Faltan menos de dos años para que se decida en qué termina la aventura de Vicky Dávila como candidata a la Presidencia de la República; su posible presencia en el tarjetón ha desatado opiniones y posturas en todas las orillas, pero su lugar en las encuestas, hasta ahora, hace que sus posibilidades estén vivas. Vicky —como le gusta que le digan— estuvo en los medios de comunicación durante más de tres décadas y su trabajo, en buena parte de su carrera, fue fiscalizar el poder. Ahora está en su búsqueda y la palabra que más repite es ‘colombianos’. Vicky, sin embargo, habló con la revista BOCAS de temas que van más allá de la política y el periodismo. Esta es su historia.
Victoria Eugenia Dávila Hoyos no nació en Buga, como dicen en internet. El 30 de mayo de 1973 había un paro en el hospital del pueblo del Señor de los Milagros, y tuvieron que llevar a su mamá a Tuluá, donde dio a luz a Vicky, a secas, como le gusta que le digan. Sus primeros años los pasó entre militares y monjas (pensó en un momento irse para un convento), yendo y viniendo entre Buga, Tuluá, Bugalagrande y Cali. Estudió periodismo en la Universidad Autónoma y empezó a ejercer el oficio desde que tenía 18 años. Y lo hizo sin descanso, desde sus primeros días en Telepacífico en 1991, hasta el 14 de noviembre del 2024, cuando renunció a la dirección de la revista Semana para lanzarse del todo a la arena política.
La revista BOCAS con la portada de Vicky Dávila circula desde este domingo. Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
Hoy ya no tiene el micrófono ni la grabadora en la mano. Ahora ella es la que está del otro lado; es la entrevistada, la que tiene los focos de los medios encima. Se lanzó como candidata a la Presidencia de la República y espera estar en la Casa de Nariño en el 2026. Es una outsider en la política, pero se mantiene en los primeros puestos en las encuestas de intención de voto; se presenta como incorruptible y se vende como la mujer que liberará a Colombia de la corrupción y como un antídoto antipetrista.
Su cara es una de las más queridas y, a la vez, controvertidas de la televisión y los medios de comunicación. Ha pasado por televisión, radio y prensa escrita, se ha destacado con creces en esos tres mundos y en las redes sociales. Destapó la existencia de la ‘comunidad del anillo’, una red de prostitución de hombres y mujeres en la Policía, y desató un escándalo que tocó a los más altos mandos de la institución, y le dejó varias amenazas de muerte. Incluso, tras esa investigación, salió de RCN y ha sido uno de los grandes golpes que ha recibido en la vida. Pero, confiesa, nada se compara con la muerte de su primer esposo, Juan Carlos Ruiz, quien falleció cuando recién había tenido a su primer hijo, Simón. “Fue el peor golpe que he recibido en mi vida, pero miro hacia atrás y digo: ‘¡juepucha!, Dios es bueno, lindo, me quiere’”, dice.
Vicky Dávila pasado por televisión, radio, prensa escrita y en las redes sociales. Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
¿Qué recuerdos tiene de sus primeros años en Buga?
Me crie en Buga. El día en que nací había un paro en el hospital y me tuvieron que llevar a Tuluá. Soy de Buga, de Tuluá, de Bugalagrande, de Cali. Nací en un hogar muy sencillo, muy humilde, de dos personas que no habían, ni siquiera, terminado el colegio. Tuve un papá inmensamente talentoso, era cantante de tangos. Le tocaba la vida nocturna, los bares. Mi mamá me tuvo cuando tenía 17 años. Fui creciendo, luego nos fuimos a vivir a una finca en Bugalagrande. Mi papá era el capataz y mi mamá seguía siendo ama de casa. Nunca entendí que era muy pobre. Me criaron con mentalidad de ganadora. Eso es muy importante en la vida. No me criaron resentida. Siempre me dijeron que podía ser la mejor, que era la mejor, que tenía que ser la mejor. Y me crie así, con una fuerza interior grande, inmensa, potente, arrolladora. Me criaron sin miedo a nada. Tal vez al único que le tenía miedo era a mi papá.
