En una histórica jornada, Cartagena, que celebra 40 años como Patrimonio de la Humanidad el próximo 2 de noviembre, ve finalmente cumplido un largo anhelo: el edificio Aquarela, una construcción que ponía en riesgo la distinción de la ciudad, es ahora parte del pasado.
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Este sábado, el alcalde Dumek Turbay Paz izará la bandera de Cartagena sobre los escombros de su último piso, marcando el fin de un proyecto que por años amenazó la visual del icónico Castillo de San Felipe de Barajas.
“Hoy no solo derribamos un edificio; protegemos el Patrimonio de Cartagena”, afirmó Turbay Paz. Tras siete años de incertidumbre y advertencias de la Unesco, que alertó en 2017 sobre el impacto negativo de Aquarela en el entorno histórico, la demolición es vista como una victoria en la defensa del patrimonio y la identidad cultural de la ciudad.
La construcción de Aquarela no solo rompió el paisaje visual, sino que también representó una amenaza de pérdida de la preciada designación de Patrimonio de la Humanidad que Cartagena ostenta desde 1984.
La ardua demolición: una tarea de precisión
El proceso de demolición, realizado por la Empresa de Desarrollo Urbano (Edurbe S.A.) y la firma Atila, fue un trabajo que requirió precisión y altos estándares de seguridad. La operación se dividió en cuatro fases, con una inversión cercana a los 11 mil millones de pesos.
El desmonte se realizó piso por piso, utilizando grúas y maquinaria de largo alcance en diferentes etapas, garantizando que no hubiera contratiempos ni accidentes.
La fase inicial se ejecutó mediante maquinaria convencional para derribar los primeros niveles superiores, mientras que la segunda fase empleó cortes especializados de losas y módulos de concreto.
En la tercera fase, la demolición avanzó hasta el cuarto piso y, finalmente, la etapa final eliminó los últimos tres niveles del edificio, dejando el terreno libre de la polémica construcción.
Una acción que salvaguarda el patrimonio
Para la administración de Cartagena, la culminación de esta demolición representa no solo un alivio para el centro histórico, sino también la garantía de que el turismo, el desarrollo económico y el reconocimiento cultural seguirán favoreciendo a la ciudad.
Con este logro, Cartagena preserva su atractivo mundial, esencial para su economía y para la promoción de su identidad cultural, que cada año atrae a miles de visitantes.
Además de proteger el patrimonio, el alcalde Turbay se comprometió a respaldar a las familias que invirtieron en Aquarela, asegurando que la Alcaldía iniciará acciones legales para recuperar los fondos de los compradores afectados. La demanda interpuesta contra las empresas responsables del proyecto tiene como objetivo levantar el "velo corporativo" de los accionistas para que respondan por las pérdidas de los inversionistas.
La defensa de los derechos de los consumidores
La acción popular presentada por el alcalde busca que se restituyan los derechos de los compradores y que se les devuelvan las sumas invertidas en un proyecto que incumplió con las normas de protección al consumidor.
La Alcaldía de Cartagena también ha iniciado una serie de denuncias contra los promotores del proyecto por estafa masiva, un esfuerzo que se suma a la ya compleja tarea de salvaguardar la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad.
Para la ciudad y sus habitantes, la demolición de Aquarela no solo cierra un capítulo de controversias y polémicas, sino que también reafirma el compromiso de Cartagena con la protección de su herencia cultural.