Rompió un récord del legendario Valentino Rossi y es el flamante campeón de Moto3. Nació en España, pero decidió correr bajo la bandera colombiana y se le pone la piel de gallina cada vez que suena el himno. Ama las arepas. Su mamá es de Bucaramanga, sus abuelos viven en Medellín y se escriben largas cartas a mano. Tiene 18 años y sueña con ser campeón en todas las categorías, tiene la ambición, tiene el talento y, sobre todo, una velocidad endemoniada. Esta es la entrevista del gran David Alonso con la Revista BOCAS.
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David Alonso no tiene aspecto de piloto. Y menos de campeón del mundo. Su rostro, joven y salpicado de pecas, su pelo despeinado por arriba y cortito por los lados, como el de muchos adolescentes hoy en día, y su metro sesenta y cuatro de estatura, apenas encajan con el estereotipo de un competidor feroz. Pero ahí es donde David sorprende. Detrás de esa sonrisa permanente, que deja entrever sus brackets, y de ese aire de pícaro y travieso hay una determinación profunda, un arrojo que lo ha llevado a desafiar cualquier expectativa. A sus 18 años se ha proclamado campeón del mundo de Moto3, la tercera categoría del mundial de motociclismo, y se ha ganado en las pistas el apodo de ‘Baby GOAT’, que hace un juego de palabras con los términos GOAT –Greatest Of All Time– (el mejor de todos los tiempos) y baby, por su asombrosa precocidad para ganar.
Nació en Madrid (25 de abril del 2006), de padre español y madre colombiana, de Bucaramanga, y decidió correr en el campeonato mundial bajo la bandera materna. Una elección que es más que un simple trámite burocrático: es una herencia compleja, una mezcla de orgullo y desafío. Criado en Europa, entre las ciudades de Madrid y Valencia, de donde es su equipo, el Aspar Team, Alonso siempre ha sentido una responsabilidad sentimental de representar a Colombia en el circuito, aunque sabe que esto conlleva conflictos y, a veces, alguna que otra frustración. Su relación con las máximas entidades deportivas del país no ha sido fluida; de hecho, ha sido hasta turbulenta, aunque no por su parte. El apoyo de la Federación Colombiana de Motociclismo, por ejemplo, ha sido un vaivén de promesas y ajustes presupuestales, y el Ministerio del Deporte, según informó EL TIEMPO, le negó en dos ocasiones la subvención. Así, a pesar de llevar los colores de Colombia, Alonso también sabe que, en términos de apoyo, está prácticamente solo.
Su acento es español puro, españolete, como suele decirse popularmente, sin rastros de colombianismos, pero el parce, como se le conoce en el circuito, tiene una conexión genuina con Colombia. El vínculo que tiene con el país se extiende más allá de su mamá, Sandra Marcela Gómez, y llega hasta sus abuelos, Mario y Emérita, quienes viven en Medellín y a los que visita cada vez que puede.
Su trayectoria en las pistas también es un testimonio de su tenacidad: se subió por primera vez a una moto a los cinco años y nunca se ha bajado. Desde que debutó en el Campeonato de España, en el 2017, su progreso ha sido meteórico: en el 2018 levantó su primer título en la categoría 85GP, y en el 2020 conquistó la European Talent Cup, la competición lanzadera de jóvenes pilotos –de 13 a 17 años– en la península ibérica. El año siguiente ganó la Red Bull Rookies Cup, un campeonato juvenil con carreras por toda Europa y conocido por ser el semillero de MotoGP. Tras varias apariciones como suplente, debutó en el 2023 en el campeonato del mundo de Moto3 con el Aspar Team, su equipo actual. Y en este 2024 Alonso ha superado todas las expectativas: no sólo alcanzó, sin apenas oposición, el máximo galardón de la categoría, sino que rompió el récord de Valentino Rossi, alzándose como el piloto con más victorias en una sola temporada en la historia de Moto3 (14 triunfos).
