El 16 de octubre de 2024 fue la última vez que Martha Lucía Sánchez habló con su hijo, Robinson Sánchez Torres, quien se encontraba en ese momento como combatiente del Ejército ucraniano en la guerra que ese país libra con Rusia.
Ataque en Ucrania. Foto:EFE
Sánchez Torres trabajaba conduciendo tractocamiones en Colombia, pero recibió una oferta laboral para unirse a las filas ucranianas. Viajó en abril del año pasado y alcanzó a estar casi siete meses combatiendo en una zona de ese país, hasta que el 28 de octubre Martha Lucía recibió una llamada de uno de sus compañeros, quien le afirmó que su hijo estaba desaparecido y probablemente había muerto en un combate.
Martha esperó unos meses para tener nuevos datos de su hijo, pero como esto nunca pasó, decidió vender algunas de sus pertenencias, pedir prestado, recibir ayudas de conocidos y demás, para recaudar unos 20 millones de pesos y emprender una travesía en busca de su hijo.
El soldado colombiano Robinson Sánchez Torres, con el uniforme en Kiev, capital de Ucrania. Foto:Suministrada por Martha Sánchez
A inicios de mayo, viajó desde su natal Montenegro, Quindío, hacia Bogotá para tomar un vuelo con destino a Madrid, España, y luego otro hacia Varsovia, Polonia. Finalmente, allí tomó un tren que la llevó a la zona de reclutamiento en Ucrania y se encontró con otros combatientes colombianos.
“Nunca recibí más información, nadie dice nada, yo les escribí por todas partes, pero nadie responde. La incertidumbre me llevó a hacer el viaje, a pesar de no tener recursos para eso. Los compañeros me dijeron que era muy duro decírmelo, pero que mi hijo sí había fallecido, porque no lo encontraban por ningún lado”, le contó Sánchez a este medio.
La mujer, de 59 años, se encontró con el drama de otras cuatro madres colombianas que también buscaban a sus hijos desaparecidos en combate. Incluso, en una zona de Kiev, se ha construido una especie de homenaje con las fotografías y banderas de las nacionalidades de los combatientes desaparecidos o caídos en el frente de batalla, y decenas de ellos son colombianos o latinoamericanos.
“Les he pedido ayuda tanto al Gobierno colombiano como al ucraniano y ninguno me ha dado ni siquiera una respuesta. No he tenido ningún tipo de ayuda. Prácticamente aguanté hambre allá y ni siquiera se conmovieron de eso para brindar algún tipo de ayuda”.
Martha Sánchez, frente a la foto de su hijo, en homenaje a los combatientes caídos en Kiev. Foto:Suministrada por Martha Sánchez
Relató que su experiencia fue muy difícil, porque tuvo que soportar las inclemencias del clima, aguantar hambre y, en algunos casos, no lograba comunicarse correctamente con las personas de ese país.
“Yo no tuve estudios, soy una persona de bajos recursos, pero por amor a mi hijo me tuve que enfrentar a subirme a un avión, a manejar un idioma como ese. Yo solo sé leer (en español) y firmar. Un policía en la frontera con Polonia se conmovió y me organizó mi teléfono para que pudiera defenderme en Ucrania y comunicarme con la gente de allá”, contó la mujer.
Sánchez dijo que, pese a todo lo que vivió, guarda la esperanza de que su hijo esté resguardándose en algún lugar y siga con vida.
“Esté como esté, pero yo lo sigo esperando, sigo creyendo que está vivo. Lo único que me dijeron allá es que tenía que esperar tres años, y que si no lo encontraban, lo daban por muerto y me tocaría volver a viajar para tramitar algún tipo de indemnización. Pero yo no quiero eso, solo quiero que mi hijo esté vivo. A mi hijo le pintaron pajaritos de oro que nunca le cumplieron. Les dicen que les van a pagar 19 millones y todos se van con esa ilusión, pero eso es una gran mentira”.
El soldado colombiano Robinson Sánchez Torres, con el uniforme en Kiev, capital de Ucrania. Foto:Suministrada por Martha Sánchez
También tuvo que pasar por dos bombardeos rusos, el 24 y 25 de mayo, este último catalogado como uno de los mayores ataques aéreos rusos contra Ucrania desde que comenzó la guerra en 2022. Doce personas murieron y decenas más resultaron heridas.
“Lo que viví allá me afectó muchísimo. Hasta tuve que estar en dos bombardeos, escondiéndome en subterráneos. Eso fue miedoso, ese pueblito quedó destruido. Yo solo me encomendé a Dios y le dije que, si eso era lo último que me iba a tocar vivir, solo estábamos esperando que nos cayera una bomba encima”, narró la mujer.
Sánchez ya regresó a Montenegro y espera que la Gobernación del Quindío, la Cancillería colombiana, el Gobierno ucraniano o alguna fundación del país se comuniquen con ella y le brinden algún tipo de asesoría o apoyo.