Por séptimo año consecutivo, la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo) se ha esmerado por ser un espacio para todos. No hay barreras para personas sordas, ciegas o con otras discapacidades, ni para personas mayores que tengan problemas de movilización. Además, la programación fue construida para diversos intereses y condiciones, lo cual muestra el compromiso con la inclusión del evento cultural más importante de Colombia.
“La FILBo 2025 es una feria pensada para todas y todos, desde la primera infancia hasta los lectores especializados, nuestra programación cultural y literaria dialoga con los temas urgentes del presente: el cuerpo, la migración, la memoria, la diversidad. Más de 2.300 actividades en Corferias y más de 200 en librerías, bibliotecas, colegios y casas de la cultura en Bogotá y 11 ciudades del país consolidan un modelo de feria verdaderamente descentralizado, ya que no se queda en el recinto ferial: se mueve con la gente, con las regiones, con los territorios. Y eso es posible gracias a una gran alianza interinstitucional que pone la lectura en el centro de la vida cultural del país”, explica Adriana Ángel Forero, directora de la FILBo 2025.
FilBo 2025 Foto:Juan Goma
La feria ha dispuesto una amplia gama de apoyos. Es así que 50 eventos contarán con interpretación en Lengua de Señas Colombiana (LSC), garantizando el acceso a la información a las personas sordas. También, las personas con discapacidad visual contarán con planos en braille y audiodescripción en diversos espacios para que puedan moverse con total autonomía, y quienes requieran sillas de ruedas podrán disponer de ellas. De igual forma, la feria dispondrá de espacios libres de estímulos para quienes necesiten un momento de calma y contará con el acompañamiento de personal capacitado, que será fácil de ubicar por sus camisetas verdes con mensajes de FILBo Incluyente.
Todo esto se ha conseguido gracias a la labor de un gran número de aliados liderados por la Cámara Colombiana del Libro. De esa manera, a este esfuerzo se han sumado entidades del Gobierno Nacional, como el Instituto Nacional para Ciegos (INCI) y el Instituto Nacional para Sordos (Insor), y de la Alcaldía Mayor de Bogotá, como la Secretaría Distrital de Integración Social. También organizaciones como Fundación Saldarriaga Concha, Asdown, Cerlalc, Fundación Fahrenheit 451, Liga Colombiana de Autismo (Lica), Biblored y Programa Acción por la Igualdad y la Incusión Social (Paiis) de la Universidad de Los Andes.
“Estos esfuerzos de garantizar espacios para todas las personas y hacer encuentros para dialogar sobre la diversidad fueron reconocidos en París (Francia) el año pasado por la International Forum of Inclusion Practitioners (Ifip), en alianza con la Unesco. Toda esta experiencia y conocimiento lo vamos a consolidar en una guía para eventos culturales accesibles. Una guía que los aliados vamos a entregar al Ministerio de Cultura y a las otras ferias del libro regionales, nacionales e internacionales”, señala Lina Aristizabal, líder de Educación y Formación de la Fundación Saldarriaga Concha.
El cuerpo, protagonista
Este año, el lema de la FILBo es ‘Las palabras del cuerpo’ y, como señala Mónica Cortés, directora ejecutiva de Asdown Colombia, “es un lema que nos invita a pensar en las personas con discapacidad porque tienen unos cuerpos que a veces creemos que no deben estar en los diferentes escenarios”.
Precisamente, vino a conversar a la FILBo 2025 la escritora ecuatoriana Karina Marín, doctora en literatura y madre de una persona con discapacidad intelectual. En su libro Sostener la mirada: Apuntes para una ética de la discapacidad, invita a pensar que el problema no está en la discapacidad, está en el concepto de normalidad que tenemos y en que no nos miramos unos a otros.
La escritora Karina Marín compartió sus puntos de vista de conceptos como el cuerpo y la normalidad. Foto:Suministrada
Entre los invitados también está la española Carolina Ballester, directora de la Organización Internacional para el Libro Juvenil (Ibby, por sus siglas en inglés), un colectivo que hoy integran asociaciones y personas de todo el mundo comprometidas con la garantía del derecho a la lectura y a libros de calidad para niñas, niños y jóvenes. Por ello, cada dos años se recopila y cataloga una selección de obras accesibles para personas con discapacidad, con las 85 secciones que tiene en todo el mundo, 17 de ellas en América Latina y el Caribe. La sede principal está en Suiza; en Colombia está desde 1982. Por primera vez, se presentará en la FILBo una exposición internacional de libros infantiles accesibles de Ibby, con señalización en braille, lengua de señas, subtitulación y códigos QR para que todas las personas disfruten de la lectura sin barreras. EL TIEMPO conversó con Marín y Ballester.
¿Por qué su interés en la discapacidad y su manera de reflexionar sobre la normalidad?
