"Herrera, levanta el sombrero, que se vea. Alza y abre bien esos brazos, ¡muestra el bembe!"
El grito retumba entre el sonar de los tambores, el guache y la flauta de millo. Es Julio César Vanegas Ortíz quien lo lanza; un curtido cumbiambero de La Pollera Colorá, una de las cumbiambas más emblemáticas del Carnaval de Barranquilla, que en el 2025 llega a los 32 años.
Este año, bailaré junto a él y otras 50 parejas en los desfiles del Cumbiódromo de la Vía 40 y la Guacherna. Para eso tengo que sacar el bembe, como le llama Vanegas a esas explosiones de alegría del cumbiambero cuando escucha el sonido de la flauta de millo, el guache y las tamboras.
Julio César Vanegas Ortiz, conocido como El Yuca. Foto:Cortesía
Conozco a Vanegas desde hace años, por ser amigo de mi hermano Juan Carlos, quien lleva dos décadas en esta cumbiamba. Mientras ensayo, él se acerca y con la experiencia y sabiduría del maestro me corrige :
"El sombrero se coge así y hay que alzar bien el brazo. No puede tapar la cara de la pareja, ella es la esencia de la cumbia", me dice mientras mira a Ana María, mi esposa, quien decidió acompañarme en esta aventura de bailar cumbia en el Carnaval.
Tal vez muchos no reconozcan su nombre, pero si dicen ‘El Yuca’, de inmediato saben que se trata de una figura popular en Barranquilla. El apodo se lo pusieron de niño, en alusión a su color de piel. Era demasiado blanco en comparación con los otros niños del barrio.
Julio César Vanegas Ortiz, conocido como El Yuca. Foto:Leonardo Herrera EL TIEMPO
Al principio le molestaba, pero su hermana le trajo una gorra con la letra "Y" desde Estados Unidos, y su destino quedó sellado. "Anda, ahora sí me jodiste", pensó en ese momento, pero entendió que cuanto más rabia mostrara, más lo llamarían así. Al final, terminó adoptando con orgullo el sobrenombre.
Hoy, en Barranquilla, pocos conocen a Julio César Vanegas Ortiz, pero si preguntas por El Yuca, de inmediato te envían a su negocio de lubricantes en la carrera 44 con calle 56.
Aunque su mayor pasión no es vender aceites para motor, sino bailar cumbia y es precisamente como cumbiambero que se vacila la vida, saca ese bembe, como él llama al espíritu alegre y bullanguero del hombre caribe, y eso lo hace muy feliz.
Los inicios de un cumbiambero
Esa bacanería de Julio César, su forma espontánea de hablar y por ser un mamador de gallo, propio del barranquillero, fueron claves para que lo invitaran a llevar la bandera de la Cumbiamba El Gran Carajo, una disidencia de la cumbiamba La Cipote Vaina.
Eso fue hace 40 años, cuando el desfile de la Batalla de Flores aún bajaba por la carrera 43. El Yuca ondeó la bandera de la cumbiamba a lo largo y ancho del desfile con mucha energía y alegría.
A la siguiente edición, le ofrecieron bailar. "No tenía ni idea de esa vaina, me dio miedo, pero lo superé y descubrí que baila cumbia era mi gran pasión".
Tiempo después, un percance hizo que El Gran Carajo no saliera al Carnaval. Fue entonces cuando Max Visbal, un reconocido abogado barranquillero, y otros compañeros decidieron formar su propia cumbiamba: La Pollera Colorá.
"En tiempo récord se hicieron los vestidos de las mujeres y salimos a la calle", recuerda. Algunos volvieron a El Gran Carajo cuando se reorganizó, pero él decidió quedarse.
Desde entonces, han pasado 32 años y con Visbal, a quien considera un hermano, lucha hombro a hombre para mantener activa y viva a La Pollera Colorá.
“Herrera arrastra el pie, suave, no dobles tanto la rodilla”, me dice mientras se para a mi lado y acompaña con su mirada mis torpes movimientos.
Un cumbiambero con estudios
El Yuca no solo baila, también se instruye. Un día, en pleno desfile, un periodista le preguntó por qué los cumbiamberos usaban zapatos blancos. "Era una pregunta boba, pero no supe qué responder", confiesa, debió ir a buscar a Visbal para que le respondiera al periodista.
Julio César Vanegas Ortiz al lado del disfraz del Mohicano Dorado. Foto:Cortesía
Ese episodio lo marcó. Entendió que si quería ser un verdadero cumbiambero, debía conocer la historia de la cumbia y escuchar a los maestros.
Se sumergió en estudios, diplomados, conferencias y charlas sobre la tradición. En ese proceso, conoció a investigadores como Édgar Rey Sinnig y Alfredo Correa de Andreis, y pasó por las aulas de la Universidad del Norte, Simón Bolívar y la Universidad de la Costa. Viajó a pueblos como Cienaga, El Banco y Cartagena a participar en desfiles y conocer en detalla las experiencias de los cumbiamberos del Magdalena y Bolívar.
