A estas alturas, ya son pocos los que dudan de que, por muy insensible, dictatorial, demente o peligroso que haya sido el comportamiento de Donald Trump, su conducta solo va a empeorar, y lo hará a un ritmo que desafía todas las expectativas.
Si el lector cree que las cosas están mal ahora, prepárese: van a empeorar mucho más. Si está alarmado por la velocidad con la que la administración Trump desmantela las instituciones del Gobierno y los pilares del orden internacional, comprenda que esto no es una breve fase; la disrupción seguirá acelerándose.
Ya quedamos notificados con sus nombramientos en altos cargos. Trump eligió deliberadamente a las peores personas imaginables, hostiles a las funciones de las organizaciones que ahora encabezan. El presentador alcohólico y profeta de guerra civil, Pete Hegseth, acusado de abuso sexual, es el nuevo secretario de Defensa; la apologista de Putin Tulsi Gabbard es directora de Inteligencia Nacional, el paranoico antivacunas Robert Kennedy Jr. es secretario de Salud, y el lunático Kash Patel dirige el FBI.
En su primer mandato, Trump cumplió el 23 % de sus promesas, según Polifact. No construyó el muro con México ni eliminó el ‘Obamacare’. Sí redujo impuestos, restringió inmigración desde países con vínculos terroristas y subió aranceles a productos chinos.
Aranceles en el mundo Foto:iStock
En noviembre pasado, una pequeña mayoría –77 millones por Trump, 75 millones por Kamala Harris– lo eligió tras una campaña con llamados explícitos al fascismo, cuestionando la identidad racial de su oponente, inventando historias sobre inmigrantes que comían mascotas y prometiendo arrestar a 12 millones para deportarlos. También prometió altos aranceles, algo que Wall Street ignoró.
La incertidumbre permanente es inevitable ante los anhelos psicológicos de Trump y las ambiciones de ideólogos y oportunistas a su alrededor. Mientras la destrucción de la separación de poderes es para Trump un fin en sí mismo, para Musk y sus seguidores es una oportunidad para levantar una utopía tecnofascista o, al menos, sacar provecho.
Trump inicia este nuevo periodo con control total del Partido Republicano, moldeado a su imagen, y con una Corte Suprema que le ha otorgado presunción de inmunidad. Los contrapesos tradicionales ya no existen.
A diferencia de los generales y empresarios respetados de su primer gabinete, ahora lo rodean solo leales incondicionales. Como prometió, ya comenzaron las persecuciones a sus enemigos políticos.
¿Cómo enfrenta un gobierno un cambio tan drástico en el liderazgo del país más poderoso del mundo?
Negociar con Trump
En 2021, durante su primer mandato, Trump forzó la renegociación del acuerdo comercial entre Canadá, México y Estados Unidos, antes conocido como Nafta, y después de gran incertidumbre acordó un nuevo acuerdo muy similar, al que calificó como una victoria histórica. Pero hace unas semanas, Trump viola burdamente los nuevos acuerdos subiendo aranceles.
La prensa canadiense lo compara con negociar con un terrorista, y los aliados tradicionales –la UE, el Reino Unido, Japón y Australia– creen imposible confiar en sus promesas.
‘The madman theory’
Trump asume la presidencia en un contexto internacional complejo, con alto riesgos geopolíticos. La invasión rusa a Ucrania cumplió 3 años continuos de guerra en febrero, el bombardeo israelí de Gaza lleva 18 meses, con una breve suspensión, y China acaba de realizar los ejercicios militares más agresivos frente a Taiwán, donde se fabrican la mayoría de los microchips de última generación que utiliza EE. UU.
Aranceles en el mundo. Foto:iStock
Se atribuye a Richard Nixon la “teoría del líder loco” (the madman theory) consistente en el concepto de política exterior según el cual, si el presidente de EE. UU. era visto por sus adversarios como irracional, impredecible y dispuesto a utilizar la fuerza militar, la Unión Soviética y Vietnam del Norte serían cautelosos en sus acciones y estarían abiertos a dar concesiones a EE. UU. En 1969, Nixon ordenó la operación Giant Lance, consistente en una alerta militar masiva que incluyó enviar aviones bombarderos nucleares a la frontera de la Unión Soviética, proyectando esa irracionalidad. Pero ni los vietnamitas ni los soviéticos se amedrentaron. Nixon aumentó el riesgo de una guerra mundial, pero no logró disuadir a los enemigos.
Trump intentó utilizar esa teoría en su primer mandato con países como Corea del Norte, Irán y China, sin ningún resultado. Es mucho más probable que ese enfoque logre resultados de corto plazo con aliados de Estados Unidos como Colombia, países mucho más vulnerables a la presión estadounidense.
