El escritor italiano Alessandro Baricco regresó a la literatura con una novela de vaqueros. El autor de Seda y Novecento, entre otras maravillas, es hincha del Torino y del futbolista colombiano Duván Zapata. Sus alumnos de escritura recitaron de memoria el comienzo de Cien años de soledad en una visita a Cartagena, y en Abel, su wéstern, trató de escribir un capítulo con el tono de García Márquez. Baricco volvió hace poco a Colombia y habló con la revista BOCAS de literatura, inteligencia artificial, un piano que no toca bien para el escándalo de su esposa y mucho más.
La boina permanente del escritor Alessandro Baricco es un síntoma diciente de su edad y de sus años más recientes. Cuando vino a Medellín en el 2007 para la Fiesta del Libro, o cuando estuvo en Cartagena años después para el Hay Festival, su cabellera sinuosa y prominente le daba un aire de actor de Cinecittà, como salido de una película de Giuseppe Tornatore. Ahora, a sus 66 años, Baricco luce naturalmente más maduro, pero también como el corajudo sobreviviente de la leucemia mieloide crónica que declaró padecer en el 2022. Tras someterse a un trasplante de médula ósea, Baricco ha reiniciado su carrera literaria con bríos renovados y una boina en la cabeza.
El escritor confesó su afecto por Gabriel García Márquez. Foto:centro nacional de las artes
Laura Hernández es la nueva portada de BOCAS. Foto:Alejandra Quintero / Revista BOCAS
Acaba de publicar una novela, Abel, en tono de relato wéstern, con un sheriff llamado Abel Crow que se hace legendario por su puntería y su maniobra predilecta, ‘el místico’: un disparo doble, con ambas manos, cruzadas y en simultáneo, para alcanzar dos blancos diferentes. Sus 167 páginas están cruzadas por pistoleros, mineros y predicadores del oeste, que también parecen salidos de un filme, uno de Sergio Leone.
No son casuales estas metáforas del cine. En Colombia el gran público conoció primero los textos de Baricco por su novela Novecento, que dio origen a la película La leyenda del pianista en el océano, precisamente dirigida por Tornatore, en 1998. Para esa época, Baricco ya era un autor laureado, gracias al premio Médicis Étranger, concedido en Francia en 1995 por su novela Tierras de cristal, que transcurre en el siglo XIX en la imaginaria ciudad de Quinnipak. También había recibido el galardón Viareggio (1993) por su novela Océano mar, con una prosa cercana a la poesía, afilada a la manera de un lápiz para dibujar escenas de náufragos o de extraños reunidos por el azar en la posada Almayer. Y, sobre todo, el escritor nacido en Turín en 1958, era celebrado en todo el mundo gracias al clamoroso éxito de Seda, quizás su novela más conocida, que cuenta la historia de Hervé Joncour, un próspero comerciante de sedas cuyo negocio lo lleva a recorrer su propia ruta desde el sur de Francia hasta los confines de Asia, en donde tropieza con el amor. Esa historia también llegó al cine (su título en Colombia fue Retrato de amor) y se tradujo a 17 idiomas, luego de que haber vendido 350.000 ejemplares en Italia, apenas en su primer año de publicación (1996).
Antes de Abel, las historias del Oeste ya habían capturado la atención de Baricco cuando incluyó un relato tipo wéstern en su novela urbana City (1999), en paralelo con un relato sobre el boxeo en la primera mitad del siglo XX, cuando la radio era la reina de los deportes. Alessandro Baricco no oculta ser un fanático de los deportes, en particular del fútbol, como buen turinés. El toque literario está en que no eligió la fácil opción del exitoso Juventus, sino que se decantó por el sufrido Torino, cuya camiseta color granate hoy reposa en los hombros del goleador colombiano Duván Zapata.
Alessandro Baricco ha sido traducido a varios idiomas. Foto:Ricardo Pinzón / Revista BOCAS
Luego de ser presentador de espacios en la televisión italiana, crítico musical, dramaturgo y conductor de programas de radio, en las últimas décadas Baricco se convirtió en uno de los pensadores más influyentes de su país, gracias a ensayos como Next, Los bárbaros, Ensayo sobre la mutación y The Game, en el cual aborda el mundo de la tecnología digital con cierto escepticismo. Todos estos textos están impregnados de filosofía, disciplina que cultivó desde su juventud y de la cual se diplomó en la Universidad de Turín. La filosofía y la academia también lo inspiraron a crear en su ciudad natal una escuela de narración y de artes interpretativas llamada Holden, en homenaje al protagonista de El guardián entre el centeno.
