El testimonio del soledeño que regresó al país esposado de los EE.UU. : ‘fue algo que me dolió'

hace 2 meses 18

El sonido de las cadenas acompaña cada palabra de Juan Carlos Flores Hurtado mientras recuerda el momento más humillante de su vida. "Jamás me habían puesto unas esposas. Nunca. Fue algo que me dolió profundamente. Un ser humano no merece ese trato", afirma, con la voz quebrada y los ojos vidriosos.

Su sueño de ofrecer una vida mejor a su familia quedó destrozado hace cinco años en el inhóspito desierto entre México y Estados Unidos, donde el sistema migratorio estadounidense le devolvió a su cruda realidad.

"Jamás me habían puesto unas esposas. Nunca. Fue algo que me dolió profundamente. Un ser humano no merece ese trato

Juan carlos floresHabitante de Soledad, Atlántico.

Con 42 años de edad, una esposa y dos hijos por quienes lucha en el municipio de Soledad, vecino de Barranquilla, Juan Carlos había visto cada vez más limitada su posibilidad de progreso.

Es contratista de la alcaldía de Barranquilla, lugar donde se ha desempeñado como mensajero. Pero la inestabilidad económica,  la competencia desleal en el mercado del transporte informal, y como si fuera poco llamadas amenazantes de grupos criminales que le exigían el pago de extorsión por valor de un millón de pesos para permitirle trabajar con su motocarro en Soledad, lo empujaron a tomar una decisión drástica: vender su medio de sustento y emprender una odisea migratoria hacia Canadá, donde su hermano mayor había consolidado una exitosa empresa de soldadura metalmecánica.

Su hermano lo había propuesto que se viniera a trabajar con él, y un amigo, que había entrado como ilegal a los Estados Unidos, le dio unas pistas y contactos para iniciar el viaje.

Leonardo Herrera EL TIEMPO

Juan Carlos Flores Foto:Leonardo Herrera EL TIEMPO

"Yo no quería quedarme en Estados Unidos. Mi destino era Canadá, pero necesitaba cruzar por allá para solicitar asilo y luego seguir", explica Juan Carlos.

Con el apoyo de su hermano y los ahorros obtenidos por la venta del motocarro, compró un paquete turístico hacia Ciudad de México, una puerta abierta para miles de colombianos que buscan evadir controles migratorios directos. Reunió poco más de cuatro millones de pesos para iniciar su travesía.

Un viaje con doble intención

Juan Carlos salió de Soledad el 3 de febrero del 2019, con la promesa a su esposa e hijos que cuando estuviera bien mandaría por ellos. Aterrizó en Ciudad de México con una mezcla de nerviosismo y esperanza.

La policía municipal mueve los restos de un camión quemado y piedras que bloquean la carretera en el municipio de Coyuca de Benítez, estado de Guerrero, México, el 24 de octubre de 2024

La policía  México y sus controles en la frontera con Estados Unidos. Foto:AFP

Durante los primeros días se comportó como cualquier turista: visitó puntos icónicos como el Zócalo y la Basílica de Guadalupe, todo mientras mantenía contacto con un ‘coyote’, traficantes de personas, que lo llevaría hasta la frontera con Estados Unidos.

Luego de agotar su tour turístico voló hacia Mexicali, donde fue recibido por ‘el coyote’, quien lo recibió en el aeropuerto y luego emprendieron el viaje hacia la frontera.

"Era una camioneta vieja, el conductor parecía salido de una película: sombrero, barba, camisa de cuadros y botas texanas. Éramos cuatro: dos caleños, un bogotano y yo".

El coyote les dio instrucciones claras: "Manténganse callados y no hagan preguntas". El costo por llevarlo hasta el punto acordado fue de 200 dólares, pasarlo por el hueco y llevarlo hasta territorio estadounidense es de 10 mil dólares.

Juan Carlos recuerda el calor sofocante del desierto y el temor por la vigilancia de las patrullas fronterizas.

Frontera Estados Unidos

Frontera de México con Estados Unidos. Foto:iStock

Finalmente, llegaron a la zona fronteriza entre México y EE.UU. “Pasamos un peaje, como decir Barranquilla-Santa Marta”. La camioneta se detuvo en una rotonda, allí los bajó y le dieron las últimas instrucciones, luego el vehículo dio la vuelta y en medio de la nube de polvo regresó a territorio mexicano, con la misma misión: traer más gente.

