Los restos del James R. Bentley, una goleta de 50 metros de eslora, han descansado a 50 metros bajo la superficie del Lago Hurón desde 1878. Adentro de su bodega había un tesoro poco probable.
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Una misión para recuperar el preciado tesoro reunió a un equipo de rescate una soleada mañana de septiembre. Pero el tesoro no era oro ni joyas. En lugar de ello, el equipo pretendía recuperar algunas cucharadas de semillas de centeno de 145 años.
La inmersión había sido patrocinada por Chad Munger, el fundador de Mammoth Distilling, que produce licores en el norte de Michigan. Para él, estas semillas de centeno encerraban la promesa de un sabor local que podría ayudar a diferenciar su whisky. Para Eric Olson, botánico en la Universidad Estatal de Michigan, las semillas contenían información botánica oculta que podría arrojar luz sobre la agricultura pasada en Michigan. Para los buzos y expertos en naufragios de la expedición, ofrecían la oportunidad de interactuar estrechamente con un querido acervo de historia.
Hace años, Ross Richardson, autor e historiador, le mostró a Munger un viejo recorte de periódico que mencionaba el cargamento del Bentley: 914 toneladas de centeno. El centeno, junto con la madera en la que se añeja el whisky, aporta su sabor al licor.
Los restos del Bentley pertenecen a Paul Ehorn, un experto en naufragios en los Grandes Lagos. Munger y Ehorn llegaron a un acuerdo. El 17 de septiembre, dos barcos de buceo viajaron hasta los restos del naufragio, transportando a Munger, a Richardson, a Ehorn y a dos buzos técnicos, Bruce Bittner y Dusty Klifman.
Cuando los buzos llegaron a los restos del Bentley, Klifman tomó un tubo de muestreo grande, parecido a una jeringa, y lo insertó en la bodega.
Cuando lo sacó, “pude ver grano rubio”, dijo Klifman. “Pensé, Dios santo, esto todavía está bueno”. Luego llenó un segundo tubo y él y Bittner comenzaron el ascenso de vuelta a la superficie.
Munger rápidamente llevó las semillas al laboratorio de botánica de Olson en la Universidad Estatal de Michigan, en East Lansing. Olson vertió el centeno en un colador forrado con gasa. Después de siglo y medio en el agua, todo olía “seriamente mal”, dijo Munger. Pero el grano ennegrecido y blando estaba combinado con semillas que habían conservado su color y forma. Comenzaron a extraer los granos de aspecto más saludable.
Las semillas del Bentley son las más antiguas con las que ha trabajado Olson y pasó semanas tratando de resucitarlas. Algunas las secó y luego las sumergió en una solución hormonal. A otras las colocó en cámaras frigoríficas. A la mayoría les dio agua y luz y las dejó solas.
Lamentablemente, nada del centeno naufragado brotó. Pero Olson sí obtuvo material genético de las semillas, lo que podría ayudar a determinar su procedencia y variedad. Su laboratorio también podría intentar introducir partes del genoma de este centeno a una variedad moderna mediante la edición de genes.
Olson dijo que incluso una forma alterada de este grano podría tener rasgos que el fitomejoramiento moderno ha eliminado de nuestros cultivos.
Munger quiere probar el centeno alterado. Hasta entonces, seguirá buscando su próximo grano viajero en el tiempo.
“Estamos hurgando en todos los rincones históricos que podemos encontrar”, dijo.