Justamente, la Escuela Holden acaba de cumplir 30 años y cuenta con prestigio internacional en el mundo de los narradores, pues a sus aulas han acudido conferencistas de la talla de Orhan Pamuk y Mario Vargas Llosa, premios Nobel de Literatura; figuras del cine como Abbas Kiarostami y Guillermo Arriaga, e incluso futbolistas famosos como Alessandro Del Piero y Lilian Thuram. Con ese bagaje a cuestas, más los premios Campiello (2020) y Penna D’oro (2022) por el conjunto de su carrera, Alessandro Baricco aterrizó de nuevo en Colombia hace pocas semanas, para hacer una lectura escenificada en el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata, en Bogotá, y en el Festival de Teatro Comfama, en Medellín.
Desde Italia y separado por siete horas de diferencia, una mala conexión de Internet y el frío del otoño turinés, Baricco tuvo la condescendencia de perdonar mis preguntas en un italiano mal hablado, exprimido de las tareas de mis hijos en el Colegio Leonardo Da Vinci. “El dinero que pagó por su educación no se ha perdido –bromeó él, condescendiente–. Un abrazo para ellos y gracias por haberle ayudado con esta entrevista”.
¿Cómo transcurrió su infancia y en qué momento la literatura golpeó a su puerta?
Nací en Turín, una ciudad industrial bastante trabajadora, en el norte de Italia, con una ética muy rígida. Mi vida no era muy divertida cuando pequeño. En mi familia, mi abuelo, que es un apasionado, tocaba música para mí, pero yo no iba a las óperas, no conocía las historias, él me tocaba esas piezas de vez en cuando y tocábamos juntos a cuatro manos. Y luego me llegó el mundo de los libros como una forma de evadirme, de escapar, pero primero fue la música y luego, mucho tiempo después, también apareció la escritura.
¿Qué lo motivo a estudiar filosofía y por qué la filosofía es importante en el mundo de hoy?
En ese momento me pareció muy romántico hacer una carrera universitaria que no conducía a ningún trabajo. Estudiar en la universidad precisamente por la pasión y eso me pareció suficiente. O me gustó esta imagen. Pero luego también me gustó mucho estudiarla y aparte de todo lo que hice, fue muy útil porque enseña a pensar, enseña a razonar, enseña un uso muy cuidadoso del lenguaje y por lo tanto te deja una huella que nunca más te abandonará. El trabajo de escribir libros es un trabajo que tiene mucho que ver con eso y también con un instinto arquitectónico. Claro que hay un instinto musical, pero con las ideas que hay dentro de una novela, haber estudiado filosofía me ayudó mucho y me dio fuerzas. Entonces me resultó más fácil escribir libros y también identificar temas y preguntas, dado que la filosofía te enseña preguntas en lugar de enseñarte respuestas. Y todos mis libros tienen preguntas detrás, digamos. Esto me viene de la filosofía.
¿Cómo nació la Escuela Holden?
Yo tenía más de treinta años. Con cuatro amigos nos imaginamos que podríamos montar una escuela de narración sin perder demasiado dinero. Para enseñar a los niños a narrar historias, eventualmente para la literatura, pero también a escribir para el cine, el teatro. Una idea muy interdisciplinaria, digamos. Y entonces pensamos en la escuela con la cual siempre habíamos soñado toda nuestra vida. Y la construimos pieza a pieza, tal como lo habíamos soñado, y este año ha cumplido treinta años y sigue ahí, está muy bien y ha crecido mucho. Cuando entro, veo el colegio soñado y los niños lo viven así. Pienso que esta es una de las mejores cosas que he hecho en mi vida.
¿Cómo está su salud?
