Humberto de la Calle salió del Congreso a comienzos de 2025. Algunos interpretaron esta decisión como una posible señal de su intención de lanzarse a la presidencia en 2026, algo que, por ahora, él niega. Su voz sigue siendo relevante y resuena en un momento de profunda polarización. No solo cuestiona al Gobierno, sino que también expresa dudas sobre las acciones de la oposición. En diálogo con EL TIEMPO, aseguró que el Pacto Histórico ha emprendido un proceso de destrucción institucional que le está pasando factura. Además, advirtió sobre la descomposición de los partidos políticos y la compra de voluntades en el Congreso.
¿Cómo ve la actualidad política del país, cuando se está ad portas de la discusión de una consulta popular?
Todavía hay mucha incertidumbre. Esto es normal: la política deja de ser un divertimento de cóctel y se convierte en algo de interés general mucho más adelante. Por ahora estamos en la fase de la farándula. Pero hay algo más ya que pasan muchas cosas de manera vertiginosa, de modo que no ha alcanzado uno a ver los titulares cuando ya todo ha sido devorado por un nuevo acontecimiento. Digo que pasan muchas cosas, pero mucho de ello es mercadotecnia, simple oropel. Hay que aprender a distinguir lo sustancial de lo periférico. Lo que sí es cierto es que la pugnacidad seguirá en aumento.
¿Y qué opina de la consulta laboral? Algunos se han opuesto a este mecanismo al decir que es una forma de comenzar la campaña electoral antes, otros lo ven como la expresión de los mecanismos de participación de 1991. ¿Cómo lo ve?
La consulta es nociva pero no por las razones que pregonan los opositores. La consulta se llevó a la Constitución como mecanismo de ampliación de la democracia. No es una anulación del Congreso, sino una herramienta prevista precisamente para dirimir situaciones como la actual ante el archivo de la reforma laboral. Es una tontería decir que viola la separación de poderes ya que se ubica por encima de las llamadas ramas del poder. Pero es claro que el gobierno la usa como artificio electoral. Hay que buscar un acuerdo sobre lo esencial de la reforma y sacarlo en el Congreso. Un año con la cantaleta de que unos oligarcas no permiten que los trabajadores recuperen derechos que les fueron negados, es terrible. La propuesta laboral del gobierno, mirada en su conjunto, es anacrónica y no resuelve los problemas actuales del mercado laboral. Pero con las debidas excepciones en los sectores turísticos y de salud, es mejor el acuerdo sobre derechos laborales que fueron eliminados.
Humberto de la Calle renunció a su curul en el Senado en enero de este año. Foto:César Melgarejo. EL TIEMPO
El presidente Gustavo Petro asegura que el Congreso lo ha bloqueado, ¿considera que el mandatario tiene razón alguna en ello?
Lo del bloqueo institucional que alega el gobierno es un cuento chino. Es el funcionamiento habitual de cualquier democracia. Muchas iniciativas le han sido aprobadas. Se trata de un quejido un tanto narcisista: todo lo que impulsa el gobierno es bueno sin discusión.
Algunos han dicho que, si se hunde la consulta, el Gobierno enfilará sus esfuerzos en una constituyente, como muestra de que es la única forma de llevar a cabo reformas. ¿Lo ve así?
No veo que el Gobierno a estas alturas tenga músculo para una constituyente. Tampoco tiene tiempo. Yo dejaría una constituyente para la reforma de la justicia a fin de revivir el llamado equilibrio de poderes que tumbó la Corte Constitucional. Entre Congreso y Justicia hay un contubernio de impunidades mutuas. Y también para una verdadera reforma electoral.
Usted qué estuvo en el Congreso, ¿Se ha equivocado el Legislativo en la forma en que ha abordado la relación con el Presidente? ¿Cómo entender que haya un mandatario tan pugnaz con el Congreso?
Pero es al revés. Muy buena parte del Congreso se entregó por prebendas. La gula de algunos congresistas es inagotable y la ansiedad y la impaciencia del gobierno no tienen límite. Manipulación ha existido. Pero está desbordada. La destrucción de los partidos no tiene nombre. Vea el liberalismo: el jefe de ese partido, uno de los estadistas mayores, da órdenes y la mayoría de sus miembros, sobre todo en la Cámara, entrega su voto de forma manumisa.
El Presidente acaba de hablar de un nuevo estado de excepción, la emergencia económica, ¿No está abusando de estas figuras que deberían ser excepcionales?
