Pasarán varios días, sino semanas, mientras surge un diagnóstico final que explique con detalle la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de este martes 5 de noviembre en Estados Unidos y lo que esta implica tanto para Washington, como para el mundo.
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Aún así, muchas de ellas saltan a la vista. Quizá la más impactante de todas es la que emana del conteo de votos tanto en los llamados estados bisagra, que definieron estas elecciones, como a nivel nacional.
En cierto sentido, la gran sorpresa de estos comicios no fue la victoria de Trump. A lo largo de la campaña, pero especialmente en su recta final, todas las encuestas apuntaban a una apretada carrera en la que tenía altas probabilidades de ganar. La sorpresa, y mayúscula, es la contundencia de su triunfo.
Aunque todavía faltan por contar algunos votos, el expresidente terminó ganando en los siete estados indecisos (una victoria ya confirmada en Pensilvania, Georgia, Carolina del Norte y Wisconsin, pendiente por concretarse en Míchigan) y por diferencias superiores a las que indicaban los sondeos, que nuevamente volvieron a minimizar su respaldo en los estados del llamado "muro azul", donde Harris parecía tener la ventaja.
En ellos hubo un giro de al menos 3 o 4 puntos porcentuales de lo anticipado por las encuestas y que le daría una victoria ante el Colegio Electoral (el órgano que elige al presidente) de 309 votos cuando solo necesitaba 270 para llegar a la Casa Blanca.
El voto popular, un respaldo a la presidencia de Trump
Trump no solo replicó el mapa de su victoria del 2016 –cuando también derrumbó el muro azul– sino que se sumó Nevada, un estado que había favorecido a Hillary Clinton en ese ciclo.
Pero no fue solo eso. El expresidente, además, se encamia a ganar también el voto popular, una meta que le fue esquiva hace 8 años y hace cuatro cuando perdió en las elecciones del 2020 contra Joe Biden.
De paso, su candidatura arrastró al Partido Republicano, que recuperó el control del Senado y se perfila como el ganador en la Cámara de Representantes.
En otras palabras, de confirmarse lo de la cámara baja, los republicanos arrancarán el 2025 con poder absoluto tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo.
De acuerdo con promedios del Washington Post, a lo largo del país Trump logró voltear a su favor más de 3.000 condados que habían respaldado a los demócratas en las elecciones pasadas.
Se trata de un sólido triunfo en un país tan dividido como el estadounidense
Desde cualquier perspectiva se trata de un sólido triunfo en un país tan dividido como el estadounidense. Pero mucho más si se tiene en cuenta que fue Trump el que lo logró.
Un líder que llegará a su segundo mandato marcando varios récords. Por un lado, el de convertirse en el presidente más longevo en juramentar el cargo cuando lo haga el próximo 20 de enero a sus 78 años, sumado a haber sobrevivido a dos intentos de asesinato durante la campaña y a cuatro procesos criminales abiertos, condenado en uno de ellos. Pero, logró resucitar de sus cenizas para regresar aún más poderoso siendo el segundo presidente en la historia de Estados Unidos en liderar el país en un segundo mandato no consecutivo, algo que no ocurría desde el líder republicano Grover Cleveland que gobernó entre 1885 y 1889, y posteriormente entre 1893 y 1897.
El resultado le otorga gran legitimidad al magnate y, posiblemente, marcará su presidencia. Una victoria estrecha, perdiendo el voto popular y con un Congreso en oposición –algo que se predecía– es completamente diferente a la que se acaba de atribuir y que le otorga "carta blanca" para implementar una agenda que acaban de autorizar la mayoría de los estadounidenses.
¿Cómo se perfila la visión de la presidencia de Trump?
Al menos en el corto plazo, el Trump 2.0 tendría oxigeno para llevar adelante incluso los componentes más controvertidos de su agenda, como la deportación masiva de inmigrantes y la imposición de aranceles a todas las importaciones.
Pero el resultado, además, deja claro un realineamiento del público estadounidense hacia la derecha y plantea una profunda auto reflexión del Partido Demócrata, que no solo sale vapuleado de los comicios sino sin respuestas inmediatas frente a un electorado que no respondió a causas como el de la amenaza a la democracia, los derechos reproductivos de la mujer o la defensa del cambio climático. Al menos no ante la mayoría.
De paso Trump, pese a la oposición inicial, completó en esta elección su jaque mate contra el establecimiento republicano de antaño: de un partido internacionalista, pro libre comercio y de disciplina fiscal, a uno aislacionista, con ribetes de populismo y más alineado con la clase trabajadora.
Como decía el senador Marco Rubio, uno de sus simpatizantes y que suena como Secretario de Estado, "Trump acaba de rehacer al Partido Republicano".
¿Qué tanto peso tuvo el tema económico en la decisión de los votantes?
Por supuesto, las explicaciones tras esta contundente victoria de Trump son múltiples. Pero ninguna otra figura tan alto como la económica y su impacto entre la población.
De alguna forma, la celebra frase de Bill Clinton en las elecciones de 1992 contra el republicano George H. Bush (es la economía, estúpido), terminó siendo más cierta que nunca pero a la inversa.
En parte como consecuencia de la pandemia del covid-19 (se secaron las cadenas de producción y los gobiernos, incluido el de Trump, aprobaron gigantescos paquetes de estímulos para mantener las ruedas andando), la inflación en el país se disparó durante los primeros dos años de la administración de Joe Biden, alcanzando el 9,1 por ciento en 2020, la más alta registrada en cuatro décadas.
