DANGSAN-RI, Corea del Sur — Ruidos fuertes y crepitantes que sonaban como un siniestro gong gigante golpeado una y otra vez inundaron esta aldea una noche reciente. Otras noches, algunos residentes describieron haber oído lobos aullar, metales chirriando o fantasmas gritando como salidos de una película de terror. Otros dijeron que escucharon el sonido de artillería entrante o un mono furioso golpeando un piano roto.
Conforme a los criterios de
Aunque escucharon diferentes sonidos en diferentes momentos, los habitantes de esta aldea surcoreana en la frontera con Corea del Norte se consideran víctimas de “bombardeos de ruido” y dicen que encuentran agotador la implacable andanada. “Nos está volviendo locos”, dijo An Mi-hee, de 37 años. “No puedes dormir”.
Desde julio, Corea del Norte ha subido el volumen de los altavoces a lo largo de su frontera con Corea del Sur durante 10 a 24 horas al día, transmitiendo ruidos espeluznantes que han irritado a los aldeanos surcoreanos como nunca lo había hecho ninguna transmisión del Norte. La ofensiva es una de las consecuencias más extrañas del deterioro en las relaciones intercoreanas, que han caído a su nivel más bajo en años bajo el líder del Norte, Kim Jong-un, y el Presidente del Sur, Yoon Suk Yeol.
Durante décadas, las dos Coreas —que nunca firmaron un tratado de paz después de que la Guerra de Corea de 1950-53 terminó en una tregua— han oscilado entre tonos conciliadores y tambores de guerra. Bajo el Gobierno de Kim, Pyongyang ha virado hacia una postura más dura en los últimos años. Ha cesado el diálogo con Seúl, redoblado sus esfuerzos por probar misiles con capacidad nuclear y ha prometido tratar al Sur no como un socio para la reunificación, sino como un enemigo que el Norte debe anexar en caso de que estalle una guerra.
En el Sur, Yoon también ha adoptado un enfoque de mayor confrontación desde que asumió el cargo en el 2022. Ha hecho un llamado a difundir la idea de libertad en el Norte para penetrar el apagón informativo del que depende Kim para mantener su Gobierno totalitario. Corea del Sur también ha ampliado ejercicios militares conjuntos con Estados Unidos y Japón para disuadir a Kim.
El deterioro de los lazos afecta las vidas de las personas que viven a lo largo de la Zona Desmilitarizada, donde las hostilidades de Kim han tomado la forma de bombardeo de ruido. “Es bombardeo sin proyectiles”, dijo An. “Lo peor es que no sabemos cuándo terminará”.
Dangsan, la aldea de An, tiene una población de 354 habitantes. Situada en la costa norte de la isla Ganghwa, al oeste de Seúl, está a menos de 2 kilómetros de Corea del Norte.
Desde la década de 1960, los altavoces han sido un elemento fijo de la ZDM. Las personas viviendo a lo largo de la frontera soportaron transmisiones de propaganda mientras los gobiernos rivales las encendían y apagaban, dependiendo del estado de ánimo político. Una voz femenina desde el otro lado de la zona desmilitarizada de 4 kilómetros de ancho llamaba a los soldados surcoreanos a desertar “al paraíso del pueblo” en el Norte. Las transmisiones de Corea del Sur intentaban atraer a las tropas norcoreanas con dulces melodías K-pop.
El último bombardeo procedente del Norte contiene ruidos que los aldeanos describen como “irritantes”. Los han culpado de insomnio, dolores de cabeza, abortos espontáneos de las cabras y gallinas que ponen menos huevos.
Los residentes de Dangsan mantienen las ventanas cerradas para minimizar el ruido. Algunos las han cubierto con hielo seco.
Líderes políticos han visitado Dangsan para ofrecer su conmiseración. Durante una audiencia parlamentaria el mes pasado, An se arrodilló ante los legisladores y pidió una solución. Pero los funcionarios no sugirieron ni un plan para reducir la guerra psicológica con el Norte ni una solución al ruido, dijeron los aldeanos, aparte de ofrecer ventanas de doble vidrio y medicamentos para que los animales de granja soporten el estrés.
Los residentes de Dangsan dijeron que estaban siendo sacrificados en la rivalidad política entre las Coreas. “El Gobierno nos ha abandonado”, dijo Park Hae-sook, un aldeano de 75 años.