Bien, bien. Tuve 2 o 3 años muy difíciles porque me enfermé de un tipo de leucemia que no describiré detalladamente, pero en definitiva fue una experiencia muy dura y muy particular. Ahora estoy feliz, estoy bien, he reiniciado una vida intensa, quizá demasiado intensa. Debería estar un poco más tranquilo, pero… simplemente estoy feliz. Incluso pude ir hasta Colombia para hacer estas lecturas, lo cual significa que estoy bien.
Alessandro Baricco Foto:Ricardo Pinzón / Revista BOCAS
El año pasado grabó un pódcast muy exitoso llamado Wild Baricco. ¿Por qué decidió grabarlo?
Estaba saliendo mi última novela, titulada Abel, que se publicó hace poco en español, y quería celebrarlo de alguna manera. También hacía mucho tiempo que no hablaba por causa de mis problemas de salud. Y pensé que después de tantos años en los que me había dedicado a cuidar lo que decía, me gustaría tener una linda charla liberadora. Así que encontré a la persona adecuada para hacerlo, la plataforma adecuada para hacerlo y lo hice y fue muy especial porque a la gente realmente le encantó. Es difícil para las personas tener una relación con quienes escribimos libros de una manera tan libre, tan transparente y por eso fue una experiencia particular para mí y también para el público. Después de ese pódcast pensé que no diría una palabra más, pero estoy hablando aquí y ahora.
¡Y el pódcast dura dos horas!
Sí, es largo, pero también pudieron haber sido cuatro horas.
A propósito del pódcast, usted reflexionó sobre las tecnologías en su libro The Game. ¿Cómo ve ahora, cinco años después, los desafíos de la inteligencia artificial?
Sería necesario escribir otro capítulo de The Game. El libro terminó justo en el umbral de la llegada de la inteligencia artificial y sin embargo no hay una sola página sobre ello. Para mí todos los puntos que cierran el juego, es decir, los principios que intenté plasmar allí siguen siendo válidos. La inteligencia artificial representa una mejora muy fuerte de nuestra tecnología digital, pero esencialmente, culturalmente hablando, no es un fenómeno muy diferente de los que ya hemos enfrentado o que hemos elegido. Y por lo tanto será simple… no, simple no es el término… pero en resumen se tratará de aprender a usarlo como estamos aprendiendo a usar las redes sociales, como aprendimos a usar el teléfono inteligente, como aprendimos a usar el computador: nos tomaremos un tiempo y cometeremos muchos errores. Luego tendremos que recordar muchos incidentes, pero fundamentalmente la inteligencia artificial prolonga una visión que ya podemos ver en el computador con el cual estamos hablando aquí, y hemos elegido este camino, hemos elegido esta ruta. Nuestra civilización aquí y ahora es esta nueva civilización y depende solo de nosotros que sea la civilización de la paz, de la verdad, de la inteligencia y la belleza, y no una pesadilla. Depende solo de nosotros, no de la tecnología por sí misma.
Usted es hincha del Torino, donde juega Duván Zapata. ¿Qué significa ser fanático de un equipo que tiene un rival local tan grande como el Juventus?
Significa que es una vida dura, pero también tenemos nuestro orgullo. Siempre esperamos terminar como el Manchester City, que durante años fue el equipo pobre de Mánchester. Y luego mira en lo que se ha convertido. Mientras tanto, de vez en cuando nos emocionamos por algunas pequeñas cosas, y Duván Zapata ha sido sin duda una de las mejores cosas que le pasó al Torino en los últimos tiempos. Desafortunadamente tuvo una lesión ahora, se lastimó bastante y no puede jugar en este momento. Para nosotros fue una gran contratación y también es una persona dulce, feliz y hermosa. Lo amamos mucho.
Duván Zapata Foto:AFP
¿Y usted jugó al fútbol?
Sí, jugué mucho, es el deporte que más practiqué. Me divertí mucho, siempre me negué a convertirme, digamos, en semiprofesional. Siempre quise que siguiera siendo divertido y lo dejé alrededor de los 26, 27 años y luego lo volví a hacer cuando tenía 40. Hice un equipo nacional de escritores con el cual también fundamos una especie de liga nacional de escritores, hicimos algunos campeonatos mundiales enfrentando a otros equipos nacionales. Volví a jugar seis o siete años, pero tuve la misma lesión que tuvo Duván Zapata. Por eso, después regresar fue muy difícil, pero Duván Zapata sí lo logrará. Él sí. Duván lo puede todo…
Usted ha venido varias veces a Colombia, ¿cuál es su relación con nuestro país?
