Cuatro blancos para que sepulte uno de los mayores mitos del mundo del vino

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Cuántas veces no ha escuchado la famosa frase que reza: “El mejor vino blanco es un tinto”. Se usa despectivamente y, normalmente, por quienes están convencidos de que el blanco es un vino menor, de inferior categoría que el tinto y que solo vale la pena como aperitivo en un día caluroso o cuando el plato –por ejemplo, un ceviche– no deja opción.

Conforme a los criterios de

Es más, la mayoría piensa que los blancos son casi todos iguales, ignora que hay vinos de decenas de variedades distintas en el mercado, que hay blancos de guarda, que muchos de ellos evolucionan espléndidamente si han sido criados para tal fin, que hay blancos de culto, que hay coleccionistas que pagan miles de dólares por algunas etiquetas y que, hasta no hace mucho en nuestra historia, el blanco era el vino apreciado, no el tinto.

En palabras de José Peñín, fundador de la Guía Peñín y uno de los escritores de vinos más respetados en lengua hispana: “El tinto, hasta el siglo XVIII, era un vino menor. El vino blanco ha sido hegemónico desde los primeros tiempos de nuestra civilización. Las inscripciones faraónicas lo indicaban en el Antiguo Egipto. Grecia y Roma, en su comercio bidireccional, traficaban vinos blancos espesos y dulces; los ‘vinos griegos’ que comercializaban los negociantes venecianos y genoveses entre los siglos XV y XVII eran moscateles y malvasías. En cuanto a los vinos más célebres eran blancos los Monemvasía y Samos en Grecia, el vino de Falernum, Tarraco o el tipo Amineum en Roma”. Eso sin olvidar vinos con mucho nombre e historia como los Tokaji, Sauternes, Jerez, Chablis o Champagne, que también son blancos.

Según la Organización Internacional de la Viña y del Vino (OIV), el vino tinto viene a la baja, y el blanco, al alza. A principios de este siglo, el vino blanco  representaba el 45,6 % de la producción total de vino, pero en el 2021 ya estaba en el 49,3 %. Supera a la de tintos desde el año 2013.

Pero lo más interesante es que hoy, según datos de la Organización Internacional de la Viña y del Vino (OIV), el vino tinto viene a la baja, y el blanco, al alza. A principios de este siglo, el vino tinto representaba el 47,6 % de la producción total de vino, pero en el 2021 ya estaba en el 42,6. En ese mismo período, solo en Francia la producción de tintos cayó un 51,7 por ciento. 

Y en cuanto a la demanda, esta ha descendido en los principales mercados europeos, sobre todo en Alemania, Francia, Italia y España, donde la tasa de crecimiento del consumo de vino tinto es negativa desde el 2000.

Paralelamente, la producción de vino blanco pasó a representar del 45,6 al 49,3 por ciento en el mismo período, y es superior a la de vino tinto desde el 2013. “Uno de los principales motores de este repunte es el auge de los espumosos”, anota la OIV. Y según la misma fuente, entre el 2000 y 2021 el consumo global de vinos blancos aumentó del 40 al 42,2 por ciento. En Estados Unidos, el mayor consumidor mundial con 33 mhl, el blanco no solo es el más bebido, sino que creció 64,9 por ciento en el citado lapso de 20 años: 10 puntos por encima de los tintos.

¿Las razones? Nuevos hábitos de consumo a la hora de comer y beber en las nuevas generaciones, el cambio climático y la búsqueda de bebidas más frescas, livianas y con menos alcohol.

Pero cifras aparte, el punto de todo esto es que si usted es de los que aún piensan que “el mejor vino blanco es un tinto”, aquí le dejamos cuatro opciones para que empiece a descubrir lo que se está perdiendo. Ah, y no olvide que el blanco se bebe fresco, entre los 7 y 12 grados, no helado, porque el frío en exceso encapsula sus aromas y sabores.

1. Tara. Chardonnay. / Atacama. Chile.

Tara. Chardonnay. Atacama. Chile.

Tara. Chardonnay. Atacama. Chile.

Foto:Cortesía: Viña Ventisquero. Chile.

Es uno de los blancos más singulares y exclusivos que llegan a Colombia. Solo se producen 11.000 botellas al año y las pocas que llegan al país son ‘devoradas’ por los conocedores. Es un 100 por ciento chardonnay que se cultiva en medio de un paisaje desértico, en terrazas del río Huasco, región de Atacama, a 670 kilómetros al norte de Santiago. Un vino

mineral, salino y sumamente elegante, proveniente de suelos calcáreos e influenciado por la ‘camanchaca’ o neblina matutina que viene del océano Pacífico, que está a 15 y 20 km de los dos viñedos de donde proviene. Una de las mejores expresiones de chardonnay en el nuevo mundo. El 30 por ciento pasa por barricas de roble francés de quinto uso, y el vino no se clarifica ni filtra, por lo cual la botella tiene todas sus borras finas, lo que le otorga un carácter muy especial.

