Tras su victoria en las primarias de 2021, el presidente Gabriel Boric predijo que “si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”. Tres años después, su ambición de rehacer Chile quedó enterrada.
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Ahora que se acerca su último año de mandato, el antiguo activista estudiantil suena cada vez menos como el ícono marxista de Salvador Allende y más como los políticos tradicionales de centroizquierda de los que una vez desprestigió. Aboga por aumentar el crecimiento económico, promete ‘mano dura’ contra la delincuencia y tacha a Venezuela de dictadura. ¿Se ha moderado realmente Boric en sus convicciones? ¿O, como sugieren sus comentarios menos ‘libreteados’, se trata de la táctica de un joven político ágil que espera su momento?
Sea cual sea su alma, Boric ha sido incapaz de llevar a cabo ninguna de las reformas estructurales que prometió en materia de sanidad, educación, impuestos y pensiones, por nombrar solo algunas. Pero podría estar forjando un legado más duradero: desde las protestas de 2019 que impulsaron su meteórico ascenso hasta los intentos consecutivos de reescribir la Constitución y los pasos en falso de una administración en busca de identidad, Boric está conduciendo involuntariamente a Chile de vuelta a la exitosa política moderada que le precedió.
“Si acaso es verdad que el presidente Boric se ha moderado, no se trata de un legado buscado o intentado desde un inicio, sino más bien de una resignación ante la fuerza de los hechos”, dijo a Americas Quarterly Claudio Alvarado, director ejecutivo del Instituto de Estudios de la Sociedad, un centro de pensamiento de Santiago. “Más bien, lo que estamos viendo es producto de la resignación ante la fuerza de los hechos”.
Si acaso es verdad que el presidente Boric se ha moderado, no se trata de un legado buscado o intentado desde un inicio
A tres años de su mandato, la presidencia de Boric se ve acosada por tensiones crónicas dentro de su dividida alianza política: entre el Frente Amplio y los comunistas, sobre cuyos hombros ascendió, y la centroizquierda que, tras la debacle constitucional, lo está ayudando a salir adelante en la ardua tarea de gobernar.
Esta tensión repercute en temas como la seguridad, que según las encuestas es lo que más preocupa a los chilenos. Entre el refuerzo de la vigilancia policial y el endurecimiento de las penas contra la delincuencia, por ejemplo, su Gobierno está empezando a hacer progresos. A pesar de la percepción contraria de la opinión pública, la tasa de víctimas de homicidios en el primer semestre de 2024 cayó un 9,4 por ciento interanual. En las regiones del sur, el número de ataques incendiarios disfrazados de resistencia indígena también ha descendido. Mientras los aliados de centroizquierda instan a Boric a seguir centrado en la lucha contra la delincuencia, el Frente Amplio desvía su atención hacia causas de nicho como la eutanasia.
La agenda pendiente
Boric también se enfrenta a retos en otros frentes claves. El Banco Central de Chile recortó recientemente su proyección de crecimiento anual promedio a solo el 1,8 por ciento para el período 2025-2034, lo que sitúa a su presidencia en vías de registrar el crecimiento económico más bajo desde la restauración de la democracia.
Los retrasos en la concesión de permisos y una controvertida propuesta del Gobierno de ‘tomar prestado’ de los márgenes de las energías renovables para subvencionar la electricidad están ensuciando el clima inversor de Chile, según la comunidad empresarial.
Las importantes inversiones en sectores fundamentales como el litio y el hidrógeno verde, desprestigiados por los jóvenes progresistas como “extractivismo”, están atascadas. “A Boric y a sus aliados políticos les incomoda cualquier atisbo de beneficio”, declaró Jorge Welch, presidente de la Asociación de Emprendedores de Chile.
Boric aún tiene una oportunidad de reformar el sistema de pensiones de Chile después de que abandonara una campaña de todo o nada contra los fondos de pensiones gestionados de forma privada. Un consenso marco apuntalaría las pensiones a través de un 6 por ciento adicional en los retiros obligatorios que se hacen de los sueldos. Pero los detalles críticos, como el papel del Estado, siguen sin definirse. Analistas como Gabriel Ugarte, del Centro de Estudios Públicos, sostienen que un sistema más justo y sostenible que aumente las pensiones actuales sin robar a las generaciones futuras requerirá en última instancia un impopular aumento de la edad de jubilación e incentivos para crear más empleo formal.
En cuanto a la educación, problemas básicos como la deserción escolar, la mala calidad y la violencia han quedado relegados a un segundo plano ante la necesidad de encontrar una forma de que Boric cumpla su promesa de aliviar la carga de la deuda de 11.000 millones de dólares de los estudiantes universitarios, un electorado clave. Tras descarrilar una reforma fiscal, su prometida condonación se asemeja ahora a una modesta refinanciación a largo plazo.
Quizá lo más doloroso para los chilenos sea el quebrantado sistema de salud pública. Más de dos millones de pacientes esperan ser atendidos por un especialista para cuestiones básicas como la oftalmología o la ginecología. El tiempo medio de espera es de casi un año. Y la gestión de las listas de espera por parte del sector público se encuentra ahora bajo escrutinio regulatorio.
Una de las vías para abordar los retos estructurales de Chile pasa por una reforma muy necesaria del fragmentado sistema político. Una propuesta del Gobierno elevaría el umbral electoral para los escaños en el Congreso y mejoraría la disciplina de partido. “Esto debería ser solo un primer paso hacia una reforma más sustantiva para lograr mayorías en el Congreso en oposición a grupos que representan a pequeñas minorías”, dijo a Americas Quarterly la experta constitucional Natalia González.