¿Por qué?
Porque era muy bravo, era violento. No conmigo, con mi mamá. Entonces, me hice más grande el día que pude vencer el miedo a mi papá, el día que me enfrenté con él y le dije “¡hasta aquí llegó usted con esto!”.
Pasó por un colegio militar, ¿cómo le fue?
Sí, el Batallón Pichincha, en Cali. Mis papás no tenían con qué pagarme el colegio, entonces mi abuela me llevó donde una tía que me pagaba el colegio y me metió al mismo donde tenía a sus hijas. Allá aprendí a querer la bandera, el uniforme militar y me llevaban a misa cada ocho días. Los símbolos patrios eran tan sagrados que por eso cuando Petro dijo que quería cambiar el escudo fue como una bofetada.
Me criaron sin miedo a nada. Tal vez al único que le tenía miedo era a mi papá. Era muy bravo, era violento. No conmigo, con mi mamá. Me hice más grande el día que pude vencer el miedo y me enfrenté con él y le dije: ‘¡hasta aquí llegó usted con esto!’.
Y después de los militares se fue para donde las monjas...
Sí, cuando se separaron mis papás terminé estudiando con las hermanas terciarias capuchinas en el Colegio Nazaret de Tuluá. Luego, con las hermanas de la caridad, con las bizantinas, en Buga. Esa época me formó muchísimo porque me inculcaron un valor increíble sobre el trabajo. Era la única que atendía en la tienda del colegio y todos los días me daban el entredía a cambio de trabajar en la tienda del colegio. Fui la mejor, o de las mejores en el colegio. Era súper-mega-aplicada. Era la sapa del salón. Me encantaban las matemáticas, aprendía rápido, muy rápido. Era inquieta, mantenía con la mano alzada, preguntaba todo el tiempo y, a la vez, era talentosa.
"Fui la mejor, o de las mejores en el colegio. Era súper-mega-aplicada. Era la sapa del salón". Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
Claro, usted también canta, y muy bien...
A los 9 años tuve mi primer trabajo y era ser cantante. Fui cantante hasta los 21 años. Cantaba música colombiana, pasillos, boleros, bambucos.
¿Por qué no se dedicó a la música? ¿Alguna vez fue una opción real?
No, era un trabajo. Quería ser periodista desde que era chiquita.
¿Cómo es eso de que participó en un concurso de belleza?
(Risas) Pues mirá, tenía 10 años y creo que a esa edad era una niñita bonita, tal vez hasta gruesita, cachetoncita y eso. Vivíamos en la finca y mi tía vio que había un concurso que se llamaba ‘El rostro más bello de Buga’ y se fue corriendo a buscarme a la finca y me encontró con el pelo chirriquitico, el corte gamín. Casi le da un infarto a la tía Mona. Es que me peluquearon inmundo. Pero aún así, me llevó para Buga y me presentó al concurso. Pero resultó ser más de simpatía, entonces yo canté, hablé, quedé de virreina y se les olvidó el corte.
¿Por qué empezó a estudiar ingeniería?
Empecé a hacer las materias básicas para Ingeniería Industrial. Antes, en un momento dado, a los 14 años, llegué a pensar en convertirme en monja y hasta me despedí de mi mamá; no tenía vocación, pero me gustaba disfrazarme de monja. Cuando salí del colegio, toda la familia empezó a decirme que era muy buena en matemáticas, que para qué estudiar periodismo, que los periodistas se mueren de hambre, decían, y nosotros bien vaciados (risas). Yo era la esperanza de la casa. Entonces entré a estudiar a la Universidad del Valle las básicas de matemáticas. Estuve un año y… ¿sabés que no lo considero un error? Creo que eso fue bueno porque uno sale del bachillerato con ciertos vacíos. Fue como hacer un grado 12.
¿Cómo fue vivir en esa Cali de los años 90?
