En lo profundo de la bóveda de la Biblioteca y Museo Morgan de Nueva York, un día de primavera, el curador Robinson McClellan organizaba recuerdos. Había postales de Picasso, una fotografía antigua de una actriz francesa y cartas de Brahms y Tchaikovsky.
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Cuando McClellan encontró el artículo número 147, se quedó helado: era un fragmento musical del tamaño de una ficha hemerográfica marcado como “Valse”, o vals en francés. Un nombre estaba escrito en la parte superior: Chopin.
“¿Qué podría ser esto?”, pensó McClellan. “No reconocía la música”.
McClellan tenía sus dudas de que realmente pudiera ser un Chopin: la obra era inusualmente explosiva, al iniciar con notas tranquilas y disonantes que estallan en acordes estrepitosos. Envió una fotografía a Jeffrey Kallberg, un destacado estudioso de Chopin en la Universidad de Pennsylvania.
“Me quedé con la boca abierta”, dijo Kallberg.
Tras realizar pruebas al papel y la tinta, analizando la caligrafía y el estilo musical, y consultar a expertos, el Morgan ha llegado a la conclusión de que probablemente se trate de un vals desconocido de Frédéric Chopin, el gran compositor de la era romántica, el primer descubrimiento de su tipo en más de medio siglo.
El hallazgo podría suscitar debates en el ámbito de la música clásica, donde obras maestras descubiertas a veces son recibidas con escepticismo y donde hay un historial de falsificaciones.
Son raras las obras recién descubiertas de Chopin, quien murió en 1849, de 39 años, probablemente de tuberculosis. Aunque es una de las figuras más queridas de la música, fue menos prolífico que otros compositores, al componer unas 250 piezas, casi todas para piano solo.
El manuscrito, que el Morgan fecha entre 1830 y 1835, cuando Chopin tenía entre 20 y 25 años, tiene varias peculiaridades. La obra es más breve que otros valses de Chopin —sólo 48 compases con una repetición, unos 80 segundos. La pieza, en el tono de la menor, tiene marcas dinámicas inusuales, como un triple forte, que significa volumen máximo, cerca del inicio.
No obstante, el papel y la tinta son consistentes con lo que Chopin usaba en ese entonces, reporta el museo. La caligrafía coincide con la del compositor hasta en la representación inusual del símbolo de clave de fa. “Tenemos plena confianza en nuestra conclusión”, dijo McClellan.
Nacido de padre francés y madre polaca en las afueras de Varsovia en 1810, Chopin salió de Polonia en 1830 y se estableció en París.
Muchos pianistas de la época tocaban ante públicos numerosos. Pero Chopin prefería la intimidad de los salones, al actuar para la realeza, banqueros, artistas y músicos. En estos entornos, los fans a veces pedían pequeñas composiciones como regalo. El vals del Morgan podría haber sido escrito en este contexto.
Sin embargo, Chopin parecía tener dudas sobre este vals. No firmó la partitura, como solía hacerlo. El “Chopin” en la parte superior fue añadido por otra persona, arroja el análisis de escritura. Y hay errores sin corregir en el ritmo y la notación de la partitura.
El manuscrito fue adquirido en cierto momento por A. Sherrill Whiton Jr., director de la Escuela de Diseño de Interiores de Nueva York, quien murió en 1972. Whiton era un pianista aficionado y coleccionista.
“Tocaba Chopin todo el tiempo”, declaró su hijo Paul Whiton, quien recordó haber visto el vals en casa de la familia, pero dijo que la familia no era consciente de su importancia. Los materiales de Whiton llegaron al Morgan en el 2019 como legado de un amigo que se los había comprado a la esposa de Whiton.
Expertos analizaron el manuscrito bajo luz infrarroja y ultravioleta para comprobar si tenía daños y alteraciones. Determinaron que la pieza estaba escrita en papel tejido hecho a máquina con tinta ferrogálica que data del siglo 19.
Es probable que la peculiaridad del vals del Morgan inspire un debate sobre sus orígenes.
“Hay suficientes elementos muy inusuales como para que uno tenga que decir: ¿Es esta realmente la música de Chopin?”, expresó John Rink, un profesor de música en la Universidad de Cambridge quien no participó en la investigación.
No obstante, Rink dijo que era difícil cuestionar el análisis de la caligrafía, el papel y la tinta. Agregó que el manuscrito podría reflejar “la imaginación de Chopin en pleno vuelo, una especie de explosión creativa antes de que se haya elaborado cualquier idea”.