La reacción del Presidente frente a la fiebre amarilla es desmesurada. Una cosa es vacunar, que está bien, y otra anunciar una emergencia económica. El problema es que de tanto manosear los estados de excepción, pierden eficacia. En cambio, en el Catatumbo sí tiene razón. No sé de dónde sale la idea de que las medidas solo aplican a situaciones imprevisibles. Eso es cierto solo para la emergencia económica. Entonces, si el Eln se toma a Bogotá, ¿no hay lugar a la conmoción porque lleva décadas atacando? Tremendo error.
Hay temores en algunos sectores por la situación fiscal del país, ¿Cómo ve el panorama? ¿Hay terquedad en el sector que no quiere hacer un recorte (Presidente) o el Congreso que no quiere tramitar una reforma tributaria?
El déficit es enorme y va a crecer. Haber tumbado a Guevara no arregla nada. La salida de más tributos es inviable. El gobierno debe recortar el gasto. No hay remedio. Y la iniciativa de aumentar ahora la retención es una jugada irresponsable que solo busca trasladar el enorme hueco fiscal al siguiente gobierno.
Congreso sesionó en conmemoración de las víctimas que ha dejado el conflicto armado en Colombia. Foto:Prensa Senado
Usted fue vicepresidente, aunque renunció, en un gobierno que fue descertificado, ¿Estamos en un escenario similar?
Una descertificación sería muy dañina. Petro tuvo razón al dirigir su política a la interdicción por encima del ataque a los cultivos. Muchos lo acompañamos en eso. Pero esa postura es insostenible. Hay que cambiarla. El problema, además del desarreglo que eso causaría, es el poco tiempo para lograr éxitos. La señora Sarabia y el embajador García Peña están haciendo lo que toca: mitigar al máximo los posibles efectos mientras se logran acuerdos más estables.
¿Cómo se ha manejado la situación con el gobierno de Donald Trump? ¿Cuáles son los aciertos y fallas al manejar a alguien tan inestable?
Lo de la devolución del avión en la famosa madrugada fue una torpeza. Aunque es legítimo velar por la dignidad de los deportados, Petro se puso en la posición del muchacho que sirve de escarmiento. Sheinbaum y Lula manejaron mejor el tema. Toca mucho pragmatismo. Petro tendrá que tascar freno de aquí en adelante. Y el que venga también. Hay que ver si lo de Trump es sostenible. Puede que no. The Economist ya registra una creciente desfavorabilidad sobre todo en el manejo económico.
El Gobierno tuvo una gran crisis por cuenta de Armando Benedetti y Laura Sarabia hace unos meses y de nuevo se está hablando del choque de estos dos. ¿Deberían marginarse del gobierno?
En todo Gobierno hay conflictos internos que el Presidente debe manejar. Pero ahora tenemos el espectáculo del Gobierno como piscina de pirañas. Después del desastroso consejo de ministros, hemos visto esto: el Ministro de Defensa mueve la compra de glifosato y Petro se opone a su utilización. Laura felicita a Noboa y Petro dice que no lo reconoce. La señora Muhamad acusa a un funcionario de la UNGRD. Laura le mete un nuevo tarascazo a Benedetti. Y no pasa nada. El Presidente debería imponer algo de discreción.
Han dicho que la oposición no ha sabido actuar, pues no sabía cómo se hacía contrapeso a un Gobierno, ¿cómo ha visto este sector durante la actual administración?
La oposición viene haciendo un pobre papel. No ha logrado articular una ilusión. Las solas críticas, merecidas en muchos casos, exageradas en otros, no muestran siquiera una sombra de la sociedad post-Petro. ¿Qué ofrecen? Cualquier cosa que insinúan, devora la idea, justa o injusta, de que solo se trata de volver al pasado. Que los ñeros salgan de los carros oficiales. En política, es claro que el miedo y la rabia son eficaces. Pero deben ir de la mano de la esperanza. Moisés no descuidó la idea de la tierra prometida, aun incurriendo en el mayor acto de populismo de la historia: ofreció dividir las aguas del Mar Rojo. ¿Cómo sorteó eso? No sabemos. Aún no vivía Duque para echarle la culpa.
Usted sale del Congreso hace unos meses, incluso tuvo intenciones de hacerlo desde antes, ¿qué le dejó ese paso de diferente y cómo entiende la realidad nacional actual después de sus dos años allí?
