La Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, realizó un estudio en el que lograron comprobar cómo el cuerpo sabe cuándo comer. Los investigadores descubrieron que existe una estrecha relación entre el hígado y los centros de alimentación.
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La investigación del equipo demostró que el órgano se encarga de enviar señales al cerebro a través del nervio vago, actuando como reloj interno. Esto le permite a la mente saber con exactitud si se está ingiriendo la comida en un horario que sigue el ritmo circadiano del cuerpo.
Estas alertas se pueden llegar a alterar si la persona trabaja en horarios nocturnos o inusuales, por lo que el cerebro automáticamente se sobrecompensa y obliga al sujeto a comer en exceso en los momentos inadecuados.
Si esto sucede con frecuencia hace que el individuo sea más propenso a engordar o padecer diabetes, por lo que sus comidas no coinciden de manera correcta con los horarios de luz diarios y tampoco va de acuerdo a las horas en las que las personas suelen comer.
Los investigadores centraron su estudio más específicamente en unos genes llamados REV-ERB, los cuales son proteínas importantes que ayudan a regular el ritmo circadiano del organismo. Este ritmo es un ciclo interno de 24 horas que organiza diferentes actividades, como los ciclos del sueño, la liberación de hormonas y los hábitos alimentarios.
Utilizando ratones como sujetos de prueba, cortaron la conexión nerviosa entre el hígado y el cerebro en los animales obesos y encontraron que esto permitió que los patrones de alimentación se establecieran y se redujera notoriamente la ingesta de alimentos.
Lauren Woodie, investigadora postdoctoral del laboratorio del autor principal de la investigación, afirma que este hallazgo en los roedores “sugiere que actuar sobre esta vía de comunicación entre el hígado y el cerebro podría ser un enfoque prometedor para el control de peso en personas con ritmos circadianos alterados”.
Ante este planteamiento de la experta, los investigadores principales del estudio concluyeron que: “Estos hallazgos abren la puerta a futuras terapias que puedan dirigirse a vías neuronales específicas para ayudar a quienes luchan con trastornos metabólicos causados por horarios de alimentación irregulares”.
De esta manera llegaron a un punto final en la investigación en el que piensan que los demás estudios que se realicen al respecto en el futuro deberían centrarse en el tipo de señales químicas que envía el hígado al nervio vago, para entender cómo este órgano afecta de manera directa al cerebro con dicha comunicación.
ERIKA LUCIA IBAÑEZ GARCIA
REDACCIÓN ALCANCE DIGITAL
EL TIEMPO