Para mí es una relación muy hermosa. Debo decir que conozco mejor la parte caribeña, digamos Cartagena, Barranquilla… un lugar que para mí es muy querido es Mompox. Y luego conocí Bogotá y Medellín. Hay otra parte de Colombia que nunca he visto, pero en esa tierra siempre la he pasado bien, la gente es fantástica. He tenido muchos momentos hermosos de felicidad. Los recuerdo con mucho gusto y es un lugar adonde he viajado en el pasado simplemente para pensar, reflexionar o escribir. En resumen, siempre me he encontrado a gusto.
¿Qué recuerdos evoca en usted el nombre de Gabriel García Márquez?
El Nobel colombiano Gabriel García Márquez. Foto:Efe
García Márquez fue y es uno de mis escritores favoritos y estoy feliz de citarlo en mi reciente lectura escenificada Sobre el tiempo y el amor. Cito el final de El amor en los tiempos del cólera, que es un libro que he leído mucho. Su presencia sigue siendo bastante constante en mi vida. En mi último libro, Abel, por ejemplo, hay un capítulo que en realidad es un homenaje a él, o sea, está escrito un poco digamos al estilo de García Márquez. Para un europeo sigue siendo difícil hacerlo, pero es un poco un homenaje a él y también en parte al río Magdalena, que es un río que me encantó; en fin, reuní todo en un capítulo de este wéstern que escribí. Y luego, cuando uno está en Cartagena o en Barranquilla se da cuenta de que él es un padre de la patria. No puedo olvidar que una vez fuimos allí con la Escuela Holden a dar clases en Cartagena y al final del curso les pedí a los muchachos que nos devolvieran algo, porque durante muchos días les habíamos dado todo lo que podíamos de lo que sabíamos. Y ellos, como compensación, recitaron de memoria el comienzo de Cien años de soledad, todos juntos, como una plegaria. Recuerdo que realmente me impactó; pensé en el hecho de ser escritor y ser tan amado.
¿En qué consistió su reciente lectura escenificada en Bogotá y Medellín, titulada Sobre el tiempo y el amor?
Cuento cuatro o cinco historias que provienen de la literatura, de la historia, para hablar de algo que siempre me ha intrigado, fascinado, emocionado: nuestra incapacidad de vivir verdaderamente en el tiempo, de vivir en la parte correcta del tiempo. Siempre vivimos un poco antes de las cosas o un poco después de las cosas, pero nunca realmente en las cosas. Y luego creo que la solución a este problema la buscamos en la experiencia del amor, y aunque en la vida tampoco lo logramos, mucha literatura ha preservado esta utopía, ese deseo de que en la experiencia del amor el tiempo se repara, sana, finalmente se convierte en un espacio limpio para vivir. Y entonces me gusta contar aquí un poco de estas historias de Shakespeare, García Márquez, Homero, La Odisea, Tolstoi… Y tengo otra historia que me parece muy hermosa que no es literatura, pero sí la historia de la fuga del último rey, el que fue asesinado por la Revolución Francesa, es decir, Luis XVI. Y en cierto momento se escapó de París y cuento esa historia.
Varios textos suyos han sido llevados al cine. ¿Cómo ha sido su relación con el cine?
He tenido suerte porque se hicieron varias películas a partir de mis libros. Han hecho tres actualmente y la cuarta estuvo en rodaje este verano. La leyenda del pianista en el océano la hizo Tornatore, que es un gran director italiano, y Seda la hizo François Girard, que es canadiense, y la última es Sin sangre, que fue hecha por Angelina Jolie y se estrenó en el Festival de Cine de Toronto. Siempre es muy extraño ver tus propias historias en la pantalla. Y siempre es lo mismo: es decir, hay algunas escenas espléndidas, otras escenas en las que no te reconoces, y sin embargo creo que tuve suerte porque son tres películas de muy buena calidad, son películas rodadas con gran atención, pasión y oficio.
Alessandro Baricco ha visto cómo son llevadas varias de sus novelas al cine. Foto:Ricardo Pinzón / Revista BOCAS
¿Cuáles son sus cineastas favoritos, por cierto?
