un país donde, con contadas excepciones, los jefes del Ejecutivo duran año y medio, dos o tres años.
Meloni logró frenar la inmigración ilegal: en 2024, 62 por ciento menos de refugiados en las playas de Italia
Ángel Gómez Fuentes, analista y corresponsal del ABC de Madrid en Roma, listó hace pocos días cinco puntos clave del éxito de Meloni en Italia.
El primero es haberse puesto -como buen miembro de la Otán que es Italia- del lado de Ucrania frente a Rusia, sin atender los llamados de su putinista aliado Salvini, y en sintonía con la inmensa mayoría de sus compatriotas que rechaza la invasión rusa.
Segundo, en materia económica, ha frenado el gasto y el alza de la deuda pública, y le ha alcanzado para hacer algunas reducciones de impuestos. Tercero, se ha jugado por la Unión Europea y ha comenzado a pesar en un continente que se ha quedado sin líderes, con el francés Emmanuel Macron muy devaluado, el alemán Olaf Scholz luchando para no caerse, y el español Pedro Sánchez debilitado por sus pactos con el independentismo catalán y los casos de corrupción de su gobierno.
El cuarto tema son sus iniciativas de reforma sobre la autonomía regional, los cambios en el sistema judicial, y la propuesta para fortalecer el cargo de jefe de gobierno (equivalente a primer ministro), con la idea de que éste sea elegido por voto popular directo y para un periodo de cinco años, y que pueda gobernar apoyado por una sólida mayoría parlamentaria, pues el partido más votado obtendría el 55 por ciento de los escaños.
Esta idea gusta a una amplia franja de italianos, cansados de la inestabilidad crónica de sus gobiernos. Pero no le cae bien a todos los partidos políticos, que sienten que la reforma les quitaría poder.
¿Cómo logró Meloni ponerle freno a la inmigración ilegal?
La quinta razón -y quizás la más importante- del buen viento de Meloni en estos 24 meses, es el freno a la inmigración ilegal, en su inmensa mayoría procedente de África.
La caída del 62 por ciento en la cantidad de migrantes desembarcados en las playas de Italia entre enero y agosto de este año, frente al mismo periodo en 2023, es un resultado que ha impactado no sólo a la opinión pública italiana, sino a la del continente, donde este tema ha servido para alimentar el discurso xenófobo y racista de la extrema derecha.
En tiempos de campaña, el partido de Meloni pregonaba ideas radicales como el uso de la Marina de guerra para que, a la fuerza, frenara en altamar la llegada de las barcazas de migrantes. Pero, a la hora de gobernar, en vez de tender una herradura defensiva con sus barcos de guerra para proteger la bota italiana así como las islas circundantes como Lampedusa y Sicilia, Meloni apostó por negociar con países como Túnez para que la interdicción a las barcazas comenzara en las playas de partida en las costas africanas.
Mientras negociaba, tardaron los resultados, de modo que en 2023, cuando Meloni cumplió su primer año, Italia sumaba más de 113.000 migrantes sin papeles llegados entre enero y agosto, un aumento del 100 por ciento frente a los 56.000 de ese mismo lapso en 2022. Pero, en 2024 la tendencia se ha revertido de modo dramático, y el total de refugiados hasta fin de agosto iba en 41.000
¿Cómo lo logró? Matteo Villa, investigador del Instituto de Estudios Políticos Internacionales de Milán, explicaba a propósito de la olvidada propuesta de un bloqueo naval: “Cuando no se concretó, porque era imposible, el gobierno implementó estrategias similares a las de los ejecutivos, incluso de izquierdas, que la precedieron”, dijo al diario español El Confidencial.
En ese sentido, Meloni trazó tres directrices para su política de control migratorio.
La primera es una externalización de las fronteras (que ya había sido desarrollada en el pasado por la Unión Europea) y que consiste en acuerdos de cooperación con los países de donde parten los migrantes, como Túnez y Libia, los principales orígenes en el caso de los flujos hacia Italia, aunque la mayoría de los refugiados no procede de esos países sino que llega ahí procedente del centro de África, donde hay graves conflictos armados, miseria y hambrunas.
