Mi amistad con Alfonso Gómez Méndez tiene una característica particular. En realidad, es una relación heredada, ya que proviene en parte de él haber sido una de las personas más cercanas a mi padre en los últimos años de su vida. Curiosamente, eso sucedió siendo Alfonso Gómez Méndez menor que yo. Esa historia se está repitiendo en la siguiente generación, pues su hijo Federico, quien entró como practicante a trabajar conmigo en Semana, es hoy por hoy, ya como director de la Revista Cambio, uno de mis mejores amigos.
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No sé si la amistad entre los dos Alfonsos surgió por ser ambos grandes constitucionalistas. En todo caso, ese vínculo se consolidó porque mi padre encontró en su tocayo a un interlocutor de su nivel que hablaba el mismo lenguaje. Sin embargo, con el tiempo la amistad entre los dos pasó de lo intelectual a lo personal. Se reunían prácticamente todas las semanas no solo para hablar de historia, de política y del Partido Liberal, sino para hablar de todo. Alfonso Gómez tiene una personalidad introvertida que lo hace ver como un estadista sobrio a pesar de su refinado sentido del humor negro. Alfonso López tenía rasgos parecidos, pero con una franja de frivolidad que divertía a su compañero de las tardes que compartían.
Una de las anécdotas de ese cruce de personalidades es que los dos se describían como descendientes de sastres. Gómez Méndez era el hijo de Federico Gómez Mina, un negro nacido en Miranda, Cauca, y quien se convirtió en el sastre de la burguesía de Chaparral en el Tolima. López Michelsen, por su parte, era el tataranieto de Jerónimo López, sastre de los últimos virreyes en la Bogotá de 30.000 habitantes del siglo XIX.
Esa cercanía entre las dos familias me ha permitido conocer de cerca a Alfonso Gómez Méndez. Hay dos aspectos de su personalidad que siempre me han llamado la atención: en primer lugar, el conocimiento que tiene de la historia y de la política colombiana, tanto de lo que está en los libros y, más sorprendente aún, de lo que no está en los libros. Alfonso puede recitar de memoria todos los gabinetes del último medio siglo, se sabe las fechas de los acontecimientos relevantes del país y tiene conocimiento al detalle de las votaciones de las decisiones jurídicas trascendentales y en qué sentido votó cada magistrado. Ese dominio enciclopédico de la historia jurídica y política del país lo ha convertido en un referente para muchos de los protagonistas actuales de la vida pública.
Pero así como Gómez es ajeno a la chismografía contemporánea, es experto en lo que los franceses llaman la petite histoire, que es el detrás de cámaras de la historia oficial. Como dije arriba, la historia que no está escrita en los libros. Sus versiones de cualquier evento, como el golpe del 13 junio de 1953 en que Rojas tomó el poder, o el 19 de abril de 1970 en que Misael Pastrana se quedó con la Presidencia, van mucho más allá de los hechos conocidos pues están salpicadas de anécdotas y detalles que solo él registra. Y curiosamente, habla con la misma propiedad sobre episodios que tuvieron lugar veinte, treinta o cuarenta años antes de que él naciera, llegando hasta Bolívar, que se ha convertido en su especialidad.
El segundo rasgo de su personalidad que me ha impresionado es que no solo tiene conocimiento de cómo funcionan las cosas, sino también unas ideas concretas de cómo mejorarlas. En otras palabras, tiene clarísimas las reformas que se requieren para acabar con los vicios tradicionales. Por lo general los expresidentes de Colombia, en razón de su experiencia, tienen ese nivel de conocimiento. Pero fuera de estos, los únicos nombres que saltan a mi mente serían los de Alfonso Gómez Méndez, Germán Vargas Lleras y tal vez Mauricio Cárdenas.
La mayoría de los cambios que Alfonso Gómez considera que el país necesita están contenidos en las páginas de este libro que muestra la coherencia de su pensamiento a lo largo de toda una vida. Pero vale la pena resaltar algunos. Él, por ejemplo, considera que la Procuraduría debería reestructurarse a fondo y que el fiscal general debería ser el ministro de Justicia.
