Dentro de las vertiginosas transformaciones del medio musical mundial hay una que pisa duro en el siglo XXI, es la realización de conciertos masivos con una oferta musical tan diversa, que no es fácil etiquetar estos eventos.
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Empiezo por el New Orleans jazz festival celebrado a comienzos del año en esta ciudad norteamericana conocida como la cuna del jazz. El cartel lo encabezaron los Rolling Stones seguidos de una larga lista de bandas de estilos musicales tan diferentes, que los grupos de jazz se perdían entre otros de géneros musicales para todos los gustos: country, rock, currulao, salsa y muchos etcéteras.
En Colombia han surgido festivales que acuden a esta fórmula de juntarlo todo en un solo escenario para reunir una gran cantidad de público en un espacio adecuado. A comienzos de septiembre se celebró la quinta edición del Ibagué Festival con un menú que incluyó música clásica, pop sinfónico, jazz tradicional de Louisiana, música para cine silente, hip hop y los infaltables aires andinos como el bambuco, el pasillo, el rajaleña y todos sus parientes musicales.
Es comprensible que estos últimos estilos fueran los protagonistas del Ibagué festival por ser emblemáticos de esta región de Colombia. Ese es precisamente uno de los propósitos de estos montajes de gran formato, catapultar lo local hacia un panorama más amplio aprovechando la confluencia del turismo, las autoridades, los medios y demás actores de la escena cultural. Pero hay un secreto oculto para los asistentes en medio de tantos reflectores apuntando a los artistas invitados, se trata de las enseñanzas que los profesionales transmiten a los aprendices en los talleres didácticos. Fui testigo de la destreza de muchos jóvenes del Tolima cuando los invitaron a tocar con los talleristas del New Orleans Jazz Vipers. Allí sucedió la magia también conocida como transferencia de conocimiento.
Lo mismo ha sucedido con el Mompox Jazz festival 2.024, que completó el pasado fin de semana su décima edición con invitados de Italia, intérpretes españoles del flamenco, grupos regionales de salsa y porro, músicos africanos, tambores del pacífico, algo de jazz y el vallenato/pop de Carlos Vives. Allí también se llevan a cabo talleres didácticos que benefician a los estudiantes de la depresión momposina y sus alrededores.
Se habla de seis mil visitantes a Ibagué y de quince mil a Mompox, cifras que reflejan una diversidad de personas que asisten para disfrutar de algún favorito y de paso escuchan a otros que nunca habrían descubierto si no fuera por el espectro amplio de la oferta musical en estos festivales. La moda de los eventos masivos seguirá expandiéndose mientras estos generen los beneficios que están trayendo a las ciudades anfitrionas y a su desarrollo cultural.
ÓSCAR ACEVEDO
Crítico musical
acevemus@yahoo.com