Durante esta semana se realizó la 79 sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York y el presidente Joe Biden pronunció su último discurso ante este foro. Ocurrió en un contexto particular que no debe pasar desapercibido: la celebración de la Cumbre del Futuro, las elecciones de noviembre próximo que enfrentan a Harris vs. Trump, cuyos márgenes de diferencia están muy estrechos; y el fin de mandato en la Casa Blanca en enero de 2025.
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A estos tres elementos debemos sumarle, las crecientes amenazas a la paz, seguridad, desarrollo y democracia a nivel global, así como la situación actual del planeta que se encuentra en un momento crítico y frágil ante los retos que debe enfrentar hacia adelante.
El secretario general António Guterres, entre una mezcla de pesimismo y optimismo, lo define así: “El estado de nuestro mundo es insostenible, pero nuestros problemas tienen solución”. Para este, la impunidad, la desigualdad y la incertidumbre son los principales factores de inestabilidad en el largo plazo, que están interconectados y colisionan. En pocas palabras, estas dificultades amenazan los cimientos del derecho internacional, corroen el contrato social en los países y ponen en riesgo a la humanidad ante fenómenos desconocidos y con vectores de altísima velocidad.
Los resultados de la Cumbre de Futuro abren una ventana de oportunidad para avanzar en las nuevas reglas de juego. Lo hacen a partir de la aprobación por consenso de un Pacto que tiene en su corazón el espíritu de revitalizar el sistema multilateral, la cooperación y la vigencia del derecho internacional.
El estado de nuestro mundo es insostenible, pero nuestros problemas tienen solución.
Esto se traduce en una serie de acciones, 57 en total, que deberán adelantarse en cinco grandes áreas de interés: desarrollo sostenible; paz y seguridad; ciencia y tecnología; juventud y generaciones futuras; y transformación de la gobernanza mundial.
La atención y solución de estos retos va a requerir una enorme dosis de compromiso y liderazgo, que contrarreste las divisiones geopolíticas, la falta de visión de futuro y las ambiciones de poder. Se necesitará, entonces, una nueva gobernanza más democrática e incluyente, así como soluciones e instrumentos multilaterales del siglo XXI para los problemas del presente y del mañana.
Atrás deben quedar las recetas de la postguerra que resultan limitadas en un escenario de creciente competencia estratégica entre Estados Unidos vs. China.
Tres puntos para un nuevo rumbo
La Cumbre del Futuro de forma muy acertada hizo hincapié en tres puntos que deben resaltarse y son clave para establecer un nuevo rumbo:
1.La construcción de un Pacto Mundial Digital –primero de alcance global– para la regulación de la inteligencia artificial (IA), sobre la base del concepto que la tecnología debe ser incluyente y beneficiar a todos. Al respecto, los últimos estudios de la OIT y Banco Mundial están alertando sobre los efectos de la IA en la pérdida de empleos en América Latina, lo cual podría afectar a más de una cuarta parte de los mismos (hasta 87,8 millones).
2.La necesidad de emprender reformas a las instituciones internacionales, que incluyen el Consejo de Seguridad, la Asamblea General, el ECOSOC, el Banco Mundial, el FMI, la OMC, y los bancos multilaterales. Es decir: ¡Nadie se salva! Existe conciencia de que el multilateralismo entró en crisis, al igual que sus dirigentes, y es necesario revitalizarlos y actualizarlos. Aquí se aplica la máxima: reforma o defunción.
3.La prioridad de avanzar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el Acuerdo de París, ante la crisis de la Agenda 2030, cuyos compromisos sólo alcanzan un avance global del 15 %. Los niveles de pobreza extrema (700 millones de personas en el mundo), desigualdad (el 1 % más rico de la población posee más del doble de riqueza que 6.900 millones de personas) y el deterioro ambiental (en julio de 2024 se registraron los días más calurosos de la historia de la Tierra) configuran un teatro que se torna inadmisible.
A pesar de la aprobación por consenso del Pacto del Futuro, no se puede pasar por alto el intento fallido de siete Estados –liderados por Rusia y seguidos por Sudán, Corea del Norte, Nicaragua, Irán, Siria y Bielorrusia–, de bloquear este acuerdo bajo el falso argumento que solo beneficia a occidente y no defiende el principio de no injerencia.
El grupo africano en Naciones Unidas de forma gallarda frenó la ofensiva rusa. ¿Acaso los autócratas 2.0 de estos países mencionados y otros más pueden dar lecciones de respecto al derecho internacional, no injerencia en otras naciones y vigencia de los derechos humanos?
Biden en la ONU: 'Trabajemos juntos' ('Let's work together')
A pesar de la aprobación por consenso del Pacto del Futuro, no se puede pasar por alto el intento fallido de siete Estados –liderados por Rusia y seguidos por Sudán, Corea del Norte, Nicaragua, Irán, Siria y Bielorrusia–, de bloquear este acuerdo bajo el falso argumento que solo beneficia a occidente.
En este contexto de la Cumbre y la Asamblea General, se desarrolló la última intervención de Biden, en una suerte de recorrido histórico del mundo desde que fue electo por primera vez senador en 1972, a la temprana edad de 29 años. Su atención se fijó en el concepto y la necesidad de trabajar juntos.
