Eran las nueve de la noche y el público ya marcaba con sus palmas el ritmo salsero. Pero no fue solo el comienzo de un concierto, fue un guiño de los espectadores apasionados por la clave del son, que esperaban con ansias a la Orquesta Sinfónica Nacional y el Grupo Niche, ambos hijos ilustres de Colombia pero de universos distintos, que se dieron la mano para demostrar que la salsa también puede vestirse de gala sin perder su esencia.
En el escenario del Movistar Arena, los músicos de la sinfónica afinaron sus instrumentos mientras el director saludaba al público con una reverencia. Luego, al darse la vuelta, dio inicio a una introducción majestuosa de cuerdas y metales que anticipaba la calidad musical del espectáculo.
Los primeros compases fueron un umbral. Y cuando los vocalistas de Niche cruzaron ese portal, la Arena entera estalló en ovaciones a los músicos.
Desde el primer momento el concierto no fue solo una alianza musical: fue una conversación intergeneracional entre la herencia del maestro Jairo Varela y los nuevos integrantes de Niche que durante toda la noche resaltaron el legado de Valera.
Así mismo, el vocalista Alexander Torres afirmó que la familia Varela fue la encargada de tejer esta versión sinfónica que el público pude escuchar en vivo y en plataformas de música.
En escena, el Grupo Niche evocó el nacimiento de la agrupación que se dio en Bogotá en 1979, fundados por Jairo Varela, un músico chocoano que decidió abrirle camino a una salsa con acento propio.
En ese momento Colombia escuchaba a Rubén Blades, Héctor Lavoe y Willie Colón, y Niche llegó con su sello, con letras que hablan del amor cotidiano, del barrio, de la resistencia y de la vida en en esa zona del país. Más que una orquesta de salsa, Niche se convirtió en una identidad. Y apenas unos años después, selló el destino de una agrupación que terminaría marcando generaciones.
Durante el concierto, una de las voces actuales del grupo pronunció lo que muchos sentían: “Allá está Jairo Varela, sentado viendo este concierto, viendo su obra y su música. Y agregó: “No sé si nosotros le llevamos el Grupo Niche a la sinfónica o si la sinfónica llegó al Grupo Niche”. La frase fue más que una metáfora, una manera de reconocer que esta unión entre ellos no fue impuesta, sino natural.
La primera canción de la noche fue ‘Faltó un pañuelo’. Nostálgica desde su letra y más aún en esta versión, donde las cuerdas agudizaron la sensaciones.
Le siguió 'Atrato', una de las piezas más sentidas de la noche. Antes de interpretarla, uno de los vocalistas invitó al público a disfrutar los arreglos de la canción, los cuales fueron inspirados en el paisaje del Chocó visto desde el aire con sus verdes imposibles y ríos eternos. En la interpretación sinfónica, el clarinete tuvo un solo largo y conmovedor, como si el río mismo se desbordara en notas.
En la tercera canción, 'Sin sentimiento', los cuerpos vencieron la solemnidad de las canciones anteriores. Al público le fue imposible resistirse al llamado de la percusión, y aunque el arreglo sinfónico imponía, el espíritu salsero predominó.
El repertorio fue también una línea de tiempo. 'Hagamos lo que diga el corazón', 'Ana Mile' y 'Duele más' recordaron el carácter narrativo de Niche, sus historias cotidianas cantadas, con arreglos repensados para no sobrecargar, sino para sostener.
La combinación de metales de la sinfónica con los trombones de Jeison Muñoz y Edgardo Manuel (Grupo Niche), Jovany Escarpeta (Orquesta Sinfónica) fue, en palabras simples, un cruce de fuerzas. Cuidada, precisa y audaz.
El momento más íntimo de la noche ocurrió tras una breve pausa. Los músicos cambiaron de escenario y se trasladaron a una pequeña tarima iluminada por velas. Allí interpretaron 'Te enseñaré a olvidar', esta vez como una balada orquestal.
La atmósfera se transformó. Las cuerdas, especialmente el violín, envolvieron cada palabra. En la pantalla, tres marcos con arabescos dorados enfocaban los rostros de los cantantes, que parecían, por unos minutos, estar en un altar.
Luego vino 'Mi pueblo natal', una canción que es testimonio de origen y nostalgia. Las linternas del público iluminaron el lugar y de fondo sonó la campana del pueblo de Varela, un arreglo hecho especialmente por la sinfónica.
De vuelta al escenario principal tocaron 'Buenaventura y caney', la energía de la canción regresó el ambiente festivo y los pasos alegres característicos de la salsa colombiana.
Tras la alegría del baile y la clave del son marcada por la campana, llegó el momento de 'Yo quiero algo', que incluyó un guiño al 'Vals de las flores' de Tchaikovsky en sus arreglos. Allí se cruzaron dos mundos: el de la música académica europea y el del sabor del Pacífico colombiano.
Al terminar la canción, Alex Torres compartió una anécdota: Alguien en el público alzó un cartel que decía “Cásate conmigo Isa”. Los espectadores celebraron el sí de la propuesta y aplaudieron extendidamente a los músicos.
El cierre fue una secuencia variada con: 'Mi tierra bonita', 'Gotas de lluvia', 'Un día después', y por supuesto, 'Cali pachanguero', el himno que no podía faltar. Pero antes del adiós, cuando ya parecía que todo había sido dicho, llegó 'A prueba de fuego'.
Esta canción, estrenada en 1994, nació en una de las etapas más complejas del Grupo Niche. Para entonces, Jairo Varela enfrentaba tensiones personales, problemas contractuales y presiones comerciales.
Sin embargo, 'A prueba de fuego' fue su respuesta artística: una composición que habla de amor y lealtad, pero también de resistencia. “Si quieres ser feliz conmigo aprende a querer mis defectos también”, dice la letra.
En la versión sinfónica, la canción recuperó su doble significado. Fue interpretada como una despedida, pero también como una promesa de permanencia.
Para despedirse Torres afirmó que “tocar Niche Sinfónico es como un bálsamo", además, destacó que esta versión es una muestra de arte verdadero y sin trampas por todo lo que conlleva realizarla en vivo.
Su frase resumió lo vivido: el Grupo Niche no se diluyó en la sinfónica, y la Sinfónica brilló interpretando los ritmos salseros. Fue una convivencia. Una conversación armónica.
El Grupo Niche, con 47 años de trayectoria, sigue siendo un referente. Y ahora, bajo la batuta de José Aguirre como director musical, también se ha convertido en puente. Un puente entre generaciones, entre géneros, entre la academia y la calle.
ÁNGELA MARÍA PÁEZ RODRÍGUEZ - ESCUELA DE PERIODISMO MULTIMEDIA EL TIEMPO.