La orden era simple: cruzar, llegar a la oficina, tocar y entregarse voluntariamente ante un oficial de migración estadounidense para solicitar asilo. "Pensé que todo iba a ser rápido y sencillo, pero me equivocaba", admite.

La fría realidad de la detención

Al presentarse ante las autoridades migratorias, Juan Carlos experimentó el inicio de su pesadilla. "Nos quitaron los cordones de los zapatos, el teléfono, pero nos dejaron la plata. Nos preguntaron si tomábamos medicamentos; les dije que era diabético, me hicieron un examen rápido".

El centro de detención era indignante. Había unos 60 colombianos, de diferentes partes, en el cuarto que le asignaron, en los otros salones habían enviado a peruanos, argentinos, venezolanos, chinos y africanos.

Estados Unidos

Los Estados Unidos han reforzado su política para otorgar asilos a inmigrantes. Foto:Getty Images/iStockphoto

"Dormíamos en el piso, nos turnábamos entre las sillas y el suelo para descansar. Solo había una taza para hacer las necesidades, y la comida era siempre la misma: pan, burritos y hamburguesas recalentadas".

Las bajas temperaturas en el recinto contrastaban brutalmente con el calor del desierto que habían dejado atrás. "Nos daban mantas térmicas de aluminio, pero no eran suficientes para el frío".

Los días transcurrían lentamente, sin información clara sobre su situación migratoria. "Parecíamos prisioneros", comenta con indignación.

La humillación final

El sexto día de detención, las autoridades les informaron que serían regresado a sus lugares de origen bajo el amparo del Título 42, una polémica política implementada durante la pandemia para restringir el ingreso de inmigrantes. "Nos esposaron de manos, cintura y pies. Nunca había sentido tanta humillación", recuerda Juan Carlos.

El traslado hacia el aeropuerto fue una experiencia traumática. "Nos metieron en un autobús con rejas. Todo el tiempo esposados. Las miradas de los guardias eran de desprecio, como si fuéramos criminales".

Recuerda que los llevaron a Baja California, luego nos trasladaron a Texas. Allí, luego de 12 días, presentaron una entrevista, de los 60 colombianos solo entrevistaron a 5, entre esos a Juan Carlos. “Nos preguntaron qué a adónde íbamos, que íbamos a hacer, por qué salíamos del país”, fue cuando el hombre reveló que había sido víctima de los extorsionistas en Soledad.

“Ellos verificaron eso y se dieron cuenta. Entonces me preguntaron que por qué no había solicitado la Visa. Les dije que yo había solicitado la Visa americana, pero me la habían negado porque mi esposa no rellenaba los requisitos para ellos a probarme”.

El incumplimiento de las normas estadounidenses es motivo de deportación.

El incumplimiento de las normas estadounidenses es motivo de deportación. Foto:John Moore / AFP - Archivo / EL TIEMPO

Los devolvieron a Texas y de allí a Colombia, donde los recibió migración Colombia.

“Siempre esposado siempre. como si fuera delincuentes. Fue algo que me dolió, un ser humano no se merece eso. Ni ese trato yo, por lo menos no iba a quedarme en ese país”, revela el hombre con fungido.

El regreso a su casa

El 16 de febrero  Juan Carlos volvió a  Colombia con las manos vacías y el corazón roto. La venta de su motocarro había sido en vano, y ahora enfrentaba el reto de comenzar de cero. "Mis hijos y esposa me recibieron con un abrazo".

El debate estaba previsto para este jueves 15 de agosto en el municipio de Soledad (Atlántico).

Municipio de Soledad (Atlántico). Foto:Archivo/EL TIEMPO

Hoy cuenta su testimonio para que muchos jóvenes soledeños que en estos momentos sueñas con irse a los Estados Unidos lo piensen dos veces si planean entrar como ilegales.

"Solo quería una vida mejor para mi familia. No iba a quedarme en su país; solo era un tránsito hacia Canadá", concluye, mientras el eco de las cadenas sigue pesando en su memoria.

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