Los fuertes vientos propagaron este miércoles el olor a quemado en buena parte de Quito, la capital de Ecuador, que desde el pasado martes está asediada por cinco incendios forestales desatados de manera simultánea, y que dejan seis heridos y unas 107 familias evacuadas.
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Los estragos de las llamas, que las autoridades sospechan fueron provocadas, se iniciaron este 23 de septiembre en el cerro Auqui, en la periferia oriental, y luego se extendieron al Parque Metropolitano Guangüiltagua (uno de los más grandes de la ciudad) y bosques que rodean las zonas residenciales de Guápulo, Bellavista y González Suárez.
Durante la mañana, el humo cubrió con una densa bruma el cielo de Quito, de tres millones de habitantes, y el olor a ceniza impregnaba el interior de algunos edificios, según los relatos de los afectados. "Tuve que dormir con mascarilla y pañitos húmedos encima" del mismo tapabocas, relató a la agencia AFP Claudio Otalima, de 82 años.
Y aunque algunos focos habían sido controlados, al cierre de esta edición unos 2.000 bomberos, militares y socorristas seguían tratando de sofocar completamente las llamas en medio de una de las crisis hídricas más agudas de los últimos años en el país vecino que han obligado a un racionamiento de energía. En las labores se están usando carros cisterna y helicópteros, y algunos ciudadanos con bidones de agua y mangueras también han acudido para tratar de ayudar en la situación.
La emergencia llevó al presidente Daniel Noboa a cancelar su intervención en la asamblea de la ONU y regresar al país desde Nueva York el martes.
Entre tanto, la fiscalía y policía indagan para esclarecer los hechos y las autoridades, que sospechan que fueron incendios provocados, activaron un plan de recompensas para dar con los responsables. De hecho, un agente civil de tránsito halló dos bidones con material inflamable cerca de la zona cero del fuego.
"A los pirómanos los vamos a buscar hasta debajo de las piedras", expresó el alcalde Pabel Muñoz y aseguró que los incendios fueron ocasionados por "criminales" y "terroristas".
Por su parte, Carolina Andrade, secretaria de Seguridad, declaró ante la prensa que “Quito se encuentra bajo ataque. No es normal que tengamos cerca de 33 quemas durante una jornada, que se generen puntos de activación de manera concurrente". Andrade también afirmó que, desde julio hasta el 24 de septiembre, Quito ha tenido más de 300 incendios forestales, con una afectación de más de 1.800 hectáreas.
Las clases fueron suspendidas, mientras que entidades municipales y gubernamentales optaron por el teletrabajo debido a la "mala calidad" del aire en Quito.
La secretaría municipal de Ambiente informó en un comunicado que en el centro y norte de Quito la calidad del aire "ha alcanzado niveles de precaución", mientras que en las zonas cercanas a los flagelos "los niveles de contaminación son insalubres". De hecho, en las calles, pobladores usan mascarillas para protegerse.
"No podemos bajar la guardia ni bajar los brazos", dijo Muñoz en referencia a los fuertes vientos y la vegetación seca a causa de la prolongada ausencia de lluvias, factores que podrían encender nuevos focos.
"El flagelo se ha venido controlando en algunos puntos críticos. Sobre todo, se ha dado prioridad a aquellos donde teníamos presencia de vivienda", anotó.
Crisis hídrica
Ecuador afronta estos incendios forestales en medio de una crisis de agua por su peor sequía en 61 años, que también ha derivado en problemas agrícolas, afectación del suministro de agua potable y racionamientos de electricidad de hasta 12 horas diarias. Los embalses de centrales que cubren un 70 por ciento de la demanda nacional están en niveles históricamente bajos.
La situación ha llevado al gobierno a declarar en alerta roja a 20 de las 24 provincias.
La sequía ha originado 3.300 incendios forestales este año, con saldo de casi 38.000 hectáreas de vegetación arrasadas, 14 personas heridas y otras 797 damnificadas, de acuerdo con la secretaría de Riesgos.
La atención está puesta en el embalse de Mazar, el segundo más grande del país con una capacidad de 410 millones de metros cúbicos, y cuyo nivel ha aumentado levemente cerca de un metro gracias a algunas lluvias caídas en el sur de Ecuador, tras haber registrado el sábado una cota de 2.116,40 metros, un poco por encima de su nivel mínimo de 2.110 metros.
Sin embargo, esta pequeña mejora no ha sido suficiente para solventar los apagones y este lunes han estado fuera de operación las tres centrales hidroeléctricas del río Paute que se alimenten con el agua almacenada en Mazar, con una potencia instalada en conjunto de 1.757 megavatios, que sirven para abastecer a cerca del 40 por ciento de la demanda nacional de electricidad.
*Con AFP y Efe