Mirá, era una época de una Cali llena del narcotráfico. Por eso yo soy una convencida de que los valores en la familia están por encima de todo. A pesar de que era una época tan convulsionada, el cartel estaba en su máximo furor y había muchas niñas que lo que querían era conseguirse un marido rico narco. Nunca tuve esa inclinación; cero. Hubo una época que mi mamá tenía una droguería y allá iba un tipo grande, yo podía tener como 16 años y él unos 29. Iba en una motico FZ50. El tipo iba, compraba cositas y me ponía conversa. No volvió. Como a los seis meses apareció en una camionetota llena de escoltas, se bajó... casi me muero, llegó a la droguería y yo: ‘¿este señor quién es?’ Yo era todavía una niña, pero era evidente que en seis meses se había llenado de plata. El tipo como que medio me buscó, me decía que si me llevaba, y yo andando en bus o a pata, porque a veces no había para el bus. Y nunca acepté. Después, siendo periodista, ya en Bogotá, vi que esa persona aparecía en las estructuras de los carteles de la droga. Tuvo un final terrible. Esa es la prueba de que uno sí puede decir que no.
"Si no hubiera sido tan apasionada en la vida, no estaría aquí". Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
Finalmente estudió periodismo en la Autónoma, ¿cómo le fue?
También fui muy buena estudiante, responsable. Para no echarme flores yo misma, pero era de las mejores. Mis notas siempre eran excelentes. Recuerdo una vez discutiéndole a un profesor porque saqué 4,8 y yo le decía al profesor Pavía: “Prefiero sacar 0 a 4,8”. Eso ya es una exageración de la autocrítica, de la búsqueda de la excelencia, pero eso me sirvió y me formó. Cuando entré a la televisión me sentaba a ver cada gesto para ver qué había hecho, qué no, qué me tengo que quitar, por qué miré así. Y en la reportería he sido muy meticulosa, muy apasionada con todo y con cada investigación. Si no hubiera sido tan apasionada en la vida, no estaría aquí. La pasión mata el miedo. Me ha servido ser apasionada.
La bandera del M-19 me da pena. Lo único que representa es sangre, terrorismo, muerte. Los símbolos para los colombianos tienen que ser su bandera, su escudo, sus Fuerzas Armadas, su himno nacional, su patria, su país, su tierra, la gente trabajadora y berraca
En medio de tantas dificultades económicas en la infancia, ¿cómo financió una universidad privada?
Saltando matones… pero mi papá con su trabajo de conductor, de chofer, me pagó la universidad. Y siempre la plata me la prestaba mi tía Ita, cada semestre, y mi papá se la devolvía apenas la tenía.
Su carrera comenzó en Telepacífico, ¿con qué se encuentra uno en los archivos del canal?
Vas a encontrar una niña de 18 años crespita, con el pelo a la cintura, medio color candela, muy caleño en esa época. Una niña talentosa. Me presenté a un casting, me lo gané y empecé a trabajar sin que me pagaran ni un peso. Siempre entendí el sacrificio, que todo en la vida requiere un sacrificio, un esfuerzo. Pueda que ahora no recibas un rédito, pero más adelante lo vas a recibir. Muy rápido me salió trabajo pago y empecé mi carrera. Mi primer salario como reportera fue de 180.000 pesos. Después de los 20 años siempre gané bien y pude ayudar en mi casa. Me volví un sustento muy importante para mi mamá y para mi papá. Siempre he compartido mi plata con mi familia. Siempre he pensado que cuando uno comparte lo que se gana, nunca le falta. Tengo la fortuna de siempre haber ganado muy bien en mi oficio, pero nunca ese fue el primer motivo para trabajar. No me levantaba por la plata, me levantaba por esa pasión tan berraca de ir a buscar las noticias, de lograr una chiva, de hacer una entrevista, destapar un escándalo. Eso era lo que me movía.
¿Cómo fue su llegada a Bogotá?
