Un estudio reciente del World Happiness Report 2025 destaca que comer acompañado es uno de los indicadores más sólidos de bienestar, comparable a factores como el empleo o los ingresos.
Aunque en muchas culturas compartir la mesa es un acto social y ceremonial, en las sociedades industrializadas esta costumbre ha disminuido significativamente, afectando la cohesión social y la salud mental.
Historia y transformación de la comida familiar
Durante el siglo XIX, la comida en familia se consolidó como un pilar cultural en Estados Unidos, especialmente en la clase media. Este modelo se difundió ampliamente en la primera mitad del siglo XX gracias a la televisión y la publicidad, que mostraban la imagen idealizada de la familia nuclear reunida a la hora de la cena.
Sin embargo, la urbanización, los cambios laborales y la digitalización han fragmentado este ritual.
El aumento de los turnos rotativos en fábricas, la expansión suburbana y la virtualidad convirtieron la comida en una actividad más individualizada y dispersa.
Beneficios científicos de comer juntos
Investigaciones recientes respaldan los beneficios de compartir alimentos. Estudios publicados en Adaptive Human Behavior and Physiology indican que las comidas sociales activan el sistema cerebral de endorfinas, oxitocina y dopamina, vinculadas con el afecto, la confianza y el placer.
Además, investigaciones en Frontiers in Public Health y Clinical Nutrition muestran que adultos mayores que participan en comidas comunitarias reducen significativamente sentimientos de tristeza y soledad.
Por otro lado, adolescentes que comen regularmente en familia presentan menos síntomas de ansiedad, estrés y depresión.
Las cenas con sus seres queridos influyen en su felicidad. Foto:iStock
El valor cultural y social de la comensalidad
En regiones como el sur de Europa y Turquía, comer en grupo mantiene su carácter ritual. En Turquía, por ejemplo, el rakı sofrası es una tradición que reúne a amigos y familiares alrededor de la comida y largas conversaciones.
El concepto antropológico de comensalidad, o compartir alimentos para fortalecer vínculos sociales, resalta el papel de esta práctica en la construcción de identidades individuales y colectivas.
Fabio Parasecoli, profesor de la Universidad de Nueva York, señala que su ausencia puede tener consecuencias emocionales profundas.
Cree momentos especiales con su familia. Foto:iStock
Los beneficios detallados de este momento:
- Fortalece los lazos familiares: compartir la comida permite conectar y comunicarse mejor entre todos los miembros.
- Mejora la comunicación: es un momento para conversar, compartir experiencias y resolver problemas juntos.
- Fomenta hábitos alimenticios saludables: los niños tienden a comer mejor y probar alimentos variados cuando comen con la familia.
- Promueve la estabilidad emocional: crear rutinas familiares aporta seguridad y bienestar emocional.
- Desarrolla habilidades sociales: durante las comidas, se practican modales, respeto y convivencia.
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* Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de Portafolio, y contó con la revisión de la periodista y un editor.