Sus palabras dejan, en un primer momento, un mensaje de optimismo al identificar cómo fue posible superar ciertas situaciones de tensión e incertidumbre. En efecto, señaló cómo el mundo dejó atrás la Guerra Fría, dio fin al enfrentamiento en Vietnam, se logró la suscripción de los acuerdos de paz entre Egipto e Israel, terminó el apartheid en Sudáfrica, algunos líderes fueron acusados de genocidio y crímenes de guerra y llevados a la Corte Penal Internacional (CPI) en La Haya, se promovió la defensa de los derechos de las mujeres, los culpables de los atentados del 9/11 fueron procesados por la justicia, entre otros.
No obstante, se debe reconocer que no todo es color rosa y los Estados Unidos y sus aliados también han cometido errores que han minado su liderazgo, presencia global y generado reparos, desesperanza y, en algunos casos, furia.
El discurso, en un segundo momento, abre un espacio para entender la dirección de la política internacional de su país hacia futuro, especialmente en caso de ganar su candidata Kamala Harris.
Este reconoce la necesidad de recomponer y repotenciar las alianzas y asociaciones de la Casa Blanca con sus aliados, a fin de enfrentar los retos de la paz y la guerra, potenciar el desarrollo sostenible, el terrorismo y las armas biológicas, las migraciones, el cambio climático, la democracia y la inteligencia artificial.
El mensaje lleva implícito la idea de que vivimos en un mundo que requiere cada vez cooperación y ha dejado de ser unipolar. Su acción tiene puntos neurálgicos como la defensa de Ucrania ante la invasión de Rusia, el robustecimiento de la Otán con su expansión e incorporación de nuevos miembros como Finlandia y Suecia, la cooperación y competencia con Pekín, la seguridad en el mar de China meridional, la estabilidad de Medio Oriente, la no proliferación y desarme nuclear.
Asimismo, se dirige a la promoción del desarrollo sostenible, el cumplimento del Acuerdo de París, el reingreso a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el despliegue de toda una serie de acciones para prevenir y responder a enfermedades, la puesta en marcha de la Asociación para la Infraestructura y la Inversión Global, entre otros.
Un punto especial, como un tercer momento, es la visión renovada de los Estados Unidos sobre el rol de Naciones Unidas y el multilateralismo, para lograr un sistema más fuerte, efectivo e incluyente.
Expertos en relaciones internacionales centraron la atención en la propuesta de avanzar en la reforma del Consejo de Seguridad y la expansión de su membresía.
Falta ver cuál sería su alcance real y si existe voluntad de modificar el veto y los métodos de trabajo al interior de este órgano, que se ha caracterizado –en los últimos tiempos– por su falta de efectividad, transparencia y democracia.
Su inoperancia en el Medio Oriente, ante los conflictos internos en África o en la labor de prevención y sanción frente la invasión de Rusia a Ucrania, lo dicen todo. ¿Estarán dispuestos los miembros permanentes (P5) –Estados Unidos, China, Rusia, Francia e Inglaterra– a ceder su poder de veto y compartirlo con naciones emergentes como India, Sudáfrica o Brasil? ¿Podrán cada uno de los bloques regionales ponerse de acuerdo en quien sería su representante en el Consejo de Seguridad?
Más allá de las buenas intenciones y discursos, la realpolitik es otra, más intrincada e incierta.
Comentario final
El presidente Biden olvidó un “pequeño detalle” en su discurso de 22 páginas y más de 3.000 palabras de extensión: la existencia de América Latina, un aliado muy importante de los Estados Unidos a lo largo de la historia.
El presidente Biden olvidó un “pequeño detalle” en su discurso de 22 páginas y más de 3.000 palabras de extensión: la existencia de América Latina, un aliado muy importante de los Estados Unidos a lo largo de la historia.
No hay ni una sola mención sobre la región en su conjunto, ni a su potencial en materia ambiental, energética y comercial, ni a sus retos asociados a la democracia, migraciones o crimen transnacional.
No obstante, se reconoce el llamado de atención sobre las elecciones en Venezuela y el deseo popular de cambio, que no ha sido aceptado por el régimen dictatorial.
¿Qué pasó con América Latina? Más allá de la pérdida de atención de Washington, la región está perdiendo progresivamente relevancia y presencia a nivel internacional. Estamos quedándonos por fuera de las conversaciones más importantes en Naciones Unidas y los foros que configurarán el mundo de mañana, a través de la IV Revolución Industrial, las nuevas tecnologías, el crecimiento, la transformación productiva y la educación.
Este es el escenario que el expresidente chileno Ricardo Lagos ha denominado de “soledad”. La responsabilidad no se le puede endilgar a otros. Es de la propia región.
Por ello, es necesario redoblar los esfuerzos para retomar el camino que nos asegure la triada de desarrollo sostenible, paz e inclusión social, en el marco de un multilateralismo renovado y defensa de los principios democráticos.
La única opción es trabajar unidos y con todos los actores centrales del orden internacional. Somos parte esencial de la solución a los retos globales.
AUTORES: GUILLERMO FERNÁNDEZ DE SOTO (*) y ANDRÉS RUGELES (**)
Para EL TIEMPO
(*) Presidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (Cori), excanciller (1998-2002) y exembajador ante Naciones Unidas en Nueva York.
(**) Miembro asociado de la Universidad de Oxford, miembro de la Junta Asesora de la Unidad del Sur Global de la London School of Economics (LSE), exembajador y representante alterno ante Naciones Unidas en Nueva York.