‘Es posible luchar contra el monstruo de la prohibición’: Julián Quintero, director de Échele Cabeza

hace 1 semana 16

Julián Quintero lleva años librando una batalla en contra de la prohibición del consumo de sustancias psicoactivas. Este sociólogo pereirano, radicado en Bogotá desde hace más de dos décadas, combina el activismo con la investigación para cambiar el pensamiento que se tiene en Colombia sobre el uso de drogas. 

Desde el proyecto Échele cabeza –tal como se titula su primer libro– busca generar y difundir información sobre sustancias psicoactivas (SPA), además de la generación de prácticas de autocuidado. 

Ahora, como uno de los autores de Intermedio Editores, Quintero regresa la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FilBo) para presentar su nueva propuesta, titulada Entre líneas, de la cual conversó el pasado fin de semana, en Corferias, donde se celebra la edición 37 del certamen.

'Entre Líneas', libro de Julián Quintero

'Entre Líneas', libro de Julián Quintero Foto:JuanDa Camacho

Una de las premisas de este libro es que la lucha contra las drogas ha fracasado. ¿Por qué? 

Las sustancias psicoactivas han acompañado al ser humano desde que tenemos conciencia. Desde épocas milenarias las drogas han aparecido en contextos rituales o funcionales que le han ayudado a entender su entorno y, claro, si usas estas sustancias, y abusas de ellas, puedes tener problemas. Hace 150 años a una generación le dio por prohibirlas y es practicamente imposible prohibir la relación de los seres humanos con estas sustancias, lo que tenemos que hacer es entenderlas para ver hasta qué punto pueden darnos algún beneficio, pero también entender en qué momento son peligrosas. Yo creo que fue un error histórico que un grupo de personas decidiera eliminar una relación que tenemos con las sustancias desde hace miles de años.

El libro recopila ensayos y crónicas. ¿Qué aprendizajes le ha dejado este proceso y cómo ha cambiado la forma en la que entendemos en Colombia el consumo de drogas? 

Yo creo que es posible luchar contra ese monstruo de la prohibición con mucha paciencia. Con este libro lo que intenté –yo escribo informes, hago encuestas, manejo datos– pero lo que intenté fue contarle a la gente historias para reflejar la complejidad del tema de las drogas. El mensaje es que la sociedad está reconociendo que el prohibicionismo como enfoque fracasó y está buscando alternativas. Creo que el mundo lo está haciendo y a nuestro país le ha costado muchísimo hacerlo. En Colombia nos especializamos en innovar para fracasar en la prohibición. Entonces aquí se inventaron todas las formas de perder y ahora estamos pensando para cambiar. El velo de la conversación de cocaína, guerra y plantaciones no deja ver lo que hay debajo: reducción de daños, libertades individuales y derechos. Este país es uno de los más avanzados en reformas de políticas de drogas, y el mundo lo tiene que saber. 

¿Cuál es esa historia del libro que nadie debe perderse ? 

Hay varias. Por ejemplo, lo que ha pasado con chicos que han muerto en festivales de música electrónica, es algo que he tenido que vivir, a algunos los he visto fallecer, y de eso se trata de contar la historia desde lo vivido. Hay otra que tiene que ver con las requisas que no salen en Alerta aeropuerto, que muestra lo que coge pero no lo que no coge, porque quedan en ridículo. Una vez nos llamó Netflix para hacer una cuña para una de sus series, y les hicimos un análisis sociológico y no les gustó porque querían algo tonto... les decíamos, si saben cómo nos portamos para qué nos invitan a opinar. Son varias historias, algunas muy mediáticas otras no tanto, pero muy digeribles, para que la gente se acerque a este tema. 

¿Qué alternativas pueden plantearse desde la salud pública para abordar el consumo de drogas?

Hay tres cosas claras. Una es el tema pedagógico sin prejuicio desde la primera infancia. Desde el colegio hay que empezarles a hablar a los niños de las drogas, que existen unas plantas, que no son el problema, sino que el problema es la prohibición. Porque si no les hablamos a los niños de esto, después vendrán otras personas que sí lo harán en la adolescencia. Lo segundo es desprenderse del estigma de las personas que usan sustancias, porque seguir pensando que una persona que usa sustancias tiene problemas y no es funcional lo único que logra es que las personas no se asuman ni busquen ayuda. El 80 por ciento de las personas que consumen sustancias no tienen problemas graves asociados a ese consumo, aquí generalizaron lo mínimo. Y lo tercero es el tema de los servicios: por ejemplo, el mínimo vital de agua o las zonas de recuperación en los conciertos y las fiestas.

CAMILO PEÑA CASTAÑEDA - EDITOR CULTURA

CAMPEN@ELTIEMPO.COM

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