Este título representa un hito para el motociclismo colombiano y sudamericano en general. Con sólo tres campeones del continente en la historia de este deporte –los venezolanos Johnny Cecotto y Carlos Lavado– y un solo piloto colombiano en MotoGP, Yonny Hernández, el triunfo de David Alonso llena de orgullo al país. Si uno observa su desempeño en la pista, donde ha demostrado una perseverancia, un aplomo y una valentía poco comunes, resulta evidente que para Alonso esto va más allá de ganar trofeos o recibir aplausos.
Su objetivo parece tener una dimensión personal, casi existencial: demostrar al país de su madre y de sus abuelos, a su país, en definitiva, que puede competir a la altura de cualquier otro. Aunque su mirada está puesta en MotoGP, donde sueña con ser campeón del mundo en las tres categorías, insiste en que no le obsesiona. “Paso a paso, las cosas llegan cuando tienen que llegar”, dice con serenidad y convicción. Esta mentalidad le permite disfrutar del momento, mientras trabaja con la misma determinación que le ha llevado hasta aquí.
Cuando le preguntan sobre Colombia, David no puede evitar esbozar una sonrisa traviesa a la vez que emotiva; sabe que su carrera es un símbolo para muchos jóvenes que sueñan con representarse en él. El haber elegido correr con la bandera tricolor no sólo es una elección deportiva, sino también un homenaje a sus raíces y una forma de inspirar a jóvenes pilotos colombianos, que apenas cuentan con infraestructura y apoyo en el motociclismo profesional. Así lo manifiesta cada vez que puede frente a las cámaras y los micrófonos; después de todo, ser campeón tan sumamente joven lo ha convertido en alguien acostumbrado al circo mediático: a la prensa, a los focos y a las preguntas.
David y yo nos encontramos en Madrid, en la sede del periódico Marca, que generosamente nos ha cedido un despacho. David está acompañado por una persona de prensa del equipo Aspar, y llega sonriente y con paso firme, vestido con un polo azul y negro de manga corta adornado con innumerables logos de patrocinadores, una gorra de color azul marino de una conocida marca de bebidas energéticas, que se quita apenas se sienta, y una cadena dorada al cuello. De vez en cuando, ya con la cachucha encima de la mesa, se atusa el pelo, asegurándose de que la parte superior quede despeinada, y mira de reojo la pantalla de su reloj inteligente, de los que miden el ritmo cardíaco y notifican llamadas y mensajes. Cuando le menciono, aunque ya lo sabe, que la entrevista será portada de BOCAS, sonríe con orgullo y dice que sus abuelos Mario y Emérita estarán contentos: “¿Voy a ir en portada? ¡Qué bueno! ¡Mis abuelos la van a comprar los primeros!”
Con el ‘clic’ de la grabadora al presionar REC, David y yo empezamos una conversación fluida y espontánea, que se extiende más de una hora. Hablamos de sus inicios en el motociclismo, de cómo su madre, por puro nervio, no consigue ver sus carreras, de la conexión que siente con el país que representa en el mundial, y de la responsabilidad de ser prácticamente un pionero en este deporte en Colombia.
¿Cómo fueron sus inicios en el motociclismo? Sé que sus padres no son muy moteros, y es raro porque, normalmente, un hijo motero viene de padres moteros.
La única relación que había en mi casa con las motos era que mi padre tenía una Kawasaki 900, tipo Harley, para hacer alguna ruta los fines de semana con amigos. Eso sí, él y sus amigos veían las motos por la televisión. Recuerdo que cuando llegaba yo en coche con mi madre al pueblo, a Torrejón del Rey, donde siempre hemos vivido, me quería bajar rápidamente para subirme a la moto con mi padre, y hacer, al menos, las últimas calles con él encima de la moto. También me llamaba la atención ver las motos por la tele, como a él. ¿Y qué paso? Pues que para Navidad y para cumpleaños, en vez de pedir un balón, empecé a pedir cosas con ruedas: patines, bicicletas, juguetes con dos ruedas o cuatro. Luego, más adelante, con tres años, mis padres cometieron lo que ellos dicen ‘el error más grande de sus vidas’, que fue subirme a una de esas motitos de juguete en un centro comercial. Les pareció graciosa, me la compraron… y hasta ahora.
