Entregan los primeros 10 kilómetros pavimentados de la Vía de la Ganadería en el centro del Magdalena

hace 14 horas 13

Por años, el centro del Magdalena fue una tierra partida por el lodo. No era solo una carretera destapada. Era una condena diaria que arrastraba a miles de personas al olvido.

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Cada vez que llovía, la vía entre Apure y Chibolo desaparecía. El camino se transformaba en trampa, en fango, en desesperanza. Y quienes la recorrían —campesinos, niños, mujeres embarazadas, ancianos, ganaderos— lo hacían sabiendo que allí no llegaban las ambulancias, ni los buses, ni las oportunidades.

“Una vez mi hijo se enfermó de madrugada y tuvimos que salir a pie. Nadie quería meterse por aquí con ese barro. Se nos pudo morir”, cuenta Miriam González, habitante del corregimiento de Apure. Su historia se repite en cada finca, en cada caserío.

El barro no perdonaba a nadie. Los niños llegaban a la escuela empapados o simplemente no llegaban. Los campesinos perdían cosechas completas porque los camiones no podían entrar. El ganado, a veces, moría atascado. En invierno, los tiempos se detenían y con ellos la vida. La pobreza se sentía más fuerte, como si además de estar lejos, también estuvieran olvidados.

Décadas de promesas sin cumplir

Por décadas, la vía fue una promesa reciclada. En cada elección llegaban con discursos, con planos en papel y palabras bonitas. Y luego, nada. Solo quedaban las huellas de las llantas sobre el barro y la rabia en la garganta.

Pero esta vez, algo cambió. Las máquinas llegaron y no se fueron. Día tras día avanzaban, quitando piedra, echando mezcla, nivelando. La gente miraba desde la distancia, sin decir mucho. “Hasta no ver, no creer”, murmuraban. Pero vieron. Y creyeron. Y lloraron.

Este fin de semana, los primeros 10 kilómetros pavimentados de la Vía de la Ganadería fueron entregados oficialmente. Por primera vez en la historia reciente, el asfalto pisa con firmeza sobre esta tierra de productores, de gente trabajadora que durante años vivió con el barro hasta las rodillas y las promesas hasta el cuello.

“Mis nietos ya no van a conocer ese calvario. No van a caminar descalzos en la lluvia para llegar a estudiar. Van a ir en moto, van a llegar limpios, como debe ser”, dice Carmen Romero, una mujer que vivió toda su vida en la zona.

Lo que antes tomaba 90 minutos en recorrer, ahora toma 22. Y no solo se trata del tiempo. Se trata de dignidad. De saber que por fin cuentan. Que ya no están aislados. Que ya no están tan lejos.

La vía completa tendrá 22 kilómetros y está pensada para conectar a más de 30.000 personas que viven de la ganadería, la agricultura y el comercio local. Personas que no quieren nada regalado, solo un camino por donde puedan avanzar.

“Esto no es solo asfalto. Esto es el principio de algo. Ahora sí podemos pensar en crecer, en vender más, en sacar los productos sin perder la mitad. Ahora sí se puede soñar”, dice Alirio López, un joven que planea montar un negocio de quesos en Chibolo.

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La obra fue gestionada por el gobierno departamental anterior que lideraba Carlos Caicedo y entregada por el actual Rafael Martínez, pero la verdadera protagonista es la gente. La misma que resistió, que empujó, que esperó. La misma que ahora celebra no por política, sino por justicia.