Cuando eres calentano es berraco. No sabía que había que ponerse medias veladas, por ejemplo. Llegué calentana total, con el pelo a la cintura. En esa época se usaba como la Niña Mencha. Esa era la época de la Niña Mencha y el Gallito Ramírez. En Bogotá lo primero que hicieron fue cortarme el pelo a la altura de la oreja, y me lo tenía que cepillar y llevarlo liso. Tuve que cambiar el color candela que usaba allá. La gente es más fría, el clima era helado en esa época, uno se metía a la cama temblando del frío. Pero poco a poco uno se va acostumbrando. Ya he vivido más tiempo acá que en el Valle del Cauca. Acá he vivido 30, allá viví 21. Aprende uno a vivir así, a entender la cultura, y quiero muchísimo a Bogotá.
¿Cómo fue ese paso de la televisión regional a la nacional?
Francisco Díaz era el subdirector de TV Hoy. Yo me conocí con Pacho en Cali, me vio y me dijo que le hiciera un reporte de elecciones. Le dije que si mi director me daba permiso podía. Y me dieron permiso. Al otro día, don Aris Vogel, el director, me llamó y me dijo que yo era la presentadora que estaba buscando. Tenía 21 años y estaba en séptimo semestre. Al final me vine a Bogotá solita, con unos ahorritos que tenía y con una maleta que hasta se me rompió en el avión. Siempre he sido muy juiciosa con la plata, nunca gasté de más, siempre pude ayudar a mi familia y mantenerme acá. Así arranqué, luego empecé en QAP, donde tuve una formación de tres años de repotería pura y dura con María Isabel Rueda y María Elvira Samper como directoras.
¿Qué cubría?
Orden público. Imaginate esta tromba de pasión, iba por todos lados, era la época de combates con la guerrilla, estaba en medio de la lucha contra el cartel de Cali, era pleno proceso 8.000. Fui a todos los allanamientos posibles del Bloque de Búsqueda, me subí en todos los aviones y helicópteros de la Policía, trabajaba a todas las horas. Uno no pensaba en que había que trabajar siete, ocho horas. Nada de eso. Uno quería más y más y más. Así empecé a forjar mi carrera. Luego me fui a Washington, donde estuve seis meses.
"Yo digo: si he hecho todo lo que he hecho sin saber inglés, cómo sería si hablara bien inglés". Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
¿Cómo le fue en Estados Unidos? ¿Cómo le fue con el inglés?
Pues mal. Como no podía pedirles plata a mis papás, me tocaba trabajar como un berraco para poder subsistir. Llegó un momento en el que me tocó salirme de estudiar inglés para poder trabajar y pagar el arriendo. Duré allá como seis meses, que fue lo que aprendí de inglés. No lo veo como una frustración, pero ojalá tenga el tiempo para aprender inglés. Yo digo: si he hecho todo lo que he hecho sin saber inglés, cómo sería si hablara bien inglés. Sé que es importante. Tengo un inglés muy básico.
Y luego entró a RCN...
Sí, allí estuve 18 años, de los cuales 15 estuve al mismo tiempo en radio y televisión y fui directora de La FM. Hice todo el recorrido; no fue que me pusieron de estrellita de un día para otro. Arranqué en la mañana, me gané el puesto de las 12:30 p. m. y luego me gané durante 15 años el prime time de las 7 de la noche. Tuve épocas en que presentaba el de las 10, además presentaba La cosa política. No he desperdiciado una sola oportunidad en mi vida, ni una. Las oportunidades se van y no vuelven.
En esos primeros años en RCN conoció a su primer esposo, Juan Carlos Ruiz, quien falleció cuando su primer hijo, Simón, estaba recién nacido. ¿La Vicky de hoy mira a esa Vicky y qué piensa?
