El escenario Geffen Hall, la sede de la Filarmónica de Nueva York, y los millones de dólares que invirtió para lograr un sonido perfecto

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Cuando el trompetista y oboísta inglés de la Filarmónica de Nueva York, Ryan Roberts, toca en el renovado David Geffen Hall hoy en día, se siente expuesto, como si apareciera en televisión de alta definición.

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“Se escucha todo —para bien o para mal”, expresó.

La violinista Hilary Hahn, una solista frecuente, tiene una sensación de comodidad. “Puedes confiar en que se proyectará tu sonido”, comentó.

John Adams, el compositor y director, afirmó que quedaron atrás los días de una sala de conciertos que se sentía como el Yankee Stadium. “Puedes optar por mucho mayor delicadeza y sutileza”, dijo.

Geffen Hall, la sede de la Filarmónica de Nueva York, reabrió sus puertas en el 2022 tras una renovación de 550 millones de dólares. Al destripar y reconstruir el interior, el proyecto buscaba romper la maldición acústica que había plagado al recinto durante décadas.

Así que, tras más de 270 conciertos, ¿cómo suena la sala?

Aunque la acústica sigue evolucionando, las reseñas sobre Geffen Hall han sido mayormente positivas. La sala de 2 mil 200 asientos es más resonante y envolvente, de acuerdo con más de una docena de músicos de la Filarmónica, artistas invitados, directores y miembros del público. Pero aún tiene deficiencias. La sala, dicen algunos, puede ser fría y clínica —y a volúmenes más altos, estridente.

“Definitivamente es mejor que antes”, dijo Rebecca Young, viola principal asociada de la Filarmónica, quien se incorporó en 1986. “Pero no creo que sea perfecta”.

Desde que Geffen Hall fue reinaugurado, técnicos han realizado ajustes, al manipular la colocación de paneles acústicos. Los músicos de la orquesta aún están aprendiendo a tocar en el espacio: los metales han moderado su sonido y las cuerdas están trabajando en la mezcla.

Cuando la orquesta inauguró el Philharmonic Hall en Lincoln Center en 1962, las fallas de la sala eran evidentes. Los músicos batallaban para escucharse entre sí sobre el escenario y miembros del público se esforzaban por escuchar las voces de la orquesta.

La sala, un auditorio rectangular, era cavernosa e impersonal, con casi un tercio del público a más de 30 metros del escenario.

Tras muchos intentos fallidos por solucionar los problemas, planes para una nueva versión de la sala tomaron forma antes de la pandemia. La renovación arrancó con un donativo de 100 millones de dólares de Geffen, un magnate del entretenimiento nacido en Brooklyn.

Los líderes del Lincoln Center y la Filarmónica trabajaron para acelerar la construcción durante la pandemia y terminaron un año y medio antes de lo previsto.

Para hacer que la sala fuera más íntima, se eliminaron 500 butacas, junto con el proscenio. El escenario se adelantó unos 8 metros, rodeándolo de asientos. Se instalaron paneles de madera de haya en las paredes, cada uno con ornamentación para ayudar a reducir el extremo de las frecuencias más altas.

Tras la renovación más reciente, surgieron nuevas interrogantes. Críticos opinaron que el sonido podía ser rígido y desarticulado. “La música se estanca frente a ti en lugar de correr a tu alrededor”, escribió Alex Ross, crítico de The New Yorker, en el 2022.

Aun así, los músicos dicen que al fin pueden apreciar el rico sonido de sus colegas.

La flautista Yoobin Son dijo que los músicos ahora dependían menos de los directores y se sentían más conectados con el público. “La antigua sala era como un murmullo; ahora todo es claro como el cristal”, añadió.

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