América quedó herido. Nacional le dio un golpe duro con ese 3-1 en Medellín. Pero América, aunque tuvo pocos días para sanar esa herida, quiere levantarse hoy en su casa, con su gente, con su orgullo al rojo vivo, para demostrar que está vivo, que está fuerte, y para intentar remontar y ganar la Copa Colombia, su salvación del año. Pero el desafío es contra Nacional, el equipo que mete miedo porque anda en estado demoledor. Desde las 5 p. m. se define el nuevo campeón.
América vivió una pequeña alegría en el Atanasio Girardot, un espejismo, en ese estadio que fue más infierno que su propio infierno caleño. Comenzó ganando sin saber que su gol solo iba a despertar a ese gigante en pausa. Nacional sintió el golpe y se lanzó con toda su fiereza, uno, dos tres goles para poner la cosas en orden, para delirio de su masiva afición. Nacional, que el miércoles juega la ida de la otra final, la de la Liga contra Tolima, llega al Pascual Guerrero con esa ventaja lograda en su campo. Y es una ventaja buena.
“Este equipo es una familia, la unión hace la fuerza y eso se ve reflejado en la cancha. Estamos enfocados y eso hace que el equipo se vea bien”, dijo el jugador Dairon Asprilla.
América, con un panorama cuesta arriba
Por eso, el reto del América es tan grande. Porque ganarle a este Nacional, al actual, se está convirtiendo en una gran dificultad. No es fácil jugarle y salir vivo. No es fácil sobrevivir a su ataque. No es fácil agredirlo. Nacional, cada que quiere, cada que se inspira y se contagia, es devastador. Su ataque rompe cualquier barrera, a veces toca por el centro y parece música clásica; a veces juega por fuera y es puro rock pesado. El equipo verdolaga tiene diferentes facetas, diferentes formas de agredir, diferentes sonidos, al ritmo del juego de Edwin Cardona. Ya muchos lo han sufrido, pregúntenle a Santa Fe, que en dos partidos del grupo A de la Liga se comió ocho goles. América ya se comió tres que hoy le duelen mucho porque la balanza quedó inclinada. “Será un partido bravo el domingo, pero tenemos 90 minutos para ir por todo, no vamos a lamentarnos de lo que pasó. Yo creo que podemos y lo vimos en el primer tiempo, aunque no será fácil porque jugamos contra un buen rival. Es el último partido del año y debemos dejar la vida”, eso dijo el DT Jorge ‘Polilla’ da Silva.
Pero un América-Nacional no tiene pronósticos. No autoriza presagios. Ese es un clásico histórico, hay una rivalidad por delante de la realidad de cada equipo y del resultado de ida. Por eso es que en Nacional no se confían. Por eso es que en América no se sienten derrotados.
El partido de este domingo es una nueva vida para ambos. Los rojos salen a jugar bañados en sangre ardiente, deseosos de demostrar por qué son el América, por qué les llaman los diablos, queriendo exhibir un juego que por momentos despertó buenas expectativas, es el América del ‘Polilla’ da Silva, el América de Adrián Ramos en su despedida, un América que en su caldera estará empujado por su deseo de gloria. Los verdes, que ya podrán contar en la línea con el DT Efraín Juárez, son inteligentes pero no temerosos: que nadie espera a un Nacional arrinconado, eso no está en su esencia. Este equipo es capaz de salir a buscar otro gol para acabar la serie. Por eso aún no hay sentencia. La final aún puede ser para cualquiera.
Pablo Romero
Redactor de EL TIEMPO
@PabloRomeroET