¿A qué edad se subió entonces a su primera moto?
Mi primera moto de gasolina fue a los cinco años. A mí ya me gustaban las motos, y empezamos a mirar una escuela, pero casi todas estaban en Barcelona o Valencia. Finalmente encontramos una, aunque estaba muy lejos y nos costó bastante. Eso fue con cinco años; luego empecé a competir a los seis.
¿Por qué una moto y no un balón de fútbol, como otros tantos niños?
Lógicamente jugaba al fútbol en el recreo del colegio, como es normal, pero nunca me llamó la atención. Me gustaban los deportes con dos ruedas y adrenalina. Hay otro deporte que, curiosamente, lo empecé antes que las motos y lo sigo practicando, que es el esquí. No hay ruedas, pero hay sensación de velocidad, de tumbarte, de inclinarte para las curvas. Todo lo que sea velocidad y adrenalina me gusta.
El motociclismo es un deporte tremendamente ‘esclavo’, no sólo para los pilotos, sino también para sus familias. ¿Qué esfuerzos recuerda que hicieran sus padres al comienzo de su carrera? ¿Qué tuvieron que dejar para apoyarlo?
El mundo del motor cuesta mucho dinero. Nosotros hemos tenido la suerte de que toda la familia se ha sacrificado por mí. No vivíamos mal, pero tuvimos que llegar a límites para pagar las cantidades que cuesta. Por ejemplo, hemos estado cuatro años en casa sin calefacción. En Guadalajara, donde vivo, en invierno a veces te despiertas por debajo de cero grados, y nosotros estábamos sin calefacción porque todo el dinero era para las motos. Mi tía me compraba la ropa, mi abuela nos daba la comida… Ha habido muchos sacrificios para que los sueños se hagan realidad. Además de lo económico, también ha habido otros esfuerzos: muchos viajes en furgoneta. Yo he pasado más tiempo en la furgoneta que en mi casa. Compramos una mesita de esas de ponerte encima de las piernas en la furgoneta, y ahí se comía, se estudiaba, se dormía… En los viajes aprovechaba para estudiar, para hacer los deberes. No quedaba más tiempo. Se sacrificaron cumpleaños, quedadas, pero siempre con gusto.
¿Siente alguna presión por cumplir las expectativas que otros puedan tener?
No he tenido esa presión encima, pero lo que sí hicimos fue sentarnos dos veces como familia para hablar del futuro. La primera fue cuando iba a dar el salto al Campeonato de España, el primero serio, por decirlo así. Ahí nos sentamos y me dijeron: ‘Vamos a hacer este esfuerzo, pero asegúrate de que esto es lo que quieres. Vas a tener que sacrificar cosas y vas a tener que trabajar; si te comprometes al cien por ciento vamos todos hacia adelante, sin problema’. Esto fue con 11 años, y fue la primera vez que vimos que podía ir en serio. A esa edad no te ganas la vida, ni mucho menos, pero es un camino que te va a llevar a ser profesional. La segunda reunión llegó cuando pasé a competir en el mundial, a ser piloto profesional y a dedicarme a esto, entre los 16 y 17 años.
¿Siente que se ha perdido algo importante de la juventud por dedicarse plenamente al motociclismo?
Lógicamente he perdido parte de mi infancia y no me importa decirlo, pero no me siento mal por ello. Al final es el camino que he escogido. No elegí una vida normal. He sacrificado muchas cosas: comuniones, cumpleaños, bodas a las teníamos que ir y no pudimos por estar en carreras. A veces echas en falta la vida social, pero lo haces para luchar por tu sueño: todo lleva un sacrificio.
¿Qué significa para usted ser campeón del mundo?
No pensé que fuera a llegar de esta manera, tan rápido. La idea era hacer un año de formación y aprendizaje para intentar luchar por el título mundial en el segundo año. Era lo que tenía pensado, pero nunca sabes qué va a pasar. Cuando crucé la línea de meta y supe que era campeón del mundo no me lo creía. Lo has soñado durante tanto tiempo que, cuando te pasa, te quedas un poco en shock; te quedas sin saber muy bien qué hacer.
