Han transcurrido cinco días desde que un voraz incendio acabó con la ilusión de 70 familias en la localidad de Iscuandé, Nariño, en donde en cuestión de minutos las llamas destruyeron 40 casas construidas en madera y otras 30 quedaron en pie con daños. Hay 241 damnificados por este desastre.
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La noche del 21 de noviembre fue espantosa para los habitantes del barrio Viento Libre I etapa, en la cabecera del municipio de Santa Bárbara, en la Costa Pacífica Nariñense, cuando hombres y mujeres se despertaron asustados en medio del fuerte calor del fuego, apenas comenzaban a dormir al interior de sus casas.
Eran las 10 de la noche de ese trágico jueves, cuando, según el testimonio de las autoridades y de los vecinos, el descuido de un niño que dejó encendida una vela en su vivienda, fue la causa que originó la gran conflagración.
'Traté de salvar a mis hijos y recuperar documentos'
Al frente estaba la vivienda de Johana Obando, una mujer de 50 años, que vivió la tragedia en compañía de sus cinco hijos, el menor de 15 años y el mayor de 25, a quienes debe sostener en su calidad de trabajadora doméstica.
Ella recuerda: “Yo estaba dormida en camita, ni me quería bajar de allí por el miedo, pero lo primero que hice fue correr por mis hijos y salvar documentos de ellos y los míos que tenía guardados en una carterita en el armario”.
Tras su primera reacción de evitar que “los papeles” fueran alcanzados por las llamas, enseguida salió de su casa que tenía cinco piezas y también puso a salvo a sus hijos y a su nieta de solo un año. “Gracias a Dios logramos salir rápido, había mucho fuego y humo, mis hijos y yo tosíamos, tosíamos mucho”.
Su casa quedó reducida en cenizas en pocos minutos, era su triste realidad. "El incendio no dio espera, mi hija me decía ya no se puede hacer nada más, salga de allí, qué vamos hacer ahora”.
“Todo, todo se quemó, no quedó nada, solamente se salvaron los papeles”, dijo resignada y muy triste.
Ahora está viviendo con sus seres queridos en la casa de una vecina ubicada en la segunda etapa del barrio Viento Libre, a la espera de recibir la ayuda del gobierno.
No, nos han dado todavía ninguna esperanza, la gente está desesperada porque no nos han dado ninguna respuesta
“No nos han dado todavía ninguna esperanza, la gente está desesperada porque no nos han dado ninguna respuesta”, expresó con tono de preocupación.
La única ayuda que ha recibido ha sido la alimentación, consistente en arroz y enlatados, que los recibe cada tres días de la Alcaldía y el Concejo municipal, al igual que de la parroquia de Iscuandé.
Pero la mujer, en medio de su drama no deja de pensar en que se acerca diciembre con la temporada de Navidad. “Claro, es muy difícil para uno viviendo en casa ajena, con más gente, me toca más duro”, es por eso que al gobierno le pide “que me ayude con cualquier ranchito para irme con mis hijos y poder seguir mi vida”.
No se le ha pasado aún por la cabeza regresar a Sanabria, el corregimiento del que salió hace 15 años con el fin de que sus hijos pudieran educarse.
Una madre y cinco hijos lo perdieron todo
No menor fue el temor y miedo que sintió aquella noche de terror Doris Castillo, junto a su compañero y, también con sus cinco hijos, quienes perdieron parte de su casa, pero al menos se pudieron salvar.
Vivía a cuatro casas de distancia de la que originó el incendio, en ese momento dormía como la mayoría de habitantes del pequeño poblado.
“Yo estaba dormida cuando alcancé a escuchar gritos. ¡Nos quemamos! ¡Levántense que nos quemamos!”, contó y agregó: “Salí en pijama corriendo, lo primero que hice fue despertar a mis dos hijas, mi niña lloraba y gritaba nos quemamos mamá, nos quemamos mamá”.
“Eso fue horrible, no se lo deseo a nadie”, dijo la madre cabeza de familia que había construido su casa hace cuatro años con mucho esfuerzo.
Hoy con sus hijas vive en la vivienda de una tía, a la espera de que les puedan resolver su difícil situación.
MAURICIO DE LA ROSA
Especial para EL TIEMPO
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