Para Gómez Méndez el sistema de elección actual del fiscal, de una terna enviada por el presidente de la que debe elegir la Corte Suprema, debería ser exactamente al revés: el propio presidente debería elegir al fiscal para que sea parte de la rama ejecutiva y tenga responsabilidades políticas. Alfonso es el único colombiano que ha ocupado los tres cargos más importantes en la administración de justicia: fiscal general, procurador general y ministro de Estado. Siempre ha dicho que cuando va a dar alguna conferencia internacional le cuesta mucho trabajo explicar cuál es la diferencia entre esas tres responsabilidades.
Otra de sus inquietudes es la inconveniencia de asignarles a los magistrados funciones electorales. Para él este sistema corrompe y clienteliza la administración de justicia y, sin duda alguna, el tiempo le ha dado la razón.
Sus tesis reformistas no se circunscriben a la rama judicial. Sobre el ámbito político también tiene teorías que a menudo rayan con la obsesión. Muchas de las columnas contenidas en este libro registran su inconformidad con algunos resultados de la Constitución del 91. En particular lamenta la desaparición de la ideología en los partidos políticos que han sido reemplazados por más de treinta organizaciones, casi de garaje, cuya única razón de existir es la expedición de avales. Colombia, que tenía históricamente dos partidos tradicionales serios y dos o tres colectividades minoritarias independientes, hoy es un país de casi cuarenta microempresas electorales sin ningún contenido programático serio o posibilidades de llegar al poder.
"Hoy los que llegan a la presidencia no son los mejores cerebros sino los mejores productos de mercadeo".
Y hablando de llegar al poder, el único cargo que le ha faltado a la hoja de vida de Alfonso Gómez Méndez es la presidencia de la República. Los que lo conocen saben que tiene la experiencia y el peso para esa responsabilidad. Él la buscó ya en una ocasión en que, enfrentado a la maquinaria de César Gaviria, consiguió una muy alta votación en la consulta liberal. Hoy los que llegan a la presidencia no son los mejores cerebros sino los mejores productos de mercadeo. Gómez Méndez es más lo primero que lo segundo. Por eso su estatus no es tanto de presidenciable sino más bien de expresidente, sin haber pasado por la Casa de Nariño. Algo parecido a la percepción que se tiene de Germán Vargas Lleras hoy o de Álvaro Gómez Hurtado en el pasado. Son personajes que por su trayectoria y su peso ejercen una influencia en el poder sin necesidad de un cargo.
Por el apartamento de Alfonso Gómez Méndez desfilan ministros, congresistas, militares,periodistas, empresarios y expresidentes. Él no puede ofrecer prebendas pero valoran su consejo.
A través de los diferentes capítulos de este libro se puede hacer un recorrido de la historia de Colombia y de la vida de Alfonso Gómez Méndez. Hay perfiles de los personajes que lo marcaron a él y al país, propuestas de reformas como las que he enumerado en estas líneas, y columnas y entrevistas que podrían ser parte de una cátedra de derecho.
Para un hombre nacido en Chaparral -en una casa de piso de barro, techo de paja y sin luz eléctrica- que no contaba con ninguna de las gabelas que facilitan el ascenso en la vida pública, Alfonso Gómez Méndez es un gran triunfador. Él mismo relata que cuando fueron a evaluarlo en la escuela pública y lo adelantaron un curso por su desempeño, su mamá le dijo que, por ser el más inteligente de sus hermanos, ella le veía un gran futuro: ser el comandante de la estación del ferrocarril en Girardot.
Hoy desde el cielo doña Elvira Méndez de Gómez estaría sorprendida de ver hasta dónde llegó su hijo predilecto. No fue comandante de la estación de ferrocarril, no ha sido presidente de Colombia, pero probablemente ocupa en esta generación el lugar que en la anterior ocupó Darío Echandía, el coterráneo de Chaparral que fue el ídolo de su juventud.
PRÓLOGO DE 'DEMOCRACIA BLOQUEADA' ESCRITO POR FELIPE LÓPEZ CABALLERO.
Presentación del libro
EL TIEMPO Casa Editorial, Círculo de Lectores, Intermedio Editores y el Gimnasio Moderno invitan a la presentación del libro 'Democracia bloqueada' del exfiscal, exprocurador y exministro Alfonso Gómez Méndez este martes, 12 de noviembre, en la Biblioteca los Fundadores del colegio Gimnasio Moderno a las 6:30 p.m.
En este espacio, Gómez Méndez conversará con Roberto Pombo, director editorial de Prisa Media.