El pasado 17 de septiembre, cuando miles de bíperes y walkie-talkies en manos de integrantes del grupo chií Hezbolá estallaron masivamente a lo largo del Líbano –en un ataque que fue atribuido a los sofisticados servicios de inteligencia de Israel–, Amin Saikal, profesor emérito de Estudios de Medio Oriente en la Universidad Nacional de Australia, sentenció que las explosiones parecían ser el preludio de una ofensiva total de las autoridades hebreas contra Hezbolá.
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Menos de una semana después, el tiempo le dio la razón. El 23 de septiembre, tras casi un año de intercambios de fuego que empezaron el 8 de octubre de 2023 en respaldo a Hamás, Israel movió definitivamente el foco de sus operaciones de guerra hacia el Líbano y atacó más de 1.300 objetivos de Hezbolá en un solo día, en el que es considerado el bombardeo israelí más mortífero en Líbano desde la guerra de 2006 –más de 550 personas murieron y otras 1.800 resultaron heridas–.
A lo que le siguió, el 1.° de octubre, una incursión terrestre que Israel califica de "limitada, localizada y selectiva" en el sur del país mediterráneo.
La campaña de bombardeos ya cumple un mes en el que Hezbolá ha sufrido duros golpes: prácticamente la totalidad de su cúpula fue eliminada, entre ellos su máximo líder desde hace más de tres décadas: Hassan Nasrallah, y sus búnkeres, túneles y hasta sedes financieras son objetivos diarios de intensos ataques que los dejan prácticamente en ruinas.
"Son tres los objetivos principales (de Israel). Uno, devolver a los israelíes (del norte) sanos y salvos a sus hogares. Dos, hacer retroceder a Hezbolá para que no pueda utilizar, en particular, municiones antitanque contra esas comunidades. Y tres, degradar lo más posible, si no destruir, a Hezbolá y restablecer la disuasión de Israel", señala Steven A. Cook, investigador del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) sobre los objetivos de la operación de Israel.
No obstante, el grupo chíi tampoco ha frenado el fuego. Además de decenas de ataques contra bases militares o comunidades del norte, este martes dejó claras sus capacidades al reivindicar un ataque con drones que tuvo lugar el sábado contra la residencia privada del primer ministro israelí, Benjamin Nentayahu, en el centro de Israel.
La casa estaba vacía y no hubo heridos, pero imágenes difundidas por algunos medios israelíes muestran que el dron causó daños en la ventana del dormitorio del premier israelí, por lo que este ya prometió que habrá "un castigo".
Cientos de muertos, más de un millón de desplazados y un trauma colectivo que se apodera de los civiles en Líbano
Sin duda, la cara más cruda de la guerra es la crisis humanitaria de grandes proporciones que acontece en Líbano: al menos 1.552 personas han muerto, 1,2 millones están desplazadas y varias miles han cruzado a Siria huyendo de los bombardeos. Los refugios permanecen abarrotados, decenas de personas hicieron cambuches en playas y avenidas, escasean los bienes básicos y decenas de barrios han quedado reducidos a escombros.
"Si las personas desplazadas no cuentan con alimentos, agua, refugio y medicamentos suficientes, sus condiciones de vida serán insostenibles. Muchas familias siguen en situación de calle, sin acceso a refugios y alojamientos seguros, debido a la elevada tasa de desplazamientos", denunció esta semana Oxfam.
Tal panorama fue lo que llevó al secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, a viajar nuevamente -por onceava vez desde que arrancó la guerra en Gaza el 7 de octubre de 2023- a Oriente Medio donde arribó el martes y ya sostuvo un encuentro con Netanyahu.
El objetivo de su viaje: un nuevo intento de avanzar hacia un alto el fuego en la Franja de Gaza y contener la escalada militar en la región.
En su reunión con Netanyahu en Jerusalén este martes, Blinken "subrayó la necesidad de aprovechar" las posibilidades que abriría la muerte del jefe de Hamás, Yahya Sinwar, asesinado el 16 de octubre por soldados israelíes, para conseguir la liberación de los rehenes y acabar con la guerra en Gaza. Al tiempo que pidió a Israel una "solución diplomática" en Líbano.
A un mes de lo que parece ser la segunda fase de una guerra declarada por Israel contra sus enemigos en la región y de la que parece dispuesto a no querer ceder, ¿cómo está Hezbolá y qué viene en la guerra en Oriente Medio? Análisis.
Hezbolá, golpeado pero lejos de estar aniquilado
Los bombardeos de Israel se han concentrado en el sur y el este del Líbano, así como los suburbios meridionales de Beirut conocidos como el Dahye, todos ellos considerados por Israel como bastiones de la milicia libanesa. Aunque también se han producido ataques esporádicos contra puntos septentrionales y hasta tres dentro de la capital.
El balance de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) indica que han destruido más de 50 infraestructuras terroristas de Hezbolá, entre las que se incluyen túneles en el sur utilizados como plataformas de lanzamiento de misiles contra Israel, y "han incautado un alijo de armas, incluidas minas terrestres y misiles antitanque".
El domingo, el Ejército hebreo fue más allá al apuntar directamente contra las sedes financieras de Al Qard Al Hassan, considerado el sostén económico del grupo libanés.