No soy yo quien ha propuesto pensar la discapacidad como una crítica a la normalidad. Esa es más bien la base de la que parten los Estudios Críticos en Discapacidad, en los que me inscribo. Son autores de la academia anglosajona, como Lennard Davis o Tobin Siebers, quienes apuntaron hace años que la problemática de la discapacidad surge en la manera en la que la normalidad ha sido construida. Es desde ahí que yo propongo pensar, por ejemplo, las formas en las que nos miramos, o las formas en las que escribimos, y me interesa hacerlo porque soy madre de una persona que carga en su cuerpo la marca histórica de la discapacidad. Lo que hago es poner en crisis mi propia mirada, e incluso mi propia maternidad.
¿A qué conclusiones ha llegado sobre el concepto de cuerpo normal en la sociedad?
No me interesa llegar a conclusiones, pero sí formular preguntas, para mí misma y para quienes se animen a integrar esta conversación. Esas preguntas giran en torno a si es posible determinar algo como un “cuerpo normal”. ¿Quién es normal? ¿Desde qué ideas se define la normalidad? En mis clases suelo pedir que levante la mano quien considere que tiene un cuerpo normal. Nunca, nadie, lo ha hecho. La normalidad en el cuerpo es una idea de la estadística, que en algún momento entre los siglos XVIII y XIX definió que el cuerpo normal era el cuerpo productivo, es decir, el del hombre blanco heteronormado. Todo lo que no cumple con esos requisitos es problemático hasta hoy.
¿Por qué la invitación a posar los ojos en un cuerpo que no resulta agradable a la vista? ¿Esa actitud no podría resultar ofensiva para quien se mira?
Justamente, lo que resulta o no agradable de ver está determinado por varios factores culturales, históricos e incluso económicos. ¿Cómo y quién define “lo bello”? Es posible animarnos a pensar más allá de lo prestablecido. La invitación a sostener la mirada tiene la intención de reivindicar un derecho (...). Me refiero al derecho a tener una imagen, el derecho a ser un cuerpo visto, luego de siglos de invisibilización. En ese sentido, es comprensible que nos preguntemos cómo esa mirada podría incomodar –podríamos pensar en el voyerismo, por ejemplo–. Sin embargo, la mirada del voyeur es unidireccional. El sostenimiento de la mirada que propongo es una apuesta de doble vía: miro al mismo tiempo que yo misma deseo ser mirada.
Usted ha señalado que la “discapacitación” ha sido una estrategia para consolidar una normalidad que raya en la ideología (por ejemplo, los ataques a los ojos durante el estallido social en Colombia). ¿Eso cómo está relacionado con “discapacitar la mirada”?
En el caso de los ataques a los ojos durante estallidos sociales en distintas partes del mundo –pasó también en Ecuador, país en el que nací, pero también en Chile, en Haití, etc.– esa discapacitación se entiende como la intención de dañar un cuerpo (...). En ese acto violento no hay posibilidad de encuentro. Lo que propongo, es la posibilidad de una ética que asuma la discapacidad como un camino para el encuentro colectivo.
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Carolina Ballester, directora de la Organización Internacional para el Libro Juvenil (Ibby).
¿Cómo está la garantía del derecho a la lectura de niñas y niños en el mundo y qué retos tiene Ibby para avanzar?
No te voy a mentir, estamos en un momento muy difícil porque no solo el derecho a la lectura se está vulnerando; es la mera noción de derecho, la noción de solidaridad, de cooperación internacional, que es el cemento de Ibby. Ibby lo crea una periodista alemana judía al salir de la Segunda Guerra Mundial, que al volver a su país se encuentra con unos niños sin acceso a libros y un bagaje ideológico que se había construido durante el nazismo. Pensó que trayendo libros de todo el mundo se podían tejer puentes y mejorar el entendimiento entre las culturas. Entonces, consideramos que los libros son una herramienta de paz internacional. Hoy en día, esos conceptos están bastante mermados, pero nosotros seguimos creyendo en nuestra misión. Nuestro nuevo lema es: la alegría es una forma de resistencia.
¿Cuándo arranca Ibby con los libros accesibles y con qué objetivo?
La colección nace formalmente en 1991, fue el resultado de un acercamiento entre Ibby y un centro de investigación en Noruega, con la idea de fomentar la investigación sobre los libros accesibles. El cimento de esto es que los niños tienen derecho al acceso al libro y al libro de calidad.
¿Qué balance hace?
Estos libros han viajado mucho. Aprecio que la forma en la que se ha tenido en cuenta la accesibilidad de la exposición en la FILBo, a través de fichas y mobiliario adaptados para diferentes públicos. Esto demuestra la importancia que se da al tema de la inclusión y la accesibilidad.