Mal en popularidad
La chispa radical que encendió la carrera de Boric sigue brillando en comentarios que parecen diseñados para apaciguar a los simpatizantes de la base que lo llevó al poder. El año pasado declaró a la BBC que cree “firmemente” que el capitalismo no es la mejor forma de resolver los problemas de la sociedad. Más recientemente, complació a los partidarios de la lucha de clases, pero pisoteó la separación de poderes, al celebrar la detención preventiva de un abogado “de élite” en un escándalo de guante blanco que está envolviendo al Tribunal Supremo.
Por ahora, los índices de aprobación de Boric están superando el 30 por ciento que ha mantenido durante la mayor parte de su mandato. Sin embargo, la narrativa desde su arco político le sigue siendo esquiva. Boric desperdició una oportunidad histórica de trazar una “vía chilena” contemporánea para abordar pacíficamente los reclamos sociales, dijo a Americas Quarterly el líder del partido socialista Carlos Ominami. Quien agregó que, en su lugar, el presidente millennial solo será recordado por “normalizar” Chile tras el estallido y la pandemia.
Algo más está empezando a parecer normal. Ya sea por convicción o por conveniencia, el proceso de ‘maduración’ de Boric está dando paso a una probable contienda presidencial entre moderados en lugar de los extremos políticos de izquierda y derecha que su administración ayudó a desacreditar. En la centroderecha, la favorita en 2025 es la alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, hija de un comandante de la Fuerza Aérea que jugó un papel en la transición pacífica de Chile a la democracia (su padre, miembro de la junta militar de Augusto Pinochet, fue el primero en reconocer que la dictadura perdió el plebiscito de 1988, lo que dio paso al regreso a la democracia).
Matthei supera consistentemente en las encuestas al exrival presidencial de extrema derecha de Boric, José Antonio Kast, cuyo partido Republicanos fue quemado en el proceso constitucional. Detrás de Matthei en las encuestas está la dos veces expresidenta Michelle Bachelet (Partido Socialista), pero parece más probable que intente determinar quién será el próximo candidato. Una candidata más probable es la ministra del Interior, Carolina Tohá, de centroizquierda. Otro contendiente es el gobernador centrista de la región metropolitana de Santiago, Claudio Orrego.
Una campaña con figuras tan moderadas restablecería la política de centro que trajo estabilidad y prosperidad a Chile, allanando el camino para una reforma gradual y oponiéndose a la radicalización que se está extendiendo en otras partes de América Latina.
Este no sería el legado que Boric pretendía dejar. Si lo acepta de manera convincente, Chile podría recordarlo bien.
PATRICIA GARIP (*)
AMERICAS QUARTERLY
(*) Periodista independiente residente en Santiago de Chile. Se centra en los recursos naturales, el clima y la geopolítica en América Latina.
Reforma para la deuda de los universitarios causa decepción
El plan presentado por el presidente chileno, Gabriel Boric, para solucionar el problema del Crédito con Aval del Estado (CAE), una forma de financiación universitaria que pesa como una lápida sobre miles de familias chilenas y que como candidato y líder estudiantil prometió abolir, pero como mandatario solo ha propuesto reformar, ha generado más decepción que aplausos. Decepción, sobre todo entre la mayoría de los que soportan la deuda, que creen que solo es un alivio para un lastre que permanecerá, pero también entre los que han pagado, ya que consideran que las compensaciones no son todo lo amplias que se podía esperar.
Boric dejó claro que no habrá condonación total, que solo se perdonará “un porcentaje” y este se va a definir dependiendo de si la persona se graduó o no de su carrera, si tiene o no su deuda al día, y de acuerdo con el número de cuotas que haya pagado a la fecha.
Según datos oficiales, más de un millón y medio de chilenos han contraído deudas para estudiar, el 90 % de ellos a través del CAE, sumando una morosidad total de unos 11.700 millones de dólares financiada al 58,3 % por el Fisco y un 41,7 % por la banca. Un 73 % de los morosos abandonaron los estudios mientras que la tasa entre los egresados es de 34 %. Además, el 69 % de los endeudados tiene ingresos mensuales inferiores a 750.000 pesos (825 dólares), de acuerdo con la subsecretaría de Educación.
“Uno se endeuda para poder estudiar y después se pasa la vida trabajando para seguir pagando. Mi hermana estudió, salió hace mucho y todavía está pagando el CAE, mi tía también”, le dijo a EFE Daniela Abarca, de 21 años, y quien estudia Terapia Ocupacional.
Uno se endeuda para poder estudiar y después se pasa la vida trabajando para seguir pagando
El plan de Boric establece que “Si tras la condonación inicial aún queda parte de la deuda por cubrir, el plan ofrecerá dos alternativas: quienes puedan pagar el 75 % de su saldo habrán puesto, de esta manera, fin a su crédito; y de no poder realizar este prepago, se reprogramará con cuotas proporcionales a sus ingresos, con un tramo exento de pago y cuotas que serán siempre más bajas que las que actualmente pagan”, explicó el mandatario chileno.
“No es culpa de los estudiantes que en un Chile poco democrático impulsara una política en la que la educación no era un derecho”, le dijo a EFE el economista e investigador de la Fundación Sol Marco Kremerman. Sin embargo, el experto, duda de la viabilidad del plan presentado por Boric: “¿De dónde sacará el dinero el Estado (para pagar esto)?”.
EFE