Ahí le doy muchas gracias a Dios; me siento totalmente cuidada, protegida y privilegiada por Dios. Me ha tocado volver a empezar muchas veces en la vida. Ese fue uno de los momentos cruciales en mi vida. Me acababa de casar con Juan Carlos, otro periodista, trabajábamos juntos en RCN, acabábamos de tener un bebé y, de pronto, un día, le encontraron un problema neurológico, lo operaron y duró 16 días. Me quedé sola con ese niño de tres meses sin el papá, sin nada. Y ahí, toda esa fuerza interior que me cultivaron de niña me sacó al otro lado. Me dediqué a trabajar y a luchar por Simón. Fue el peor golpe que he recibido en mi vida, pero miro hacia atrás y digo: ‘juepucha, Dios es bueno, lindo, me quiere’. Es una berraquera como es de especial conmigo. Es tan impresionante eso que me pasó en la vida que luego encuentro a José, que es médico, el mejor de los papás, y volví y me casé de blanco. Ha sido el mejor esposo posible para mí y el compañero de la vida, el apoyo, el todo. No me imagino la vida sin José. Pude rehacer la vida de manera asertiva. Me ayudó a criar a Simón, es el papá de Salomón, y me siento muy orgullosa de esa familia que tengo y sé que ellos se sienten orgullosos de mí.
Una de las grandes investigaciones estando en La FM fue la de la ‘comunidad del anillo’ en la Policía...
Recuerdo que entrevisté, en el exilio, a la mamá de Lina Maritza Zapata, la cadete que murió, que dijeron que era un suicidio, pero cuando fueron a hacerle las pruebas de absorción atómica no había disparado. Ella me dijo al terminar la entrevista: “Vicky, le voy a pedir un favor. No siga investigando esto. Todo el que se mete a investigar la ‘comunidad del anillo’ termina mal o muerto”. La verdad, de pronto me salvé de que me hubieran matado en ese momento. Terminé mal porque perdí mi trabajo, tuve amenazas, me siguieron y me chuzaron y me hicieron de todo. Pero eso me hizo resurgir también, me hizo ser más fuerte. Al final siempre hay una recompensa, siempre viene lo bueno. Duré un año sin trabajo y ahí fue que entré al mundo de las redes y entendí cómo funcionaba eso. Ahí comprendí que la comunicación en el mundo estaba cambiando. Por eso, cuando Julio Sánchez me llamó a trabajar en La W, me dio una nueva oportunidad. Siempre digo que hizo por mí lo que no hizo nadie más.
Y salió de RCN tras una denuncia de unos gastos excesivos en la Casa de Nariño durante el gobierno Santos. ¿Cómo fue la historia de las almendras que le entregaron?
No quisiera volver a las almendras puntualmente. Lo único que digo es que esa fue la prueba reina de lo que hizo Juan Manuel Santos para que yo perdiera mi trabajo.
Salió del canal estando en la cúspide de esa organización...
Nunca me he comido el cuento de que estoy en el curubito. Nunca. Eso para mí ha sido muy importante, porque me ha permitido tener los pies en la tierra siempre. Nunca me he creído más de lo que soy, ni me he creído el cuento. Por eso siempre me ha gustado repetirlo: ‘Vicky es la misma de siempre’. Pasó eso, me tuve que ir de mi trabajo, pero mirá que después de eso me empezó a ir todavía mejor. Con trabajo, disciplina, dedicación y mucho talento. No tengo resentimiento alguno. Ese fue otro gran tropiezo que tuve en la vida.
En ese momento, con La W, usted estuvo en ese espacio del mediodía tan difícil en la radio y lo llevó al mundo digital...
Claro, ahí empezamos a hacer una vaina la berraca, nos volvimos líderes, primer lugar. Y el secreto era radio y redes. Casi que empecé a hacer todo lo de redes y a hacer videos todos los días en vivo.
Eso se lo inventó usted prácticamente...
Sí, y en ese momento había detractores, decían que era terrible, que la radio no se podía ver, que esa era la magia. Y hoy en día la mayoría entendió que eso era así y me alegra haber podido demostrar que había que evolucionar y meterle video a la radio. Fui feliz en La W, hice de todo. Desde grandes investigaciones hasta entrevistas increíbles, debates.
"He sido juiciosa con el dinero y estoy viviendo de lo que he trabajado y ahorrado". Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
¿Y cómo terminó en Semana?
