RÍO DE JANEIRO — Los satélites de Brasil no detectaron nada alarmante. Sin embargo, en el suelo, los árboles estaban muriendo.
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Una extensión de bosque protegido se estaba secando poco a poco. Las hojas caían de los árboles y mientras el sol se filtraba a través del dosel que se desintegraba, pastos de hierba brotaban debajo.
Todo era intencional.
Cuando las autoridades brasileñas respondieron a quejas anónimas sobre la destrucción el año pasado, encontraron grandes cantidades de contenedores de herbicidas vacíos. Ganado deambulaba en algunas de las pasturas recién cultivadas.
El terreno era propiedad de Claudecy Oliveira Lemes, un ganadero que ha abastecido a algunos de los mayores procesadores de carne, incluyendo JBS, un gigante brasileño de carne de res.
Lemes ahora también está acusado de cometer uno de los mayores actos de deforestación ilegal en Brasil. Las autoridades buscan casi mil millones de dólares en compensación. Lemes ha negado toda fechoría.
Lo que separa a Lemes de los miles de otros madereros y ganaderos que han arrasado partes del Amazonas y otros bosques en Brasil es que utilizó lo que las autoridades dicen que es una nueva técnica peligrosa: la deforestación química.
Mientras los gobiernos intentan avanzar en su lucha contra la deforestación, los delincuentes encuentran nuevas formas de talar árboles para obtener ganancias. En Sudamérica, la deforestación química es uno de los frentes de batalla más nuevos. “Es más difícil de detectar, parece un incendio y se pueden deforestar miles de hectáreas en poco tiempo”, dijo Ana Luiza Peterlini, la fiscal que supervisa el caso contra Lemes.
Peterlini y otros funcionarios dijeron que creían que los ganaderos estaban recurriendo a productos químicos para evitar la detección a través de sistemas de monitoreo por satélite, una de las principales defensas contra la deforestación.
En algunos casos, dijeron las autoridades, los ganaderos utilizan productos químicos para secar el bosque y facilitar la quema. Luego, el fuego destruye la evidencia de que se utilizaron productos químicos.
“No tenemos ninguna duda de que es una práctica muy común”, dijo Rodrigo Agostinho, director del Ibama, la agencia ambiental de Brasil. “Por otro lado, tenemos enormes dificultades para probarlo”.
En Brasil, ninguna agencia lleva un recuento nacional de incidentes relacionados con la deforestación química. Aparte del área en el caso de Lemes, al menos otros 465 kilómetros cuadrados han sido deforestados usando pesticidas en Brasil desde el 2010, arrojan sondeos de Repórter Brasil, un medio periodístico, y otros grupos ambientalistas.
La deforestación química plantea una amenaza más insidiosa que los medios tradicionales de tala porque puede dejar daños más perdurables al medio ambiente y la fauna. Los productos químicos contaminan el suelo, matando microorganismos e insectos y pueden llegar al agua subterránea. La aplicación aérea también ha perjudicado a la población. En el 2021, casi 400 personas en el territorio indígena wawi tuvieron que mudarse de su aldea porque se estaban rociando productos químicos en áreas de la Amazonia donde cultivaban y recolectaban miel.
En junio, estudiantes y maestros de la ciudad rural de Belterra fueron trasladados de urgencia a una clínica de salud con síntomas de intoxicación tras ser rociado el recinto escolar al menos tres veces con productos químicos.
Pero no ha habido ningún caso como el de Lemes.
Los fiscales brasileños acusan a Lemes de contratar un avión para rociar químicos en 777 kilómetros cuadrados de bosque con el fin de criar ganado allí. Los químicos mataron muchos árboles.
Debido a que la propiedad de Lemes estaba en el Pantanal, el humedal más grande del mundo, había restricciones sobre cómo podía usarla. Podría limpiar cierto terreno con permisos.
El abogado de Lemes, Valber Melo, refutó los cargos y dijo que los incendios forestales habían causado la pérdida de los árboles. “No hay evidencia científica del uso ilegal de pesticidas” en la tierra, afirmó.
Peterlini dijo que las pruebas habían revelado residuos químicos en el suelo y en las hojas, y que las imágenes de satélite habían mostrado una disminución de la vegetación a pesar de que no había grandes incendios en ese momento.
Mauren Lazzaretti, Secretaria de Medio Ambiente del Estado donde ocurrió el caso, dijo que su departamento estaba trabajando con una universidad para ajustar sus sistemas de monitoreo para detectar la deforestación química.
JBS dijo en un comunicado que las granjas propiedad de Lemes han sido bloqueadas como proveedores.