La vida de numerosos israelíes cambió para siempre el 7 de octubre de 2023 cuando miles de combatientes de Hamás lanzaron una incursión en Israel en la que masacraron a 1.200 personas, la mayoría de ellas civiles.
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Desde entonces, en la guerra lanzada por Israel contra Hamás han muerto más de 700 soldados. Pero si bien las muertes son lo irreversible, uno de los puntos más delicados con los que ha lidiado el Gobierno es el de los secuestrados.
Aquella mañana del sábado 7 de octubre, Hamás logró crear una situación especialmente traumática para Israel. En varias comunidades civiles los milicianos secuestraron a unas 250 personas. Entre ellos había varias decenas de menores de edad, incluyendo niños y un bebé de menos de nueve meses. También ancianos, hombres y mujeres. Los arrancaron de sus casas, en muchos casos vistiendo aún pijamas, descalzos y en medio del horror. De muchos de ellos aún no se sabe nada.
Esto es una noche larga, interminable y una pesadilla
“Esto es una noche larga, interminable y una pesadilla”, es un comentario reiterado de boca de los familiares de los secuestrados, que no sólo no saben cuándo ni cómo volverán, sino que tienen la certeza de que sus seres queridos se hallan en condiciones especialmente difíciles.
En estos momentos quedan en Gaza aún 101 secuestrados. La enorme mayoría son israelíes judíos. Sin embargo, también hay israelíes beduinos musulmanes y ocho tailandeses que estaban trabajando en campos de comunidades agrícolas de la zona.
Poco después de la masacre fueron liberadas dos secuestradas israelíes residentes en Estados Unidos y con ciudadanía norteamericana. Luego, dos mujeres mayores, del kibutz Nir Oz. En el marco del alto el fuego iniciado el 24 de noviembre, que duró hasta el viernes 1° de diciembre, fueron puestos en libertad 105 secuestrados, de ellos 85 israelíes y el resto extranjeros a cambio del cese y de la excarcelación de palestinos.
Desde entonces, en cuatro operativos militares han sido rescatados con vida ocho secuestrados y los cuerpos de 33 de ellos. Parte de ellos habían sido secuestrados ya sin vida y otros fueron asesinados en cautiverio.
El drama familiar
Familias enteras quedaron destrozadas el 7 de octubre, también en casos en los que no fueron asesinadas. Uno de los más emblemáticos es el de la familia Bibas: los padres Yarden y Shiri y sus hijos Kfir y Ariel, que tenían 8 meses y medio y 4 años fueron secuestrados en el Kibutz Nir Oz, uno de los más terribles escenarios del ataque hace un año.
Yo pido a mi familia que aguanten un poco más, que no desesperen, los seguimos esperando
“Yo pido a mi familia que aguanten un poco más, que no desesperen, los seguimos esperando”, dijo estos días Ofrí Bibas, hermana de Yarden, que meses atrás dio a luz y contó sobre la dura dualidad de la alegría de un momento así y la profunda tristeza porque su bebé no tiene a su lado a sus primos.
También en la familia Cunio de Nir Oz se espera a más de uno de sus miembros. El 7/10, Hamas secuestró a dos de los hermanos Cunio – al menor Ariel con su novia Arbel Yehud (ambos siguen en Gaza) y a David, su esposa Sharon y sus hijas mellizas de 3 años, junto a Danielle Aloni, hermana de Sharon, y su hija Emilia, de 6.
El mellizo de David, Eitán, casi muere ahogado con su esposa y sus hijos en un refugio por el humo del fuego prendido por los terroristas, pero a último momento logró salvarse.
Las mujeres y los niños que estaban en la casa de David y Sharon y fueron secuestrados juntos, recobraron la libertad en noviembre, pero David aún está allí. Y cuando Sharon, desde su casa totalmente quemada en el kibutz Nir Oz pide entre lágrimas volver a ver al amor de su vida, es difícil entender que ese entorno había sido antes un hogar feliz.
Silvia Cunio, la madre de Ariel y David, sigue con sus recuerdos en el 7 de octubre. Teme abrigar esperanzas y teme perderlas. “Insostenible”, es su resumen cuando se le pregunta cómo está pasando estos tiempos.
Nir Oz, que tenía 415 habitantes el día de la matanza, perdió para siempre al 15 por ciento de ellos. Otros 70 fueron secuestrados, de los cuales 40 fueron liberados en noviembre y se espera que otros más de 20 estén aún con vida en cautiverio, pero no hay certeza al respecto.
En el kibutz Beerí, que perdió a 102 de sus miembros asesinados en la masacre y tuvo más de 30 secuestrados, las casas de las familias afectadas tienen enormes carteles de tela con las fotos y un resumen de sus historias. A la entrada de donde vivía la familia Haran, hoy convertida en un cúmulo de recuerdos incinerados y totalmente destruidos, hay ocho pancartas con fotos.
El padre de ellos, Avshalom Haran, lo asesinaron. Todo el resto, incluyendo sus nietos de 3 y 8 años y una sobrina nieta de 11, también están secuestrados.
Yuval, el hijo de Avshalom, que se salvó porque no estaba en la casa, cuenta mientras está al frente del lugar en el que creció que para el Estado de Israel debe ser prioridad devolver a su cuñado y a todos los que siguen presos en los túneles de Gaza.
¿Y el futuro con los vecinos palestinos? En principio, piensa que la idea de vivir en paz debe mantenerse, pero ahora, no sabe cómo se podrá concretar después de lo sucedido.
Me consta que también civiles entraron aquí, así que no hay motivos ahora para creer en la convivencia pacífica con quienes celebraron la masacre
Dani Majzner, de 63 años, cuya hermana fue asesinada mientras estaba sola en el refugio de su casa, ya no da crédito. “Me consta que también civiles entraron aquí, así que no hay motivos ahora para creer en la convivencia pacífica con quienes celebraron la masacre”, sostiene.
Todas las familias de los secuestrados viven ya casi un año de angustia y preocupación, aunque no todas encaran la lucha de la misma forma. Hay quienes salen a manifestar en las calles protestando contra el gobierno, acusándolo de haber perdido oportunidades importantes para llegar a un acuerdo con Hamás, y hay quienes consideran que ello es nocivo porque minimiza la culpa del grupo islamista.
Y ahora, cuando Israel intensificó la guerra contra Hezbolá en el Líbano, el temor de los familiares es que ello suma definitivamente en el olvido a los secuestrados. “No podemos dejar de luchar por ellos, nos queda poco tiempo”, dice Einat Zangauker , cuyo hijo Matan sigue secuestrado.
Sin embargo, Einat, una de las voces más categóricas de la lucha pública, recalca: “El tiempo ya se les acabó hace rato”.
JANA BERIS
PARA EL TIEMPO
JERUSALÉN