Gabriel Gilinski me llamó y encontramos una sintonía en entender cómo lo digital era el presente y no el futuro. Semana no tenía una vida digital; tenían una página pequeña, un poco obsoleta, sin tecnología. Gracias a esa idea que traía Gabriel y a esa experiencia que había adquirido en La W, hicimos clic y llegué a Semana a montar el canal digital y a revolucionar. No lo hice sola, lo hice con mucha gente, con todo el equipo. Fue un trabajo desde el accionista, administrativos, reporteros. Todos poníamos un granito de arena y volvimos eso una berraquera. Semana se volvió número uno, cosa que mis críticos o detractores creían que era imposible. Le quitaron valor al trabajo que hacíamos. Pero la gente no, por eso es que amo a los colombianos. Mientras mis detractores cruzaban los dedos para que yo fracasara, los colombianos nos hicieron triunfar. Llegamos a tener 52 millones de usuarios únicos. Fue una berraquera, brutal.
A propósito, ¿cómo recibió el nombramiento como directora?
Fui la primera mujer directora de Semana, y eso lo siento también como una reivindicación para todas las excelentes mujeres que han pasado por la revista, con toda seguridad mucho mejores que yo. Pero tuve esa oportunidad y la aproveché. Demostré que las mujeres somos capaces, talentosas, competentes. Hubo algo que, para mí, periodísticamente hablando, más allá de lo que logramos digitalmente, es que yo nunca me creí el cuento de que el director tiene que ser un señor que se va a las 2 y no vuelve porque está tomando whisky. Yo fui un soldado en Semana y me gusta haberlo sido y me gusta decirlo.
En estos más de 30 años de periodismo, ¿cuál es la chiva que más recuerda?
He tenido muchas. Sin lugar a dudas para mí todo lo que logramos revelar en este gobierno, desenmascarar la corrupción, ha sido muy importante. Fue muy importante para mí, para el equipo, pero todavía más para los colombianos. Trabajé mucho el caso de Odebrecht y lo hice en mis columnas, donde demostré cómo entró la plata de la empresa a la campaña de reelección de Santos. Puede que en la justicia no pase nada, pero Juan Manuel Santos se reeligió con la plata de Odebrecht. Y si Óscar Iván Zuluaga hubiera sido el presidente, se hubiera elegido con Odebrecht. Nosotros revelamos la grabación que se convirtió en prueba reina contra Zuluaga. Ahí no me pueden decir que era una persecución a Santos.
¿Qué amigos le ha dejado el periodismo?
La gente, los ciudadanos. Cuando voy y encuentro una sonrisa cómplice es muy gratificante. Es lo más bonito de este oficio, que haya tanta gente que te quiera sin conocerte.
¿Y enemigos?
Muchos. Enemigos de toda clase y de todo calibre. Muy peligrosos algunos. A los grupos criminales les caigo como una patada en la barriga. Los politiqueros me odian, algunos con nombre propio. Petro me odia, Santos me odia. Óscar Iván Zuluaga me imagino que también. Cuando denunciamos lo de la ‘comunidad del anillo’ también quedé con enemigos peligrosos. Pero siempre me dediqué a hacer mi trabajo, sin importar quién era al que tenía que denunciar.
¿En qué momento se le pasa por primera vez por la cabeza que puede ser presidenta? ¿Algún pensamiento mientras se baña?
En eso del baño es verdad que a uno le llegan las grandes ideas bañándose... yo empecé a sentir una gran angustia por el país. Nunca había pensado en salirme del periodismo, que amo tanto, pero el país está en peligro. Nunca habíamos tenido una amenaza tan grande contra la democracia, contra la libertad, el orden. Nunca habíamos tenido un presidente como Petro. Con toda esa angustia, el 13 de noviembre del 2024 digo que si Colombia me lo ha dado todo y si puedo servir aún más a los colombianos, así me toque dejarlo todo, lo voy a hacer, y me deprendí de eso que tanto amo.
¿Qué siente en este momento al no tener el micrófono o la grabadora en la mano?
Fue una decisión difícil; no voy a negarlo. Pero con un convencimiento inmenso, con un amor infinito. Ahora, yo estoy lista para darlo todo por los colombianos. Extraño el micrófono y, a veces, pienso cómo sería Vicky entrevistando a Vicky (risas).
