El papa Francisco falleció este lunes en su residencia de la Casa Santa Marta, según anunció en un vídeo mensaje el camarlengo, el cardenal Kevin Joseph Farrel.
"Con profundo dolor tengo que anunciar que el papa Francisco ha muerto a las 7:35 a. m. (hora local) de hoy, el obispo de Roma ha vuelto a la casa del padre, su vida entera ha estado dedicada servicio del Señor y de su Iglesia y nos ha enseñado el valor del evangelio con fidelidad, valor y amor universal y en manera particular a favor de los más pobres y marginados", anunció Farrel.
Francisco, que había estado ausente en todos los ritos de la Semana Santa al seguir convaleciente tras su hospitalización, apareció por última vez este domingo en el balcón de la logia central de la fachada de la basílica de San Pedro para la bendición Urbi et Orbi.
Perfil del papa Francisco
Las campanas de la Basílica de San Pedro ‘doblan a muerto’.
Su repique anuncia el fallecimiento del argentino Jorge Mario Bergoglio a los 88 años de edad. Fue el primer Papa latinoamericano en la bimilenaria historia de la Iglesia católica.
El día de su elección como 266.º sucesor de Pedro, aquel 13 de marzo de 2013, sus primeras palabras ante la multitud de fieles que abarrotaban la Plaza de San Pedro fueron: “Ustedes saben que el deber del cónclave era dar un obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo...”.
Para ese momento, el cardenal Bergoglio llevaba 15 años como arzobispo de Buenos Aires y, antes de viajar al cónclave tras la dimisión de Benedicto XVI, adelantaba los preparativos para su retiro de la esfera pública y eclesiástica. Incluso, ya tenía reservada desde hacía un tiempo la habitación 13 del Hogar Sacerdotal Monseñor Mariano Espinosa, en el barrio de Flores, el mismo donde había nacido y crecido.
A sus 76 años era consciente de su inminente llegada al grupo de los Eméritos. Foto:AFP
A sus 76 años era consciente de su inminente llegada al grupo de los Eméritos, toda vez que la edad de jubilación para los obispos y cardenales de la Iglesia católica es a los 75 años, según el Código de Derecho Canónico, si bien se le había pedido permanecer dos años más en el cargo luego de presentar su renuncia en diciembre de 2011.
Pero los caminos de Dios son misteriosos y distintos a los de los hombres, según reza la sapiencia bíblica. Jorge Mario llegó a Roma el 27 de febrero -un día antes de que la sede petrina quedara vacante tras la salida de Joseph Ratzinger-. Su boleto de regreso al país austral estaba previsto para el 23 de marzo, en plena víspera de Semana Santa. De hecho, a su amigo Daniel del Regno, quiosquero de la Plaza de Mayo, en Buenos Aires, le había pedido que en su ausencia le hiciera llegar el periódico a la Curia. No había duda de que sus planes para la última etapa de su vida apuntaban a quedarse en su ciudad natal ubicada a 11.345 kilómetros de Roma, en el cono sur del continente, en el “fin del mundo”, como lo insistía.
¿Con qué nombre quiere ser llamado?, este respondió: Me llamaré Francisco
No obstante, Bergoglio fue elegido Papa en la quinta votación de aquel cónclave. El cardenal brasileño Claúdio Hummes (1934–2022), quien se encontraba a su lado, lo abrazó y le susurró: “No te olvides de los pobres”. Acto seguido, cuando el cardenal Giovanni Battista Re, en nombre del colegio cardenalicio le preguntó a Bergoglio: “¿Con qué nombre quiere ser llamado?”, este respondió: “Me llamaré Francisco”.
El místico que impulsó la renovación de la Iglesia en el siglo XII. Foto:Vatican Media/EFE
El primer Papa latinoamericano, el primer Papa jesuita y el primero en adoptar su nombre en honor a san Francisco de Asís, el místico que impulsó la renovación de la Iglesia en el siglo XII dejando atrás una vida de privilegios y opulencia para tornarse en un poverello (pequeño pobre), servidor de los pobres y hermano de todas las criaturas.
Hijo de migrantes
La sensibilidad y cercanía que Francisco siempre tuvo con los migrantes y, en general, con los más pobres y “descartables” de la sociedad, se remonta a sus orígenes.
Jorge Mario nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936. Ocho días después, el 24 de diciembre, fue bautizado en la basílica de María Auxiliadora de Almagro. Hijo de migrantes de la región del Piamonte italiano, fue el mayor de cinco hermanos. Su padre, Mario Bergoglio, ejerció como contador y empleado en el ferrocarril, mientras que su madre, Regina Sívori, se ocupaba de la casa y de la educación de los hijos.