Nunca detendremos la inmigración ilegal sin afrontar las causas que empujan a una persona a abandonar su casa
Por cuenta de esos acuerdos, la UE e Italia pagan al gobierno del presidente Kais Saied de Túnez, y a las milicias que controlan buena parte de Libia, para que detengan a los migrantes y les impidan embarcarse para atravesar el Mediterráneo hacia las islas y la península italiana.
Una segunda directriz es el control a las operaciones de las ONGs que trabajan en el Mediterráneo en la protección de los migrantes, algunas de las cuales han sido acusadas de complacencia con las mafias que se lucran del tráfico de refugiados.
La tercera línea de trabajo de Meloni es la externalización de llegadas, para que los migrantes que logren atravesar el mar, sean acogidos por terceros países.
En noviembre de 2023, Meloni firmó un acuerdo con el gobierno de Albania para establecer en ese país, con fondos italianos, centros de acogida de los migrantes, que luego son repatriados a sus países.
No obstante, los mismos han sido criticados y descritos como "una prisión”, como se lo dijo a France 24 el diputado Agron Shehaj, crítico del acuerdo promovido por Italia y aceptado por su Gobierno.
Críticas y dudas de sostenibilidad del plan migratorio de Meloni
Para Villa, lo que más ha contribuido a la baja de los migrantes es la primera directriz, pues a cambio de importantes fondos monetarios, tanto el gobierno de Túnez como las milicias libias se animan a detener de manera masiva a los migrantes antes que se embarquen. No es un invento nuevo. Un acuerdo similar había operado en 2017, cuando gobernaba a Italia una coalición de centro-izquierda.
El mecanismo es criticado por organizaciones de derechos humanos, pues tanto en Túnez como en Libia, los refugiados son maltratados de manera sistemática. Muchas mujeres, incluso menores de edad, han sido violadas, y cientos de migrantes han sido expulsados hacia el desierto, donde quedan abandonados a su suerte, sin comida ni bebida.
Esto ha desalentado los flujos desde el centro de África hacia Túnez y Libia, y en consecuencia, ha frenado las travesías hacia Italia.
Más allá de las críticas, la realidad para el público italiano es que este año han llegado muchísimos menos migrantes a sus costas. Pero, ¿qué tan sostenible es esto a largo plazo?
Mientras la UE, y la propia Italia, giren fondos al gobierno tunecino y a las milicias libias, es factible suponer que el freno al flujo de refugiados continúe. El acuerdo firmado en 2023 previó que la UE entregase más de 100 millones de euros a Túnez.
Meloni sabe que estos acuerdos ayudan a contener la emergencia actual, pero no son una solución estructural. Por eso, lanzó en enero el plan Mattei -en homenaje al líder democristiano Enrico Mattei de los años 50-, con un programa de inversiones por 5.500 millones de euros en agua potable, salud, agricultura, educación, energía, infraestructura física y digitalización.
Elegir por voto popular directo al jefe de gobierno, por 5 años, gusta a un país cansado de gobiernos inestables
En su primera etapa, el plan desarrollará proyectos piloto en Túnez, Argelia, Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Etiopía, Egipto, Kenia, Marruecos y Mozambique.
“Nunca detendremos la inmigración ilegal en masa ni derrotaremos a los traficantes de seres humanos sin afrontar las causas que empujan a una persona a abandonar su casa”, sostuvo Meloni en la Cumbre Italia-África, en Roma, al presentar el programa. Y tiene razón. Pero de aquí a que el Plan Mattei rinda sus frutos, pasarán muchos años.
Sin embargo, por algo hay que comenzar. Y, en todo caso, nadie puede decir que, con su contenido social y su búsqueda de una solución de fondo, el plan de Meloni es un proyecto de la extrema derecha populista, una corriente de la que la jefa del gobierno italiano luce cada día más alejada.
MAURICIO VARGAS LINARES - Analista Senior - EL TIEMPO - mvargaslina@hotmail.com / IG: @mvargaslinares