Según dos funcionarios militares que hablaron con The New York Times en condición de anonimato, los informes de inteligencia de Israel sugieren que más de la mitad de los misiles guiados de precisión de Hezbolá han sido destruidos, mientras que cientos de combatientes han muerto y otros miles han resultado heridos. Se estima que el grupo tiene al menos 30.000 combatientes y más de 120.000 cohetes y misiles.
Pero, el golpe más duro ha sido a su cadena de mando: además de Hassan Nasrallah, eliminado en un bombardeo el 27 de septiembre, en un mes han muerto Ali Karaki, Nabil Kaouk, Ibrahim Qubaisi, Ibrahim Aqil o Ahmed Wahbi, todos ellos máximos comandantes de operaciones o a cargo de divisiones de drones, cohetes, entre otras.
Hezbolá es una organización estructurada que debería tener la capacidad de reemplazar a los comandantes muertos por adjuntos igualmente capaces
Este martes, Israel anunció que también había matado al principal candidato a suceder a Nasrallah como máximo jefe de la formación, Hashem Safi al Din, en un ataque hace tres semanas. Aunque el grupo no ha confirmado oficialmente la noticia.
Pese a ello, Nicholas Blanford, del programa de Oriente Medio del Atlantic Council, dice que Israel se ha encontrado con un "Hezbolá bien entrenado, bien equipado y bien armado" tras casi dos décadas de preparación para la guerra, por lo que aunque ha recibido golpes, sigue siendo un grupo fuerte.
"Algunos funcionarios israelíes afirman que la mitad de los sistemas de precisión de Hezbolá han sido destruidos en múltiples ataques aéreos y que la ola de asesinatos de altos dirigentes políticos y militares puede haber dañado el sistema de mando y control de Hezbolá. Es imposible juzgar la exactitud de tales afirmaciones. Sin embargo, Hezbolá es una organización estructurada que debería tener la capacidad de reemplazar a los comandantes muertos por adjuntos igualmente capaces con relativa rapidez", dice el analista.
A ello se suma, dice Blanford, una fuerte capacidad en el terreno que les permite seguir operando incluso con debilidades en la cadena de mando o un conocimiento superior del terreno que les sigue dando ventajas frente a los soldados israelíes que incursionaron en Líbano desde el 1.° de octubre.
"Las unidades de Hezbolá en el terreno tienen una gran autonomía para enfrentarse a las fuerzas israelíes. Conocen la misión y pueden actuar sin tener que permanecer en contacto constante con la cadena de mando. Los combatientes tienden a operar en las zonas donde viven, por lo que están íntimamente familiarizados con el terreno", señala.
En ello concuerda William Wechsler, del Atlantic Council, quien afirmó que "Hezbolá, incluso en su estado extraordinariamente debilitado, sigue siendo una fuerza peligrosamente bien armada, con mucho más armamento que el que tenía la última vez que Israel mató a su líder".
"A pesar de que Hezbolá ha perdido algo de capacidad militar, es difícil medir hasta qué punto tienen daños en esa estructura militar. Hezbolá ha mantenido la posición de no rendirse y mientras siga manteniendo el apoyo de Irán, es un grupo que va a seguir teniendo arsenal militar y músculo para defenderse de Israel", dice por su parte Luisa Lozano, directora del Programa de Ciencias Políticas de la Universidad de La Sabana.
Tras un mes de guerra, ¿hacia dónde va el conflicto?
Mientras decenas de países occidentales piden un alto el fuego, el lunes el mediador estadounidense Amos Hochstein visitó Beirut buscando una solución negociada basada en la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, que puso fin a la última guerra de 2006.
Israel busca que Hezbolá abandone la franja fronteriza entre ambos países como estipula el texto, que no ha sido respetado por ninguno de los dos bandos en 18 años.
Pero ninguna de las partes está dispuesta a ceder. Hezbolá, de hecho, anunció el jueves pasado que está listo para "pasar a una nueva fase de escalada en la confrontación con el enemigo israelí”. Aunque el grupo no precisó de qué se trata, analistas señalan que podría ser un indicador de que está listo para utilizar sistemas de misiles más avanzados contra Israel y, sobre todo, en mayor número y con mayor frecuencia.
Netanyahu, por su parte, reiteró el fin de semana que ni siquiera los ataques directos contra su residencia disuadirán al "Estado de Israel de continuar la guerra de resurgimiento contra sus enemigos", cerrando aún más las puertas a una salida negociada.
En ese sentido, Blanford cree que Hezbolá puede apostar por mantener el flujo de cohetes y misiles hacia el norte, y aguantar en el terreno, para seguir bloqueando el regreso de israelíes desplazados del norte. Mientras que Netanyahu será quien decida si avanza hacia una solución negociada o intensifica el conflicto atacando infraestructura libanesa clave (puentes, puertos, centrales eléctricas, etc).
Así, sin muchas expectativas de acuerdo, se espera que la campaña israelí continúe al menos hasta la llegada de un nuevo inquilino a la Casa Blanca el próximo enero y que una segunda fase de las confrontaciones pueda llegar a ser aún más cruda.
ANGIE NATALY RUIZ HURTADO - REDACCIÓN INTERNACIONAL - EL TIEMPO