Seis meses después de que Aleksei A. Navalny, líder de la Oposición, murió en una prisión rusa el 16 de febrero del 2024, Konstantin A. Kotov se despertó para encontrar sitiado su departamento en Moscú. Tras derribar la puerta, los oficiales rusos confiscaron todo lo que tuviera que ver con Navalny, hasta un botón de campaña de la campaña presidencial del activista en el 2018. Luego arrestaron a Kotov y se lo llevaron.
Su presunto delito: donar unos 30 dólares hace 3 años al Fondo Anticorrupción de Navalny, que el Kremlin considera un grupo extremista.
La muerte hace un año de Navalny, quien una vez lideró a decenas de miles de rusos contra el Kremlin en las calles de Moscú, asestó un duro golpe a la ya asediada Oposición de Rusia. Gran parte de ese movimiento ha huido al extranjero entre una represión contra la disidencia que inició antes de la invasión de Ucrania por parte del Presidente Vladimir V. Putin en el 2022, pero que se intensificó con la guerra.
Homenajes al fallecido opositor ruso Alexéi Navalny. Foto:EFE
Aún con Navalny muerto y su movimiento hecho trizas, las autoridades han estado actuando contra personas ligadas a él dentro de Rusia. Algunos ven las acciones como una máquina represiva rusa que opera en piloto automático. Otros ven un Moscú que ve el legado de la figura de la Oposición como una amenaza perdurable.
Las autoridades rusas han procesado al menos a 15 personas acusadas de donar al fondo de Navalny. En los últimos meses, los medios locales reportaron acusaciones así hechas contra un médico de Biysk y un ingeniero informático de un suburbio de San Petersburgo.
Para cuando se abrió el caso de donativo contra Kotov, de 39 años, ya llevaba mucho tiempo en el radar de las autoridades rusas por ser activista. En el 2019, fue una de las primeras personas arrestadas bajo una nueva ley rusa que restringe el derecho de reunión en “protestas no autorizadas”.
Pasó 18 meses en prisión. Poco después de la liberación de Kotov, Navalny regresó a Rusia, tras recuperarse en Alemania de un envenenamiento casi fatal. En cuestión de semanas, Navalny terminaría en la misma prisión donde habían encarcelado a Kotov.
Cuando Putin invadió Ucrania, Kotov protestó por la guerra en las calles de Moscú. Fue arrestado y pasó el siguiente mes en la cárcel. Dos años y medio después, las autoridades llegaron a su departamento y lo arrestaron por hacer un donativo al fondo de Navalny. Se declaró culpable y quedó bajo arresto domiciliario.
Pero este año, Kotov, temeroso de regresar a la prisión, huyó a Lituania. Allí, Kotov describió cómo Navalny había representado la esperanza de “que Putin no es inmortal”.
“Aleksei Navalny fue el símbolo de una Rusia hermosa del futuro, una Rusia feliz del futuro”, dijo.
“Pero aún estamos vivos”, añadió. “No podemos rendirnos”.