¿Y qué significa ser el primer campeón del mundo colombiano?
Conseguir un título mundial para Colombia en un deporte que no ha sido muy popular es muy especial. Es bonito ver que, gracias al título, cada vez más gente sigue el mundo de la moto y cada vez la gente está más involucrada.
A pesar de haber nacido y crecido en España y de haber desarrollado su carrera en este país, ¿qué lo llevó a tomar la decisión de correr bajo la bandera de Colombia?
Lo hice por mi madre, en honor a ella, por llevar su bandera. Ella es de Bucaramanga. Mis abuelos también son de Bucaramanga, pero viven en Medellín.
¿Qué dijeron su mamá y sus abuelos cuando decidió correr para Colombia?
Se pusieron muy felices. Cada vez que gano una carrera, escuchan el himno en la tele y me ven a mí en el podio cantándolo se sienten superorgullosos.
Hablemos de sus raíces. Cuénteme sobre su madre. ¿Cómo se conocieron su padre y ella? ¿Fue en España?
Mi madre, Marcela, nació en Bucaramanga, como dije, y estudió odontología. Su hermano mayor vino a España antes que ella, y después fue ella la que llegó, hace 20 o 22 años. Hizo unas prácticas en el negocio de los padres de mi padre, y ahí se conocieron y surgió la chispa. Mi mamá tuvo que regresar a Colombia, pero después volvió a España ya para quedarse con mi padre.
Tiene 18 años y su moto va cada fin de semana a más de 200 km/hora. ¿Se ponen nerviosos sus padres en las carreras?
Mi madre y mis abuelos lo pasan bastante mal, la verdad. Toda mi familia queda para ver mis carreras, pero a la reunión van todos menos mis padres. A mi papá le gusta ver las carreras solo, sin que nadie le moleste, concentrado; y mi mamá se pone muy nerviosa. Ella ve hasta los paraguas cuando estamos todos en la parrilla a punto de salir, y luego se va a rezar hasta la última parte. Ella lo que hace es verlo de forma intermitente: ve un ratito y se va a rezar, ve otro ratito y se va a rezar.
En la pizarra que saca su equipo cuando gana una carrera aparece la palabra ‘parce’. ¿Qué significa Colombia para usted? ¿Cómo mantiene viva tu conexión con el país? ¿Cocinan comida colombiana en casa?
¡Me gusta el Milo! Por desgracia, mi madre y la cocina no se llevan bien, así que en casa hay poca comida colombiana. De hecho, quien cocina es mi padre. Mis abuelos vienen una vez al año, y ellos se quedan tres meses; ahí aprovecho para disfrutar de la gastronomía colombiana. Mi madre ya lleva muchos años en España y se ha ‘españolizado un poco’. Eso sí, me encantan las arepas, los fríjoles, el sancocho, el ajiaco, la bandeja paisa…
¿Es cierto que todavía se escribe cartas con sus abuelos?
Lo de escribir cartas lo he sacado de mi abuelo colombiano, Mario. La vena me viene de él. Cuando me manda mensajes por WhatsApp, como estamos lejos, siempre le tengo que dar a ‘ver más’ de todo lo que me escribe. Cuando nos escribimos no es una conversación al uso, sino un texto tipo carta. De vez en cuando me gusta escribir a mano; y ahí plasmo lo que siento. Por ejemplo, el año pasado, después de haber pasado tres meses con ellos en España y antes de que se fueran de vuelta a Colombia, les escribí una carta y la guardé en la maleta sin que se enterasen. Cuando la abrieron, ya en Medellín, se la encontraron: ahí les contaba que me daba cuenta de lo rápido que pasaba el tiempo cuando estás con la gente que quieres.
¿Qué relación tiene con sus abuelos?