En el 2020, terminando su primer mandato, Trump acordó con los talibanes la salida de Afganistán de las tropas de EE. UU. para el 1.º de mayo de 2021. Para Biden, recién posesionado, cumplir con la promesa de su antecesor, trajo resultados desastrosos. Existe un riesgo real de que Trump cierre acuerdos con Irán, Rusia y China que pueden resonar con los extremos más aislacionistas de su base, pero que serían negativos para los intereses de Estados Unidos y sus aliados.
Diálogo imposible
Para la psiquiatría, las personalidades narcisas, y nadie niega esa descripción de Trump, son manipuladoras, engañosas y carentes de empatía, lo que hace que las interacciones sean desafiantes y peligrosas. Todo lo que implique rutina es aburrido y tedioso. Trump está atento y contento cuando hay caos y confusión. Es su droga. Para los psiquiatras, interactuar con una contraparte narcisista requiere un enfoque estratégico, carente de emociones. Las principales recomendaciones incluyen:
Los narcisistas prosperan gracias al control y la dominación; discutir con ellos rara vez conduce a una resolución. En lugar de desafiar su ego, se recomienda mantenerse neutral y evitar escalar el conflicto. Para los países con gran dependencia de EE. UU., lo aconsejable es mantener un bajísimo perfil navegando la tormenta.
Aplicar el método de la “roca gris”: presentar en toda interlocución una mínima reacción emocional. Ser aburrido, impasible y breve para reducir su interés en manipularlo.
No tomar los insultos como algo personal. Los narcisistas a menudo menosprecian, critican o manipulan para estimular su propio ego. La dopamina la obtienen de la respuesta a sus ataques. En lo posible, ignorarlos, y cuando es obligatorio responder, hacerlo con respeto.
La visión optimista
Aunque la visión pesimista del gobierno de Trump es que es una bomba de tiempo que dejará muchísimos daños, algunos irreparables, aún subsiste una visión optimista. Es la que ve en un Trump tan impredecible la posibilidad de que Irán, China y Rusia, los principales enemigos de Estados Unidos, se mantengan a raya, conscientes de que Trump es capaz de cualquier cosa, y que su escepticismo respecto de algunas alianzas históricas de Estados Unidos y sus amenazas de retirarse de la Otán podrían lograr que los aliados realmente comiencen a pagar en gasto militar la parte que les corresponde para su defensa.
Si la respuesta de un líder a los acontecimientos imprevistos define su carácter, la forma en que Trump encaró la pandemia es una referencia. Trump minimizó frecuentemente la gravedad del virus, causando más muertes en Estados Unidos, en proporción a su población, que cualquier otro país desarrollado, aunque en privado reconocía su alta mortandad, pero se oponía al uso de tapabocas y protocolos de distanciamiento. Pero Trump también merece crédito por el desarrollo de una vacuna y su distribución como resultado de la alianza público-privada, Operation Warp Speed, que facilitó un altísimo nivel de coordinación entre las agencias del Gobierno y las empresas farmacéuticas para desarrollar la vacuna.
No hay que pensar en el aislacionismo de Trump como una fase que pronto pasará, sino como un presagio de un cambio duradero en el temperamento estadounidense. Para los países cuya estrategia para la estabilidad internacional dependía del liderazgo estadounidense, es hora de considerar ya un plan B. Para América Latina, una mayor integración regional y una revolución en educación para dejar de ser exportadores de recursos naturales son las únicas opciones.
¿Serán millones los deportados por Trump de los Estados Unidos? ¿Insistirá por meses en una guerra comercial?
Para muchos expertos, con los aranceles que está imponiendo, la inflación subirá a medida que los empleadores pierdan trabajadores, y los importadores respondan a aranceles más altos, trasladando el mayor costo a los consumidores, aumentando los precios. La respuesta de China, con medidas retorsivas, empeorará la guerra comercial, llevando a una devaluación del yuan y un shock deflacionario global.
O quizás Trump solo hace un espectáculo mediático con algunas deportaciones que no afectan sustancialmente la oferta de mano de obra barata que proveen los 11 millones de ilegales, y usa los aranceles selectivamente como arma de negociación, y no se afecta la economía.
Cuando todo el mundo estaba pendiente de qué haría Trump frente a los adversarios tradicionales de Estados Unidos –Irán, Rusia y China–, Trump sorprendió con su interés en anexar Groenlandia, el canal de Panamá y Canadá. Como todo líder autoritario, sabe que lo imprevisible genera desconcierto, y miedo.
NICOLÁS LLOREDA