Para controlarla, la Reserva Federal implementó un plan de choque enfocado en elevar las tasas de interés que terminó siendo muy exitoso pero que tardó tiempo. En septiembre de este año, el último dado disponible, ya se ubicaba en el 2,1 por ciento, que era la meta propuesta por la Fed.
En general, bajo el gobierno Biden, la economía estadounidense terminó siendo la envidia del mundo, con altas tasas de crecimiento, generación de trabajos récord y bajas tasas de desempleo.
Sin embargo, el encarecimiento de los productos más básicos terminó golpeando duro el bolsillo de los estadounidenses que no sintieron estos beneficios. Especialmente entre la clase media y los más pobres que suelen ser parte del electorado demócrata.
A lo largo de toda la carrera, encuesta tras encuesta, una mayoría de los estadounidenses señaló que este, lo económico, era su principal preocupación y motivador para votar. Esos mismos sondeos también revelaron que confiaban más en Trump para el manejo del tema, pues recordaban un mejor momento cuando estuvo en la Casa Blanca.
En las encuestas de boca de urna, un campanazo para los demócratas este martes en la noche, más del 55 por ciento de los votantes expresó que el país no iba por buen camino.
Harris, al ser parte de la actual administración, heredó ese percepción y los votantes, queda claro con los resultados, la castigaron.
Pero Trump, además, continuó explotando a su favor otro factor que estuvo presente en el 2016, también socio económico, y que compone la base de su movimiento: el Maga o Make America Great Again (Hacer a América grande de nuevo).
Gran parte de su base está integrada por personas que viven en zonas del país, más rurales y en ciertas ciudades del centro este y oeste, muy golpeadas por la globalización y la desindustrialización de los últimos 40 años, y en donde su discurso antiélite y antisistema tienen mucha resonancia.
En su mayoría personas de raza blanca y sin educación superior, entre los que el discurso anti inmigrante de Trump tiene mucha acogida. Por razones culturales y de empleo, pues le atribuyen sus penurias económicas al histórico flujo de personas que llegó al país bajo la administración Biden.
Mucha de esta narrativa fue exacerbada por retórica falsa, desinformación o las verdades a medias que caracterizaron la campaña de Trump. Pero que cumplió con el objetivo de atrincherar a la base y radicalizarla.
El voto hispano y afro: la explicación del voto ampliado a favor de Trump y los republicanos
En este ciclo, además, el expresidente logró expandir esa base a otros segmentos de la población que solían favorecer más sólidamente a los demócratas, pero que en esta ocasión se corrieron hacia Trump. El caso más llamativo de todos fue el de los hispanos, que componen casi el 20 por ciento del electorado.
De acuerdo con las encuestas a boca de urna, si bien el expresidente no ganó en la comunidad, sí obtuvo hasta un 45 por ciento de su respaldo. Una cifra histórica para un republicano. Pese a su retórica antiinmigrante –dirigida en cierta medida a los hispanos pues en su mayoría tienen este origen– muchos se identificaron más con Trump y sus propuestas económicas en esta ocasión.
Para ponerlo en contexto, Biden se llevó este grupo con más del 60 por ciento en 2020, mientras que Harris solo habría obtenido el 53 por ciento, en parte gracias a los hombres, que lo prefirieron mayoritariamente.
El otro grupo que sorprendió fue el de los afroestadounidenses donde Harris, pese a ser de esta misma raza, perdió terreno en comparación con Biden. Trump, también con más respaldo de los hombres, obtuvo un 14 por ciento de este voto frente al 8 por ciento que alcanzó en el 2020.
Esas diferencias fueron incluso más amplias en los estados bisagra y donde jugaron un papel relevante para inclinar la pendiente hacia el exmandatario.
Ambos votos, el de los hombres latinos y afros favoreciendo a Trump, fueron otro eje de esta campaña y que se suma a las razones por las que probablemente perdió Harris.
Cualquier análisis sería incompleto sin mencionar que Estados Unidos nunca ha elegido a una mujer presidenta y que el famoso techo de cristal del que habló Hillary Clinton en 2016, aún sigue sin romperse.
Varios medios de comunicación mencionaban cómo, adicionalmente, el discurso pro inclusión y de apertura frente la comunidad LGBTIQ+, posiblemente alineó a estos sectores de la población que suelen ser más conservadores.
El golpe de la súbita renuncia de Joe Biden, ataque mortal para los demócratas
Otro elemento que pesó y sin el que este balance quedaría incompleto, es el de la crisis en la que cayó el partido tras la súbita renuncia de Biden en julio, la premura con la que tuvieron que elegir a Harris como su sucesora en la contienda, y el poco tiempo –solo tres meses– restante para armar toda una campaña nacional con un nuevo enfoque.
Eso, al menos, es de lo que hablan hoy los "gurús" del Partido Demócrata y que suena un poco a justificación.
La verdad, así las encuestas indicaran lo contrario, es que las señales de una posible victoria de Trump estaban ya en el radar mucho antes de que concluyera esta histórica batalla por la Casa Blanca, que es la historia de un electorado –o de una mayoría– que estaba inconforme con el rumbo del país y que le pasó la cuenta de cobro a los gobernantes de turno. Un rumbo que, sin lugar a dudas, fue maquillado por el Partido Republicano, pero que terminó por diferenciar a los vencedores y vencidos de las elecciones presidenciales 2024.
SERGIO GÓMEZ MASERI - CORRESPONSAL EL TIEMPO - WASHINGTON