Un joven Jorge Bergoglio, actual papa Francisco. Foto:@porqueshistoria / X
Sus primeros años de vida transcurrieron entre los barrios de Flores y Almagro donde vivían sus abuelos paternos y maternos, respectivamente. Según Austen Ivereigh, su principal biógrafo: “La mayor influencia durante su infancia la ejerció su abuela Rosa, una mujer formidable de profunda fe y aptitudes políticas” que en la década de 1920 había participado activamente en la Acción Católica Italiana.
Curiosamente, en su última intervención durante el Sínodo de los Obispos, en octubre de 2022, Bergoglio afirmó: “Generalmente, (recibimos la fe) de nuestras madres y abuelas, una fe transmitida en dialecto femenino”. Y es que su abuela Rosa también le enseñó a amar la literatura italiana. A través de ella conoció clásicos como Los novios, de Alessandro Manzoni, que luego citaría en varios de sus discursos y escritos pontificios.
La de Jorge Mario era una vida familiar sencilla y alegre, marcada por el amor, la vivencia de la fe y el regocijo de la mesa compartida, en especial los fines de semana, que abonaron el terreno de su vocación al sacerdocio cultivado desde sus 17 años.
De joven se interesó por el estudio y pasaba el día leyendo, sin que ello limitara su pasión por el fútbol y, de modo particular, por San Lorenzo de Almagro, el más modesto de los equipos de Buenos Aires, fundado en 1907 por el padre salesiano Lorenzo Massa.
Jesuita y pastor
Luego de diplomarse como técnico químico, ingresó primero al seminario diocesano de Villa Devoto, y después, el 11 de marzo de 1958, al noviciado de la Compañía de Jesús. Durante sus primeros años como jesuita completó en Santiago de Chile sus estudios en humanidades -que incluía ciencias clásicas, historia, literatura, latín y griego-. A su regreso a Argentina se licenció en filosofía en 1963, y entre 1964 y 1966 fue profesor de literatura y psicología en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe.
Al regresar a Argentina fue nombrado maestro de novicios en Villa Barilari (1972–1973). Foto:AFP
Fue en ese tiempo cuando Bergoglio invitó al escritor, poeta, ensayista y traductor argentino Jorge Luis Borges a dar un seminario sobre “Martín Fierro y la literatura gauchesca”. Corría el año de 1965 y sería el inicio de una entrañable amistad con una de las figuras claves para la literatura universal.
En los años siguientes, de 1967 a 1970, Bergoglio obtuvo la licenciatura en teología en el Colegio Máximo de San José, siendo uno de sus profesores el también jesuita Juan Carlos Scannone (1931–2019), uno de los mayores exponentes de la Teología del pueblo que tanto influyó en el pensamiento y actuar pastoral del futuro Papa argentino, en consonancia con la opción preferencial por los más pobres que ha abanderado la Iglesia latinoamericana desde el siglo pasado.
Una vez ordenado sacerdote, el 13 de diciembre de 1969, Bergoglio continuó su proceso de formación en la Compañía de Jesús. Entre 1970 y 1971 vivió en Alcalá de Henares (España) donde realizó la tercera probación para ser jesuita.
Al regresar a Argentina fue nombrado maestro de novicios en Villa Barilari (1972–1973), en la Provincia de Buenos Aires, responsabilidad que alternó con la docencia en la facultad de teología, entre otros servicios.
Una vez ordenado sacerdote, el 13 de diciembre de 1969, Bergoglio continuó su proceso de formación. Foto:EFE
Ya para ese tiempo su liderazgo espiritual y su autoridad pastoral le merecieron la confianza de los suyos, al ser elegido provincial de los jesuitas de Argentina entre 1973 y 1979, periodo durante el cual afrontó la cruda dictadura de Jorge Rafael Videla, quien llegó a secuestrar, torturar y asesinar a cientos de personas, incluyendo a numerosos miembros de la Iglesia católica, como los jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics, secuestrados el 23 de mayo de 1976, por cuya liberación abogó Bergoglio. No obstante, no son pocos los que lo criticaron por no haber hecho “lo suficiente” ante el oscuro panorama de entonces.
A partir de 1980 le fueron confiadas nuevas responsabilidades en la Compañía de Jesús, como rector del Colegio Máximo de San Miguel (1980–1986), que incluía las Facultades de teología y filosofía, mientras que también ejercía como párroco de San Miguel.
Luego, en 1986 fue enviado a Alemania para ultimar detalles de su tesis doctoral. A su regreso fue destinado a otras labores antes de su llegada a la ciudad de Córdoba, donde fue director espiritual y confesor entre 1990 y 1992, un tiempo que muchos consideran como de “purificación” o lo que los místicos llaman “la noche oscura del alma” -Los dos Papas, el filme de Fernando Meirelles, lo retrata muy bien-. En aquellos años, su talante espiritual se evidenció en tres obras de su autoría: Meditaciones para religiosos (1982), Reflexiones sobre la vida apostólica (1986) y Reflexiones de esperanza (1992).