Me encanta cómo se combinan los abuelos de España y los de Colombia: son totalmente distintos y se combinan muy bien. Los de Colombia son muy cariñosos y se preocupan mucho por mí, incluso estando tan lejos. Ellos están solos allí, puesto que todos sus hijos están en España: mi madre y mi tío viven muy cerquita, los dos en Guadalajara, y mi otro tío, que es el pequeño, en Madrid.
¿Viaja a menudo a Colombia?
He estado cuatro veces allí, la última el año pasado. Y espero volver pronto.
No es lo mismo viajar como David Alonso, piloto de Moto3, como en su última visita, a hacerlo como campeón del mundo…
El año pasado, en mi última visita, de hecho, ya me conoció bastante gente, puesto que había terminado mi primer año en el mundial. Todo el mundo me recibió genial. Y ahora estoy deseando volver, pero con el título en la mano.
Representar a Colombia en el ámbito internacional y que suene el himno prácticamente cada fin de semana tiene un peso simbólico enorme. ¿Siente una responsabilidad especial al saber que es uno de los pocos (poquísimos) referentes en el motociclismo colombiano? ¿Se ve como un modelo para los más jóvenes?
Es complicado sentirme un modelo porque todavía soy un aprendiz. Yo también he tenido pilotos que me han inspirado, así que creo que es bueno y bonito que haya jóvenes a los que pueda servir yo de inspiración, tanto ahora como en el futuro.
¿Qué significa para usted escuchar el himno de Colombia cuando gana?
Me aprendí el himno y lo canto con mucho orgullo. La mitad de mi corazón está en Colombia, y cuando estoy arriba en el podio es muy gratificante poder escucharlo y cantarlo. Recuerdo especialmente dos ocasiones, en (los grandes premios de) EE. UU. y Australia, donde había muchísimos aficionados colombianos: todos cantaron el himno como a coro y se me puso la piel de gallina.
¿Qué apoyo, más allá del sustento ciudadano, que está detrás siempre de usted, ha recibido por parte de las instituciones de Colombia? ¿Siente que han estado pendientes o ha sido más bien una lucha solitaria?
Es difícil que te ayuden cuando nadie te conoce. Hasta que no llegas a un cierto nivel no se puede pensar en recibir apoyos o ayudas. Colombia, eso sí, me ha ayudado a nivel de imagen y a darme a conocer más.
Ha habido mucha polémica con el tema de la financiación: ¿ha recibido algún tipo de patrocinio o ayuda del Gobierno? ¿Lo pidió?
Yo, como piloto, me limito a hacer mi trabajo en la pista y no estoy al tanto de eso; eso lo lleva mi gente, mi mánager, Nico Terol. La ayuda sé que se pidió, pero no la hemos recibido. No llegó en ningún momento. El equipo y otras personas tienen que ver eso y luego ya llegar a un acuerdo.
Esa falta de apoyo, ¿la ve como una falta de interés en deportes como el motociclismo? Colombia, en deporte, suele ser sólo fútbol y ciclismo.
No creo que sea tanto dejadez, pero sí es cierto que es un deporte que no se ha dado tanto a conocer. Puede ser falta de conocimiento; así que a ver si poco a poco va creciendo. Tenemos que darle tiempo y que coja fuerza.
¿Lo felicitaron desde las instituciones por su título mundial? ¿Le sorprendió el nivel de apoyo o fue como esperaba?
El Ministerio del Deporte y la Federación Colombiana de Motociclismo me hicieron llegar su felicitación. También gente muy famosa, como James Rodríguez, me escribió. He recibido un montón de felicitaciones de allí; fue mucho más de lo que esperaba. A nivel de aficionados y de gente recibí muchísimos mensajes. Salí en todos los medios, fue muy impresionante y bonito.
¿Cómo motivaría a un joven colombiano que sueña con seguir sus pasos, pese a las barreras financieras y de apoyo local?
Todo tiene que nacer de él; que no le obligue su padre o su familia. Si de verdad quiere, que luche por ello. Ha de confiar en el proceso, que es largo, pero puede llegar.
¿Se ha encontrado con personas que dudaban de sus capacidades o lo estereotipaban por representar a un país que no tiene una gran tradición en motociclismo?
Realmente me he formado en España, por ello quizá nadie ha dudado, o al menos yo no lo he visto. Alguna vez sí me ha pasado que la gente ha pensado que lo tengo más fácil por tener el pasaporte colombiano. En el campeonato, la mayoría de pilotos son españoles e italianos, y sé que hay personas que han podido pensar que he tenido o tengo el camino más fácil al no tener un pasaporte español o italiano. Pero eso hay que ganárselo en la pista; da igual el pasaporte que tengas.
Colombia tuvo en Fórmula 1 a Juan Pablo Montoya, pero en el país no hay tradición motociclista en velocidad… Eso sí, es un país muy motero. Más allá de los logros individuales, ¿se ha planteado algún día darle algo a Colombia, quizá un programa o una academia para futuros pilotos?
No ha habido tradición, ni infraestructura, ni circuitos. Pero realmente se venden muchas motos en el país, y la gente ve mucho el motociclismo y le gusta. Ojalá pueda vivir de las motos muchos años y llegar a un nivel que me permita devolver todo el cariño recibido y hacer cosas bonitas, tanto en Colombia como en España.
Ha conseguido algo –ser campeón del mundo– que para muchos pilotos experimentados sigue siendo un sueño. ¿Qué se siente al alcanzar la cima tan pronto?
Ha ido todo muy rápido, y cuando te encuentras, con 18 años, en esta situación es fácil despegar los pies del suelo y creerte que estás en la cima del mundo, pero la vida te devuelve a la realidad. Tengo suerte de tener gente a mi alrededor que me mantiene los pies en el suelo y me ayuda a seguir creciendo. Siempre he competido con pilotos más mayores que yo, y eso me ha hecho madurar y evolucionar más rápido. Cuando eres el más pequeño de la clase te toca aprender.
Ahora que es campeón, ¿es mayor ahora la presión? ¿Cuesta mantener la motivación?
Cuando pasas de categoría es como reiniciar el juego y empezar de cero. Es verdad que me costó mantener la motivación y la intensidad después de ganar el campeonato del mundo, en las carreras posteriores tras levantar el título en Japón. Me costó encontrar la estimulación y las ganas de levantarme y salir a correr porque ya había conseguido mi objetivo. Sin embargo, corrí por todos los sacrificios que había hecho mi familia, y también por el equipo que tengo alrededor, que dejan a sus familias por estar a mi lado. No fue tanto por el récord (Guinness, de Valentino Rossi), ya que los récords vienen como consecuencia del trabajo realizado, sino por devolver a la gente los sacrificios hechos.
Corre con el número 80, ¿por qué?
De pequeñito llevaba el número 10 porque lo asociaba a la excelencia, pero vi que ya lo tenía mucha gente. Quería un número que no fuera tan común, y pensé en el 80: el ocho y el cero son los únicos números que los dibujas y nunca tienen un fin; los puedes estar dibujando todo el tiempo. Así que pensé que era el número sin límites… y me lo quedé.
Si llegado el momento puede elegir entre el dorsal 1 y el 80, ¿le gustaría cambiar o seguir con su número actual?
¡Bendito problema! Eso significaría que he ganado un mundial de MotoGP. Tendría que ver la situación, pero quizá sí me cambiaría al uno.
Todos ven al piloto que se sube a la moto y arrasa. Pero, ¿cómo es el David Alonso que se baja de la moto tras una mala carrera?
Mi madre me ha inculcado que he de ir siempre por la vida con una sonrisa; no esperes que la vida te sonría, sino sonríele tú a la vida, y vendrán cosas mejores. Es cierto que me tomo todo muy en serio y soy muy competitivo, aunque juguemos al parchís. Eso me pasó los primeros años de carrera, en los que parecía que no disfrutaba porque me lo tomaba demasiado en serio. Ahí cambié: empecé a reír más y modifiqué la actitud. Soy una persona tranquila, y no hago eso de dar un puñetazo a la pared, tirar la gorra al suelo o romper algo cuando estoy frustrado. Nunca lo he hecho y nunca lo haré. ¡Y más me vale porque si no mis padres me matan!