¿Y qué le preguntaría Vicky la periodista a Vicky la candidata?
Si no le tiene miedo a Petro, ¿a qué le tiene miedo?
¿Qué le respondería?
Yo le diría: ¿sabe a qué le tengo miedo? A no hacer lo que me toca. Por eso estoy aquí. A eso le tengo miedo. Le tengo miedo a no creer en Dios. Le tengo miedo a no hacer lo que toca, cueste lo que cueste. ¿Oyó?
¿Qué le dijo su familia? ¿Cómo tomó esa noticia?
Mi familia ha sido un soporte, me ha protegido con mucho amor. Esto trae muchas cosas espectaculares. Nunca pensé que podía ser feliz haciendo otra cosa distinta al periodismo y hoy estoy siendo inmensamente feliz.
Habrá que hacer alianzas, ¿con quiénes sí y con quiénes no?
Mi primera alianza es con los colombianos. Por eso, gracias a Dios las encuestas nos favorecen y en muchas estoy punteando. Pero no estoy punteando yo, están punteando los colombianos que me están dando su confianza. No estoy pensando en un proyecto personal, esto es un proyecto ciudadano, un proyecto de país. Juntos somos millones y lo vamos a lograr. Juntos somos millones y lo vamos a lograr. Soy una convencida de que en el fondo de su alma Petro se quiere quedar, porque él en su corazón tiene un dictador, Petro tiene un Chávez, un Maduro, y como las instituciones y los ciudadanos no lo vamos a dejar, él está preparando el camino para dejar un heredero.
"Petro se quiere quedar, porque él en su corazón tiene un dictador". Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
¿Y quién sería ese heredero?
Petro tiene la tragedia de que en su entraña no tiene, tal vez, a nadie que pueda conquistar la Presidencia en el 2026. Entonces tiene la tragedia de que su candidata va a ser Claudia López. Es petrista de corazón y es muy mala persona. Ahora lo está usando para escalar como si fuera antipetrista, pero al final van a estar unidos. Ella es la tabla de salvación de Petro, y Petro es la tabla de salvación de ella. Son igualitos.
¿Qué recuerda usted de Gustavo Petro como congresista?
Él tuvo buenos momentos. Donde más trabajó fue en el Congreso, porque después fue pésimo como alcalde de Bogotá. Siempre tuve con él una relación de altos y bajos. Siempre le he dicho lo que le he tenido que decir. Me ha dicho de todo, que tengo el alma podrida, que soy el mayor exponente de la corrupción en el periodismo, que soy nazi, me ha amenazado. Petro ha sido un guache, por no decir menos. Pero no me importa, no le tengo miedo. Vicky tiene que ser la revolución de la libertad. Yo tengo que ser la revolución de la libertad de empresa, la libertad de expresión, económica, para las Fuerzas Armadas para que puedan hacer su trabajo, para que el ciudadano pueda salir de su casa y no lo atraquen. Yo quiero representar para Colombia una revolución de la libertad, la democracia y el orden.
A propósito de entrevistas y de este gobierno, es muy recordada su entrevista con la vicepresidenta Francia Márquez cuando le sacó el ‘de malas’. ¿Cómo fue esa entrevista?
Yo dejé que ella hablara. Ella después estaba muy enojada conmigo y me escribió al interno del Twitter bravísima. Yo a esos reclamos no les como, y menos en mi oficio de periodista. Yo hice lo que tenía que hacer y la que habló fue ella. Claro, a ella la usaron; Petro la usó para llegar al poder, pero Francia ha sido cómplice de todo lo que ha pasado. Si Francia no está de acuerdo con lo que hace Petro, y si habla de corrupción en el Gobierno, se tiene que ir. Tiene que renunciar. ¿Por qué convive con los corruptos? ¿Por qué convive con ellos? ¿Por qué se queda? Porque está amarrada al poder y a los privilegios. No la justifico, la usaron, pero ella también se ha dejado usar. Ahora se ha dejado maltratar y echar a un rincón porque está pegada al poder.
