Ubicado en la isla de Egmont Key, en la costa oeste de costa oeste de Florida, se encuentra un pueblo fantasma que, a pesar de su desolación, sigue atrayendo a aventureros y amantes de la historia por su misteriosa belleza.
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Se trata de Fort Dade, un lugar en Florida al que, de acuerdo con el sitio de Museum Florida History, sólo se puede acceder en barco y está en la entrada de la bahía de Tampa, al suroeste de Fort DeSoto Beach.
Según el medio citado, la construcción de Fort Dade comenzó en 1898. Durante la Guerra Hispano-Estadounidense, el fuerte fue una respuesta estratégica del país para defender la bahía de Tampa, un puerto clave en la época. Sin embargo, tras cumplir su propósito militar, fue abandonado y se convirtió en lo que hoy se conoce como un rincón fantasmagórico pero precioso.
En su época de apogeo, Fort Dade no solo era una base militar, sino un pueblo completo con hospital, cuarteles, faro, y hasta un pequeño teatro. Las ruinas de estos edificios aún persisten, envueltas en vegetación y ofreciendo un vistazo al pasado, donde los senderos de ladrillos que conectaban las casas ahora son rutas para turistas.
Fort Dade, un atractivo turístico atractivamente misterioso en Florida
De acuerdo con el sitio Legends of America, la isla de Egmont Key se convirtió en refugio nacional de vida silvestre en 1974 y fue incluido en el Registro Nacional de Lugares Históricos en 1978. En 1989, se estableció como parque estatal en colaboración con el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos.
Actualmente, la Guardia Costera mantiene el faro, que sigue en funcionamiento y es la estructura más antigua utilizada en el área de la Bahía de Tampa, siendo el principal atractivo histórico de la isla. Sin embargo, en el recorrido también se puede hacer ciclismo y observar la flora y fauna.
A pesar de su accesibilidad limitada, pues solo se puede llegar en barco privado o ferry, desde el parque Fort De Soto, Fort Dade sigue siendo un destino intrigante que combina historia, naturaleza y el atractivo casi místico de un pueblo fantasma.
Sus ruinas bien conservadas y la tranquilidad de la isla brindan una experiencia única en la que el tiempo parece haberse detenido, lo que permite a los visitantes adentrarse en una parte diferente de la historia estadounidense.