"Aprendí mucho, pero sobre todo entendí la esencia de esa alegría que se siente al escuchar una cumbia".
Hace poco fue invitado a Estados Unidos para hablar sobre el género. "Salí feliz, no sabía la magnitud de mi conocimiento hasta ese momento". Ahora reconoce que entiende que en Barranquilla hay muchas personas que saben de cumbia, pero que cuando él habla lo escuchan “eso para mi es suficiente, que por lo menos me escuchen”, dice.
Ser cumbiambero, un arte y un compromiso
Para El Yuca, ser cumbiambero es expresar con el cuerpo lo que dicta el alma. "Es un baile de libre expresión, aunque hoy en día intenten encasillarlo con coreografías".
Cuando va en los desfiles lanza alaridos gozoso “uiiiipiii”, “jueeeeepaaaa”, que en el lenguaje del cumbiambero se conocen como guipirreo, el principal acompañante de los festejos patrimoniales del Rey Momo, en las calles, los bailes o en los desfiles tradicionales.
La cumbia es un baile de libre expresión, aunque hoy en día intenten encasillarlo con coreografías
julio cesar vanegas ortízCumbiambero de La Pollera Colorá
Defiende con firmeza la disciplina y la preparación que requiere pertenecer a una cumbiamba.
"Aquí baila el que se sabe comportar. Yo salgo a desfilar sin una gota de licor. Ya a mi edad tampoco me puedo arriesgar a tomar. Si acaso, me tomo algo al final".
“Herrera, guapirrea, guipirrea”, me dice mientras vamos en la fila alzando los sombreros y miro de reojo a Ana María como mueve y levanta la pollera, mientras el grupo resuena con su llamador, guache y la flauta de millo.
El doble de Carlos Vives
Pero hay algo que le ha permitido a El Yuca ser reconocido en cada desfile y por donde quiera que asome la cabeza en Barranquilla : su parecido con el cantante samario Carlos Vives.
Su parecido con el ídolo de la agrupación La Provincia le ha traído anécdotas de todo tipo. Una vez, el propio cantante lo vio en la entrada de un concierto y lo abrazó sorprendido. “Te la estas vacilando”, me dijo cuando me vio con la pañoleta.
El Yuca mantuvo durante años la melena que le daba un parecido al cantante samario Carlos Vives. Foto:Cortesía
En los desfiles, su melena, sus gafas oscuras y su pañoleta provocaban que la gente se le acercara para pedirle fotos. "En Nueva York, en Panamá, en Argentina, en Miami, la historia se repetía".
Confiesa que se cuidaba el pelo, lo acercaba al samario cuando salió con sus primeros de los clásicos de la provincia, en los 90, cuando mantenía una cabellera frondosa. “Me hacia los rayitos y mantenía la forma, a la gente le gustaba, los periodistas me perseguían en los desfiles. Era un vacile bacano”
Sin embargo, la pandemia de Covid-19 le pasó factura: comenzó a perder cabello y un día decidió raparse. Asegura que ya no tiene la cabellera, pero su bembe sigue intacto.
"Ahora la gente me grita en los desfiles: ‘¡Carlos Vives, ya estás viejo, baila!’", cuenta entre risas.
El amor y la cumbia
Está casado desde hace 29 años con Claudia Patricia Saravia, su inseparable pareja de vida y de cumbiamba. Es una administradora de empresas que entendió que para que la relación funcionara debía cogerle a su pareja el pase, ‘el tumbao’ y como dice él sacar el bembe que lleva por dentro.
Julio César Vanegas Ortiz y su esposa Claudia Patricia Saravia. Foto:Cortesía
"Ella sabe que esto me gusta más que la comida", dice. Ha bailado también con su hija mayor, pero reconoce que la edad le exige más cuidado. “Ya siento los recorridos de los desfiles”.
Practica ciclismo y fútbol, pero recorrer 4.5 kilómetros bajo el sol abrazador del Cumbiódromo de la Vía 40 no es tarea fácil.
"Hay que cuidarse. Esta semana tuvimos cuatro presentaciones, y esto apenas empieza".
El Yuca reconoce que las coreografías han cambiado la cumbia. "Antes se veía como una danza lenta y aburrida, así que le metieron movimientos de sombrero y pasos más vistosos".
También ha evolucionado el vestuario: hoy los hombres lucen liqui liqui como el que usó García Márquez al recibir el Nobel. "Antes se usaban camisas de ‘amansa loco’, grises, con pantalones caqui. Las mujeres llevaban polleras de colores, no uniformadas como ahora".
Su desfile favorito es La Guacherna. "Siento la alegría del pueblo encima, y eso me anima".
Cada viernes de ensayo, el cuerpo le avisa que el Carnaval está cerca. Me ve practicando y se acerca. Observa mis movimientos con el sombrero, sonríe y dice: "Vas mejorando, pero todavía te falta bembe...Herrera, alza los brazos y grita ¡que viva la Pollera Colorá!"...
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LEONARDO HERRERA DELGANS leoher@eltiempo.com y en X:@leoher70