Mi obligación es defender la labor de la prensa en esta carrera por cambiar de rumbo de Colombia. No importa si algunos periodistas me odian. Jamás yo sería como es Petro de infame con los periodistas
¿Cómo ha dormido últimamente, después de salir de Semana?
Estoy durmiendo menos. Increíblemente, hay que trabajar todavía más. En Semana trabajaba mucho, 24/7, de lunes a lunes. Pero aquí hay que trabajar muchísimo más, tiene uno una responsabilidad mucho más grande. Estamos hablando es del país. Lo que está en juego es la democracia, la libertad y el orden.
¿Cómo será la financiación de su campaña?
La campaña formalmente no ha empezado. Pero nuestro proyecto ciudadano tendrá que financiarse de algunos aportes y seguramente luego de un préstamo. Lo cierto es que no habrá aportes de bandidos, ni de pitufos, ni de corruptos y mafias.
"Mi esposo jamás ha tenido líos con la justicia". Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
Usted siempre ha sido asalariada, ¿hoy cómo son sus ingresos?
He sido juiciosa con el dinero y estoy viviendo de lo que he trabajado y ahorrado. Y además en mi casa trabajan mi esposo, que es médico, y mi hijo mayor, que es abogado. Hoy no tengo un empleo formal. Pero siento que tengo el mejor empleo del mundo: poder ir por la calle conquistando el corazón de millones de colombianos.
Su esposo aparece poco, y sobre todo en las redes lo atacan mucho por ser parte de una familia política. ¿Qué le dijo cuando definitivamente se lanzó al agua?
Mi esposo es un médico y cirujano oftalmólogo consagrado, no es un tuitero. Es un hombre bueno y serio. Jamás ha tenido líos con la justicia ni enredos en política. Cuando decidí ir a luchar por los colombianos simplemente me apoyó. Él sabe de mi amor por Colombia y es el soporte de la familia en un momento que a todos en la casa nos hace más vulnerables. Somos una familia unida y nos amamos infinito.
Varios periodistas como Daniel Coronell y María Jimena Duzán no han sido precisamente amables con usted. ¿Ha cambiado el tono de la discusión con ellos desde que se convirtió en candidata?
Hoy estoy luchando por un bien superior: la democracia, la libertad y el orden. Dejé de lado mi carrera que tanto amo para servir, si así lo deciden los ciudadanos. Mi prioridad son los 50 millones de colombianos y el país. Que los periodistas hagan su trabajo. Yo soy una defensora firme de la libertad de prensa. Mi obligación es defender la labor de la prensa en esta carrera por cambiar de rumbo de Colombia. No importa si algunos periodistas me odian. Jamás yo sería como es Petro de infame con los periodistas.
Si usted gana las elecciones y se convierte en presidente de la República, ¿qué es lo primero que hace el 7 de agosto del 2026?
Empezar a poner la casa en orden. Para eso hay que bajar el gasto público, empezar a trabajar inmediatamente para simplificar el sistema tributario y bajar los impuestos y recuperar la moral de la Fuerza Pública para que vuelva a tener operatividad y recuperar la inteligencia. Y hay que dejar de rendirles tributo a los símbolos del mal, como el sombrero de Carlos Pizarro; eso no nos representa, no es ningún monumento nacional. Es patrimonio del mal. Entonces, se lo vamos a mandar a la casa a la señora María José Pizarro, porque sabemos que para ella tiene un valor afectivo. La sotana del señor Camilo Torres tampoco, ¿por qué le tenemos que rendir homenaje a un tipo que se convirtió en un delincuente, con el Eln? No nos representa. La bandera del M-19 me da pena. Lo único que representa es sangre, terrorismo, muerte. Los símbolos para los colombianos tienen que ser su bandera, su escudo, sus Fuerzas Armadas, su himno nacional, su patria, su país, su tierra, la gente trabajadora y berraca. Eso es lo que nos representa.
Recomendado:
Santiago Vélez, Sergio Pabón y Philippe Siegenthaler, cofundadores del Estéreo Picnic. Foto:Alejandra Quintero / Revista BOCAS