'Lo miró con misericordia y lo eligió'
El 20 de mayo de 1992, Juan Pablo II nombró a Jorge Mario Bergoglio obispo auxiliar de Buenos Aires. Su ordenación episcopal tuvo lugar el 27 de junio de manos del cardenal Antonio Quarracino. El lema que escogió como obispo —presente en su heráldica—, también inspiró su pontificado: Miserando atque eligendo (“lo miró con misericordia y lo eligió”).
El 20 de mayo de 1992, Juan Pablo II nombró a Jorge Mario Bergoglio obispo auxiliar de Buenos Aires. Foto:AFP
Tras el fallecimiento de Quarracino, Bergoglio asumió las riendas de la arquidiócesis de Buenos Aires el 28 de febrero de 1998, tornándose también en arzobispo primado de Argentina y gran canciller de la Universidad Católica Argentina. Luego, el 21 de febrero de 2001 Juan Pablo II lo creó cardenal.
Su rol en la Iglesia argentina y latinoamericano no pasó inadvertido, como presidente de la Conferencia Episcopal Argentina en dos periodos consecutivos, entre 2005 y 2011, y como presidente de la comisión de redacción del Documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que tuvo lugar en 2007, en la ciudad de Aparecida (Brasil). El ‘Documento de Aparecida’ -como se le conoce- sería fuente de referencia e inspiración en su Magisterio como pontífice.
De igual forma, antes de su elección como sucesor de Pedro, en 2013, el cardenal Bergoglio hacía parte de diversos organismos de la curia romana, como las Congregaciones para el clero, para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, y para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica.
Asimismo, era miembro del consejo pontificio para la familia y de la comisión pontificia para América Latina. Además, fue relator general del Sínodo de los Obispos de 2001, que reflexionó sobre la misión de los obispos, y participó en el cónclave de 2005, cuando Benedicto XVI fue elegido sucesor de Juan Pablo II.
El Papa de las periferias
El Papa del “fin del mundo” fue también el Papa de las periferias. Desde sus primeros gestos, cuando renunció al lujoso Palacio Pontificio y decidió habitar en la Casa de Santa Marta o cuando marcó el inicio de su pontificado desplazándose hasta la Isla de Lampedusa, al sur de Italia, para solidarizarse con las víctimas del Mediterráneo y abanderar, desde ese momento, las políticas de acogida e integración a favor de los migrantes, aunque la suya fuera como “una voz que clama en el desierto”.
Francisco fue el pastor ‘con olor a oveja’ que lo arriesgó todo para llevar a la Iglesia católica a las fronteras geográficas y existenciales donde la vida clama.
“Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”, apostilló en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, en la que plasmó su Plan programático.
Fue el Papa que denunció con vehemencia el crimen socio-ambiental. Foto:EFE
Fue el pontífice de la misericordia que durante más de una década insistió una y otra vez que la Iglesia debía ser “pobre para los pobres”, “hospital de campaña” para sanar las heridas de la gente y una Iglesia abierta a todos, sin distingo alguno. Fue el Papa que le apostó a la paz e hizo todo lo necesario por lograr el fin de la guerra, porque para él “¡toda guerra es una derrota!”.
Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades
Fue el Papa que denunció con vehemencia el crimen socio-ambiental y abogó por el cuidado de la Creación y el cambio climático en su encíclica Laudato si, y en su exhortación apostólica, Laudate Deum. Fue el Papa que sostuvo la esperanza en tiempos de la pandemia del covid-19 y recordó a los líderes del mundo que “de una crisis no se sale igual: o salimos mejores o salimos peores”.
Fue el líder espiritual que asumió sin dilación el flagelo de los abusos sexuales y de otro tipo en la Iglesia, escuchando a las víctimas y pidiéndoles perdón. También fue el Papa que experimentó la oposición al interior de la propia Iglesia y, sin embargo, no escatimó esfuerzos por mantener la unidad y la comunión entre los católicos, sin que eso significara renunciar a sus convicciones.
En su último cumpleaños, el 17 de diciembre de 2023, dijo: “Nosotros, solos, no podemos salvarnos: sólo en Dios encontramos la luz de la vida”. Y, enseguida, como queriendo remarcar que no todo hay que dejárselo a Dios, señaló: “Cada uno, con el servicio, la coherencia, la humildad, con el testimonio de vida, puede ser una lámpara que brilla y ayudar a los demás a encontrar el camino”.
Quizás, Francisco nos estaba compartiendo una parte de su testamento espiritual, y solo ahora, cuando celebramos su Pascua, nos hemos dado cuenta.
ÓSCAR ELIZALDE PRADA (*)
Especial para EL TIEMPO
En Twitter: @OscarElizaldeP
(*) Doctor en comunicación social. Consultor del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano.