ORLANDO, Florida — Los pasatiempos de Daniel Chew incluyen hornear galletas. Pero recientemente, el chico de 9 años, de Sugar Land, Texas, estaba memorizando versículos de la Biblia.
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El 14 de noviembre, bajo los reflectores de un escenario aquí, Daniel recitó tranquilamente 19 versículos del libro de los Romanos del Nuevo Testamento para ganar el grupo de su edad en el 16º Concurso Nacional Bíblico anual.
“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener”, comenzó Daniel, recitando el pasaje de 350 palabras de Romanos 12.
Él era uno de los alrededor de 360 niños y adolescentes que se reunieron para el concurso de este año. La competencia ha alcanzado un estatus de celebridad discreta en algunos círculos cristianos, y videos de sus jóvenes competidores a veces circulan más allá de esas comunidades en las redes sociales.
El concurso exige asombrosas hazañas de memorización: los competidores del nivel de Daniel memorizaron más de 570 versículos, que se esperaba pudieran recitar a solicitud. En el nivel superior, de 15 a 18 años, los participantes memorizan 938 versículos, lo que suma más de 20 mil palabras. En algunas rondas de competencia, cometer incluso un solo error en un pasaje largo —un plural errante o un tiempo verbal incorrecto— conduce a la eliminación.
Padres e hijos dedican tiempo y recursos considerables al concurso y encuentran significado y lecciones de vida que van más allá de la emoción de la competencia.
“Este es un compromiso familiar”, dijo Diego Urrego, de 43 años, cuya hija, Cyan, de 10 años, quedó tercera en su grupo de edad.
Los Urrego, que viven en el sur de California, ven al concurso bíblico como un ancla para sus hijos en una sociedad donde, dijeron, la “verdad” es cuestionada por la inteligencia artificial y el pluralismo.
“Esta es la verdad, particularmente en una cultura donde ya ni siquiera sabemos cuál es la verdad”, dijo Urrego.
Brian Mullins, director ejecutivo del concurso, dijo que la participación había crecido significativamente desde la primera competencia en el 2009, y se había duplicado desde el 2021. Este año, casi 13 mil jóvenes participaron en un programa de entrenamiento de verano que alimenta la competencia, un récord “indiscutible”, dijo.
La ganadora senior de este año, Maret Haab de Jenison, Michigan, de 18 años, se llevó a casa un premio de 50 mil dólares. Daniel Chew ganó 10 mil dólares por ganar el nivel primario, de 7 a 10 años, y su hermana mayor, Abby, de 14 años, ganó 20 mil dólares por ganar el nivel junior, de 11 a 14 años.
Con reflectores deslumbrantes, música dramática y conductores famosos, el concurso parece un programa de televisión, no el sótano de una iglesia.
Sin embargo, los competidores poseen un aplomo recatado y una integridad que recuerdan a una época de antaño. Los concursantes llamaban a los adultos “señora” y “señor”. En cierto momento de la final, Abby Chew levantó la mano para informar a los jueces que le habían otorgado puntos por error por una respuesta incorrecta.
Muchos de los versículos son complejos y están llenos de nombres de reyes y tribus antiguos. Las selecciones de este año incluyeron pasajes como: “Y el rey Nabucodonosor mandó reunir a los sátrapas, prefectos y gobernadores, los consejeros, tesoreros, jueces, magistrados y todos los gobernantes de las provincias”.
Los competidores también responden preguntas sobre conocimiento bíblico, como “De acuerdo con Jeremías 52, ¿quién fue el capitán/comandante del rey Nabucodonosor que prendió fuego a Jerusalén?”.
La respuesta era Nabuzaradán, que tres de cinco concursantes respondieron correctamente.
Muchas familias ven la memorización de la Biblia como un camino para inculcar disciplina, habilidades de organización y soltura para hablar en público. Pero es más que una simple búsqueda intelectual o práctica.
Los niños que compiten “saldrán a la cultura y tendrán un tremendo impacto para el reino de Dios”, dijo Heidi St. John, una conductora, durante el último día del evento. “Sus hijos están listos para esta lucha”, añadió St. John, defensora de la educación en el hogar en el Estado de Washington.
Después de la competencia, muchos concursantes y sus familias se reunieron en el vestíbulo de un hotel.
Difícilmente se veía un teléfono celular. Los niños más pequeños jugaban al Uno y piedra, papel y tijera. Cientos de adolescentes y algunos padres realizaron una danza folclórica. Parecían relajados y felices mientras se movían con sus parejas, tomados del brazo y al unísono.