Lo trae: Tannic. Centro Comercial Andino.$ 290.000 aprox.

2. Greywacke. Sauvignon blanc. / Marlborough.
Nueva Zelanda

 Greywacke Vineyards. Nueva Zelanda

Greywacke. Sauvignon blanc. Marlborough. Nueva Zelanda.

Foto:Cortesía: Greywacke Vineyards. Nueva Zelanda.

Detrás de este vino está un inglés que se crio en Australia y que años más tarde ayudaría a poner a los sauvignon blanc de Nueva Zelanda en el mapa de la viticultura mundial: hablamos de Kevin Judd, el ‘papá’ del famoso Cloudy Bay. Tras 25 años al frente de ese vino ícono, Judd se lanzó a crear su propia marca en el 2009, Grey-wacke, bautizada así por un tipo de piedra que se encuentra en los viñedos de la región de Marlborough. Greywacke no tiene ni bodega ni viñedos propios, pero sus sauvignon blanc son de ‘enciclopedia’ y una de las cosas más maravillosas que uno pueda degustar. Las notas de cata varían según el año, pero se puede sintetizar en que son vinos complejos, de muchas capas en nariz y boca, de buen cuerpo y una exquisita elegancia en su acidez. Utiliza uvas de distintos tipos de suelo; cosecha de noche; prensa muy ligeramente para obtener un modesto volumen de mosto, pero de alta calidad; fermenta en depósitos de acero inoxidable, pero una parte del mosto se deja fermentar espontáneamente con levaduras autóctonas en barricas de roble viejo.

Lo trae: Kava Selection Tel: 320 850 3904. $ 170.000 aprox.

3. Pazo Señorans. Albariño. / Valle del Salnés. Rías Baixas. España.

Pazo Señorans. Albariño. Rias Baixas. España

Pazo Señorans. Albariño. Rias Baixas. España

Foto:Cortesía: Bodega Pazo Señorans. Galicia. España

La primera cosecha de Pazo de Señorans data de 1989, pero desde entonces sus albariños son considerados como un referente de excelencia. El asunto tiene mérito, pues esta bodega está ubicada en el valle del Salnés, la subzona más famosa de la D. O. Rías Baixas, en Galicia, y el reino indiscutido del albariño. De clara influencia marítima, los albariños de Pazo de Señorans nacen de suelos de xabre, resultantes de la descomposición de roca granítica y con una gran capacidad de drenaje. Su amarillo pajizo brillante es tremendamente seductor, así como sus aromas florales y frutales y su larga persistencia en boca. Un detalle que lo hace excepcional es lo balanceada que es su acidez: muy lejos de esas expresiones ‘punzantes’ que uno puede encontrar en algunos albariños. Las uvas se cultivan en parrales y los vinos se crían sobre lías durante mínimo 5 meses. A Colombia llega también su ‘hermano mayor’: Pazo de Señorans Selección de Añada, un vino con más de 30 meses de crianza sobre lías y del que solo se hacen 16.000 botellas.

Lo trae: Novili. www.novili.com.co $ 145.000.

4. Quintessence. Roussanne. / AOC Ventoux. Francia.

Quintessence. Roussanne. AOC Ventoux. Francia

Quintessence. Roussanne. AOC Ventoux. Francia

Foto:Cortesía: Château Pesquié. Ventoux. Francia.

Este blanco denso, cremoso, muy aromático y de cierta salinidad proviene de la zona suroccidental del Ródano, más exactamente de la AOC Ventoux, que debe su nombre al famoso Mont Ventoux (1.900 m. s. n. m.), donde culmina una de las etapas más duras del Tour de France. Es elaborado por Château Pesquié, una casa que trabaja con las normas de la biodinámica y es reseñada como un referente de la zona en el Atlas mundial del vino, de Hugh Johnson y Jancis Robinson. Sus viñedos se benefician de un microclima marcado por la influencia de las montañas, la altitud y las frescas temperaturas nocturnas que ayudan a lograr vinos con gran equilibrio. A lo que suma el famoso viento Mistral, que según la gente de la plataforma Wein Plus agrega un “enfriamiento adicional” que “desempeña un papel decisivo para que las uvas conserven aromas frescos”. Quintessence nace de suelos de grava arcillo-calcárea y es producto de una mezcla de 80 % roussanne y 20 % clairette que se fermentan y crían en barricas y huevos de hormigón por separado. Su color oro, su compleja nariz (el productor subraya que tiene incluso notas a azafrán) y su amplitud y equilibrio en boca lo hacen realmente notable.

Lo trae: Paladar Audaz y lo distribuye BYP Distribución. Tel: 301 3323524 $ 145.000.

Víctor Manuel Vargas Silva

Editor Jefe de la Edición Domingo de EL TIEMPO

En Instagram: @vicvar2

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