Tarantino, los hermanos Coen, González Iñárritu, Sorrentino, Garrone y tantos otros. Pero sobre todo, estos.
Precisamente, sobre Novecento usted creó un NFT, un Non-Fungible Token, para el mundo digital. ¿En qué consiste y qué piensa de los NFT como expresión artística?
Es algo muy, muy complicado. No creo haberlo entendido del todo y es un fenómeno muy ligado a las criptomonedas, que son un tema muy difícil. En este momento, las criptomonedas tienen un pasaje de crisis y los NFT parecen haber desaparecido del horizonte. Es un fenómeno muy interesante pero no creo que se popularice. No me parece que el mundo vaya en esa dirección, por ahora es algo que concierne a un mundo limitado. Lo hice porque quería entender muchas cosas, las entendí, pero no estoy interesado en continuar con esto.
¿Por qué?
Porque es una secta enorme, digamos. No es posible vivir la mitad en el mundo real y la otra mitad en el mundo de los NFT. Hay que introducirse de lleno en el mundo de los NFT y esto no fue interesante.
Usted dirigió un programa de televisión muy popular a finales del siglo pasado. ¿Cree que ese tipo de televisión tiene los días contados?
No sé por qué, pero llevamos veinte años diciendo que la televisión está muerta, al menos en lo que respecta a Italia. Y está muy viva, siempre aparentemente vinculada a las personas más antiguas, pero primero mueren los espectadores antes que ella. Ciertamente la situación ha cambiado, por ejemplo, ahora para mí trabajar en televisión no me resulta tan interesante, aunque tuviera 30 años, no me gustaría hacerlo. Pero debo reconocer que a muchos sí.
Hablemos de otra de sus pasiones: la música. ¿Qué tipo de música escucha hoy?
Toda la que me llega. Amo la música clásica, estoy escribiendo una historia de la música clásica no muy grande, pero sí muy extraña, muy herética digamos. Por trabajo, ahora escucho mucha música clásica, pero en realidad teniendo dos hijos, uno que tiene 18 y otro que tiene 25 años, ellos me introducen a mucha música a la cual yo no llegaría, música independiente italiana; así que en realidad sí vivo bastante dentro de la música y por eso la consumo.
¿Y música de Colombia?
De Colombia, no. Pero sí de Puerto Rico, del estilo de la salsa.
De hecho, en Wild Baricco también describe una relación muy bella con su piano. ¿Qué significa para usted su piano?
Toco el piano desde que tenía 5 años y nunca dejé de estudiar, todavía lo toco. Toco mal, bastante mal. Para aclarar, hace un año me casé con una pianista y cuando ella está en casa yo no toco, porque con razón se pone nerviosa, no le gusta. Pero me gusta mucho tocar, no importa si lo hago bien o mal, me gusta mucho estudiar. El piano es una práctica meditativa si no lo haces profesionalmente. Así que nunca paré. Y ahora, como dije en el pódcast, yo también he comprado con Gloria, mi mujer, un piano muy bonito. Y la alegría de escuchar su sonido es fantástica. Me lleva seis meses estudiar una pieza de Debussy, tres meses estudiar un pequeño preludio de Bach. Soy muy lento, pero nunca paré, ni siquiera cuando estaba enfermo. Siempre he continuado.
Usted ha recibido muchos reconocimientos. ¿Para qué sirven estos premios y cuál de ellos le produce mayor orgullo?
No sabría decirlo… En cierto momento dejé de recibir premios porque no me gustaba, era raro, de todos modos no me gustaba. Ahora últimamente los he vuelto a recibir y de vez en cuando me alegro; quizás sea algo de la edad. Probablemente el premio que recuerdo con más alegría es el primero de gran magnitud que gané en mi vida con la primera novela (Tierras de cristal) que se llamaba Médicis Étranger; es un premio francés muy importante. Cuando lo recibí tuve la impresión de que mis historias también podían viajar por el mundo. Y ahora, cuando me recompensan en otros países es una buena sensación, porque escribir buenas historias da una gran satisfacción. Pero escribir historias que puedan ser leídas en países tan lejanos por personas con una cultura completamente diferente, un pasado diferente, con un cuerpo diferente, es conmovedor. Y eso me gusta.
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