Ahora el desbarajuste es de gran calado. El Pacto Histórico ha sido eficaz en la demolición, pero una demolición caótica. Incluso en ocasiones ha reventado hasta los cimientos sin darse cuenta que algo de ellos va a ser necesario para el nuevo edificio. Las instituciones padecen el mayor descrédito posible. El gobierno ya dio por concluida su tarea administrativa y ahora está dedicado a permanecer en el poder. Esto es legítimo y hasta natural. Pero el Pacto se parece a Teo Gutiérrez: dos piruetas asombrosas, y al cabo de ellas, recibe tarjeta amarilla. Hay que ver si ellos logran despejar su futuro. Es claro que no busca la aceptación de la élite. Es lógico y entendible. Pero creo que la gran deuda va a ser con la izquierda auténtica que dista mucho del aventurerismo. Petro recogió la rabia y la indignación de 1948, la modernizó, le dio contenido universal alrededor del cambio climático; sus enrevesados diagnósticos, si se miran con cuidado, a veces desnudan grandes falencias de nuestra sociedad. El mensaje llegó a la mente de jóvenes y desposeídos. Indignados y a la vez esperanzados. Petro es un hecho de nuestra realidad política. Y, gane o pierda, lo seguirá siendo después del 2026. Que se baje de la nube la élite que cree el Pacto Histórico es un fenómeno desechable. Tendremos que tramitar esta realidad con cabeza fría.
Presidente Gustavo Petro. Foto:Presidencia
El gobierno insiste en que el sistema de salud es inviable y la oposición dice que el gobierno lo está ahogando, ¿Quién tiene la razón?
El Pacto Histórico se montó en un argumento poderoso. Deficiencias y corrupción, desafortunadamente ciertas. Pero ahora la crisis de la salud es más grande, real y enorme. La letanía es la misma: culpa de gobernantes ladrones y empresarios codiciosos. El número de enfermos es reducido en comparación con las personas sanas en cualquier sociedad, de modo que el asunto no ha movilizado a la sociedad. Puede venir un estallido. Pero no sé si antes del 2026.
¿Cómo ve el panorama electoral con miras a 2026?
Los datos de intención de voto, por ahora, son solo lo que los expertos llaman top of mind. Como quien dice, la primera ocurrencia sin mayor meditación. Equivalen al Dolex cuando aún no se sabe si el dolor de cabeza viene de un cáncer cerebral.
Hay una figura que ha tomado vuelo en la derecha y es Vicky Dávila, y hay choques, por el contrario, en el uribismo. ¿Considera que será un actor importante para las próximas elecciones?
Vicky recoge un sentimiento existente. Es cierto que carece de experiencia pero ella se zafa con habilidad. Dice que la experiencia no ha evitado la debacle. Yo creo que le falta más formación. Pero tampoco puede decirse que sea irrelevante.
Sergio Fajardo va liderando las encuestas. ¿Cree que esta vez será la oportunidad de este o de ese centro?
Fajardo es un caballero a carta cabal. Es el Beckenbauer de la política. Es intachable. Tal vez insiste demasiado en que es el único limpio. Preocupa su insistencia en no aliarse con nadie. Bien que no lo haga con personajes oscuros. Pero la política busca aunar. Con mayor razón en un régimen de segunda vuelta. El impacto lo sufre el llamado Centro político porque Fajardo por fuera de cualquier mecanismo de selección juega el juego de la ruleta rusa. Triunfar o morir en solitario. Es parte de su libertad personal pero en esta coyuntura debería imponerse una acción colectiva.
¿Ese éxito temprano del centro no lo impulsa a pensar en una candidatura presidencial?
Hay que guardar compostura. Sería ridículo que uno se autoproclamara como el candidato número 65.
Humberto de la Calle renunció a su curul en el Senado en enero de este año. Foto:César Melgarejo. EL TIEMPO
¿Cómo ve a la izquierda para estos comicios, sobre todo con figuras como María José Pizarro, Gustavo Bolívar y Daniel Quintero?
El Pacto propiamente dicho no ha logrado perfilar un candidato viable. Aprendí a respetar a María José Pizarro. Y aunque suene raro, para mí Bolívar tiene una característica interesante. Es de los pocos que no naufraga en el magma de la autosatisfacción. Reconoce sus errores y sus falencias. No es poco. Pero creo que al Pacto le va a tocar aliarse. Para una segunda vuelta, obvio. Pero de pronto para la primera.
Después de las alianzas de Gustavo Petro y los escándalos de la UNGRD, ¿cómo recuperar las banderas de la transparencia cuando parece que todos los sectores aceptan la politiquería y el clientelismo como necesarios?
Ese es el talón de Aquiles del Pacto. Para muchos colombianos, sobre todo jóvenes, los integrantes del Pacto terminaron siendo unos políticos ordinarios, como todos los demás. Perdieron el aura que les era fácil cultivar siendo oposición. Haber ganado puede ser su perdición porque muchos de sus connotados voceros no aguantaron la libido del bolsillo goloso.
Comisión de Acusaciones archiva tres procesos contra Petro. Foto:EL TIEMPO
JUAN LOMBO
Redacción Política