La noticia del inicio de los diálogos socio-jurídicos entre el Gobierno Nacional y las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada (ACSN) fue recibida con entusiasmo en las veredas y corregimientos de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Para muchos, este anuncio representa la esperanza de una vida sin miedo, sin hombres armados patrullando los caminos y sin la sombra de la violencia acechando sus días.
“Nosotros queremos la paz, queremos que se acaben los enfrentamientos, que nuestros hijos crezcan tranquilos”, dice Rosa María Suárez, una lideresa comunitaria de la zona rural de Ciénaga.
“Hemos vivido años de zozobra con este grupo. Si se entregan, sería un alivio”, agrega.
La Policía busca generar la confianza en la ciudadanía. Foto:Prensa Policía
Sin embargo, en medio de las celebraciones, persiste una duda inquietante: ¿realmente este proceso significará el fin de la violencia en esta región?
Una guerra con múltiples frentes
Defensores de derechos humanos y expertos en seguridad advierten que la salida de las ACSN no implicaría el final del conflicto. Por el contrario, podría abrir la puerta a una nueva guerra entre los múltiples grupos armados que han tomado fuerza en el último año y que hoy disputan el control del Magdalena.
“La situación de seguridad en el departamento es bastante inestable y compleja”, advierte Lerber Dimas, defensor de derechos humanos.
“Si bien las ACSN tienen un dominio significativo en la Sierra Nevada, hay otras organizaciones con poder en la región, como Los Primos, Los Lapeiras, Los Costeños y el Clan del Golfo, que buscan expandirse. Y cada uno de estos grupos está dispuesto a matar o morir por el control del territorio”, añade.
El Magdalena, con su cercanía a los puertos y su vasta geografía selvática, ha sido un punto estratégico para el narcotráfico y las extorsiones.
Diferentes actores armados buscan instalarse en el departamento, según los expertos. Foto:Prensa Policía
Municipios como Fundación, Ciénaga, Aracataca, Zona Bananera, El Piñón y Pivijay han visto un aumento alarmante de la violencia, con asesinatos selectivos, enfrentamientos entre bandas y una población aterrorizada.
En Pivijay, en apenas cuatro días, cinco personas fueron asesinadas en medio de la disputa entre bandas criminales. En El Piñón, los habitantes fueron testigos de una balacera en plena madrugada, cuando Los Costeños y el Clan del Golfo se enfrentaron en el centro del pueblo.
“Las ráfagas de disparos nos despertaron. Pensamos que la guerra había llegado hasta la puerta de nuestras casas”, relata un comerciante de la zona.
El temor de quedar a la deriva
La mayor preocupación de las comunidades es que, con la desmovilización de las ACSN, la región quede a merced de grupos aún más violentos.
“No sabemos qué hacer, si pagar extorsión, a quién pagarle o si denunciar. El miedo es grande”, confiesa un comerciante de Fundación, quien prefiere mantener su nombre en reserva por seguridad.
Dimas detalla que, mientras las ACSN han dominado principalmente la Sierra y la zona rural entre Fundación y Santa Marta, en otros municipios los grupos armados han tejido su propia red de poder.
En Aracataca, Los Primos han consolidado su control, incluso con armamento pesado. En Ciénaga y Pueblo Viejo, los Lapeiras, una filial de los Gaitanistas, imponen su ley.
En el interior del departamento, el Clan del Golfo mantiene su hegemonía, aunque enfrenta una fuerte presión de Los Costeños, quienes han llegado desde Barranquilla y han comenzado a desplazar a los del Golfo mediante el terror y los combates urbanos.
Además, el Eln también representa una amenaza latente en el sur del departamento, lo que agrava aún más el panorama de seguridad.
Analizan negociación con las ACSN
El alcalde Carlos Pinedo celebró el inicio de diálogos con las ACSN. Foto:Prensa Alcaldía de Santa Marta
Para algunos analistas, la negociación con las ACSN es solo un capítulo dentro de una historia más amplia de violencia.
“El cese de actividades de un grupo no significa la paz si el Estado no ocupa los espacios que ellos dejan. Sin una estrategia integral de seguridad y desarrollo, otros actores criminales tomarán el control y la violencia continuará”, advierte Alberto Gómez, analista en temas de conflicto armado.
Las comunidades de la Sierra Nevada esperan que el proceso de paz no sea solo un espejismo. Para ellas, la verdadera paz llegará cuando puedan trabajar la tierra sin miedo, cuando sus hijos puedan estudiar sin la presencia de hombres armados en las escuelas y cuando el sonido que los despierte en la madrugada no sea el de un tiroteo, sino el del canto de los pájaros en la montaña.
Hasta entonces, la esperanza sigue siendo frágil y la incertidumbre, un peligroso compañero cada despertar.
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Roger Urieles
Para EL TIEMPO Santa Marta
En X: @rogeruv