¿Cuál ha sido el momento más difícil en su carrera?
Ha habido algún que otro momento duro. Varios, de hecho. Un momento importante fue mi primera carrera en el mundial, con 15 años, en la que sustituí a un piloto: iba con toda la ilusión y resultó la peor carrera de mi vida. No estaba maduro, y fue un desastre de fin de semana: acabé último destacado, casi me doblan. Estaba muy presionado y no me sentí cómodo. Me bajé de la moto y le dije a Gino (Borsoi, su antiguo director deportivo): “Creo que no valgo para una Moto3; nunca voy a ir rápido”. Eso fue en el 2021. Ahí se me fueron todas las esperanzas; no encontraba el camino, y fue un momento muy duro. Y luego, mira, dos años después, ya como piloto permanente, en ese mismo circuito, en Misano, gané la carrera, hice vuelta rápida y récord del circuito en carrera. ¡Cómo cambian las cosas!
Hay pilotos que se vuelven íconos globales, como Valentino Rossi, no sólo por sus victorias, sino por su personalidad. ¿Cómo le gustaría ser recordado?
Trato de ser yo mismo, pero siempre he dicho que me gustaría que la gente me recordase por cómo soy como persona y no tanto cuántos títulos mundiales tengo. Prefiero que la gente se acuerde de mí más como David que como DavidAlonso80 (su nombre en redes sociales).
¿Qué legado le gustaría dejar para Colombia y para el motociclismo latinoamericano?
¡Todavía soy muy joven! Pero me encantaría poder ser un referente para futuras promesas en Colombia. Me gustaría que, a raíz de mis carreras, se vieran más pilotos colombianos en el circuito. Sería bonito que en el mundial volviera a sonar el himno colombiano y que no fuera por mí.
Sólo hay un gran premio en el continente americano: el de Estados Unidos, en Texas. Hace unos años, en el 2024, dejó de aparecer en el circuito el único GP que se corría en Latinoamérica, el de Argentina. ¿Ve viable y le gustaría un GP en Colombia?
Me haría especial ilusión. Ojalá en un futuro pueda llegar a tener un nombre en MotoGP para hacer así fuerza y llevar un gran premio a Colombia. Sería un sueño que fuera una de las 20 pruebas del mundial; y estoy convencido de que sería un evento superimportante y multitudinario. No tengo dudas de que lo gozaría muchísimo.
¿Cuál es su comida favorita?
(Piensa)… La berenjena rellena de carne.
¿Comida colombiana favorita?
Una buena arepita rellena.
¿Quién es su deportista favorito?
Rafa Nadal. Mi ídolo en las motos es Marc Márquez, pero Nadal me gusta mucho.
¿Lugar favorito? ¿Dónde le gusta desconectar?
(Piensa). Difícil, ¿eh? Yo es que me muevo mucho. No tengo un sitio establecido y paso poco tiempo en casa; pero le he estado dando vueltas y te voy a decir el sitio donde más relajado estoy, donde me abstraigo de todo y no me preocupo por nada: encima de la moto. Las carreras son un momento ‘zen’ para mí. Este año, los fines de semana han sido mucho más estresantes y locos, con más prensa y todo. Lo que más deseaba era hacer el entrenamiento y subirme a la moto porque ahí nadie me molesta. Estar encima de la moto es un momento de paz para mí; desconecto del mundo.
¿Lugar favorito en Colombia?
Medellín me gusta mucho.
¿El circuito del mundial que más le gusta?
El de Estados Unidos, en Texas.
¿Y el que menos le gusta?
Assen, en Holanda.
¿Qué extraña de Colombia en España?
¿Aparte de las arepitas? La variedad de fruta que hay. ¡Los juguitos! ¡El de guanábana en leche, sobre todo!
¿Sueño que le falta por cumplir?
Ser campeón del mundo en las tres categorías: Moto3, Moto2 y MotoGP.