Tiempos difíciles: el comienzo de 2025 ha sido más empinado que lo usual / Análisis de Ricardo Ávila

hace 20 horas 14

Los arranques de año nunca son fáciles y menos en un país como Colombia, en cuyo léxico se incluyen expresiones como “cuesta de enero”. Aun así, el comienzo de 2025 ha sido más empinado que lo usual, por cuenta de circunstancias internas y externas que han oscurecido el panorama.

Basta con hacer un repaso de los titulares de las últimas cinco semanas para concluir que ahora hay más nubarrones en el horizonte. En el ámbito nacional existe un deterioro notable en el orden público, como lo confirma la compleja situación del Catatumbo.

Aunque el Gobierno respondió con la declaratoria del estado de conmoción interior, el retorno a la normalidad en el territorio vecino de Venezuela todavía se demora. De paso, la estrategia de la ‘paz total’ viene de recibir un golpe de gracia por cuenta de la ofensiva protagonizada por el Eln.

Para colmo de males, la administración Petro pasa por quizás la hora más oscura desde cuando inició labores. Más allá de los videos y memes que abundan en las redes sociales, el Consejo de Ministros del 4 de febrero puso en evidencia a un poder Ejecutivo disfuncional caracterizado por fuertes tensiones internas.

Ningún equipo resulta efectivo en esas circunstancias y menos si quien lo dirige crítica, pero no corrige, al tiempo que considera que el desorden exhibido es prueba de una transparencia ejemplar. Pero eso parece importar poco en una Casa de Nariño cuya prioridad no son las urgencias de la coyuntura, sino que el Pacto Histórico retenga el poder en 2026 y cuente con una importante cuota en el Congreso.

Con ese objetivo en la mira, muchos de los ideales que ostentan los defensores del progresismo dan la impresión de haber sido remplazados por aquello de que ‘el fin justifica los medios’. El discurso revolucionario puede haber subido de tono, pero en la práctica lo que más de un observador teme es el desconocimiento de los principios morales y la reedición de los peores métodos de la política tradicional.

Un planeta crispado

Y si por aquí llueve, por allá no escampa. No ha transcurrido ni siquiera un mes desde aquel 20 de enero en el que Donald Trump se convirtió en presidente de Estados Unidos, pero lo transcurrido ha sido suficiente para confirmar que la democracia más importante del mundo tomó un rumbo distinto.

En lo que respecta a la geopolítica, lo que prima ahora no es la concordia, sino la ley del más fuerte. Si en la antigüedad se afirmaba que Roma locuta causa finita, ahora el mensaje es que cuando Washington habla la salida es obedecer para no atenerse a las consecuencias.

Algunos prefieren el apaciguamiento, como México, que logró aplazar sin muchos aspavientos un aumento de aranceles del 25 por ciento. Otros se van por la confrontación y encuentran una salida a última hora, a la manera de Canadá, que le mostró los dientes a su vecino del sur. China, por su parte, optó por responder con la misma moneda tras un incremento tarifario del 10 por ciento, aunque sin caer en las declaraciones altisonantes.

Muchos de esos movimientos le parecen todavía lejanos al estadounidense promedio, que aplaude el combate en contra de la inmigración ilegal y es ambivalente ante el desmantelamiento de una serie de entidades del gobierno federal. Por ahora lo más sonado es el cierre de facto de la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID), que servía para irrigar miles de millones de dólares a programas de cooperación en todo el mundo, incluyendo a Colombia, aunque la estrategia comandada por Elon Musk tiene a centenares de instituciones en la mira y a decenas de miles de empleados públicos en vilo.

Tantas turbulencias tienen inquietos a los mercados, que se debaten entre el optimismo y la preocupación. Más allá de las apuestas de cada cual, vale la pena subrayar que el oro –considerado el gran refugio ante la incertidumbre– viene de romper sus máximos históricos al sobrepasar los 2.800 dólares por onza.

Para los optimistas, la economía norteamericana seguirá mandando la parada, con un dólar que mantendrá su tendencia a fortalecerse y tasas de interés en niveles moderados. Los pesimistas, por el contrario, advierten sobre el peligro de un rebrote inflacionario que llevaría al Banco de la Reserva Federal a apretar las tuercas, con el riesgo que ello implica para un país cuya deuda equivale al 120 por ciento de su producto interno bruto (PIB) anual y para las naciones con obligaciones elevadas.

Solo el tiempo dirá cuál visión prevalece. En el entretanto, el llamado es a la cautela frente a un Trump al que no le tiembla mano para subir la apuesta y combinar distintas estrategias, sobre todo si considera que cuenta con una mano ganadora frente a naciones de menor tamaño relativo.

Realidad local

Esa admonición lleva de vuelta a Colombia, cuya situación económica dista de ser la ideal. Así quedó en claro el viernes pasado, cuando el Ministerio de Hacienda dio a conocer el Plan Financiero de 2025 en el cual se aprecia una serie de vulnerabilidades importantes.

Es verdad que en materia de crecimiento las cosas pintan mejor que en el pasado reciente. El contraste entre el 0,6 por ciento de 2023 y el 1,8 por ciento calculado para el año que acaba de terminar es importante. En el ejercicio actual, la expectativa es aumentar hasta 2,6 por ciento, con lo cual es válido hablar de una recuperación en marcha.

De manera paralela, el saldo en rojo en las cuentas externas ha experimentado una reducción sustancial, mientras que el desempleo llegó a ser de un solo dígito en diciembre. Tanto las expectativas del comercio como la cartera de los bancos apuntan a un comportamiento aceptable del consumo interno.

También hay una bonanza cafetera en marcha, por cuenta de los precios internacionales del grano que han llevado el valor de la carga a más de 3,1 millones de pesos. El petróleo no va mal, aunque volvió a menos de 75 dólares por barril en días recientes.

Sin embargo, ciertas expectativas se han moderado. La expansión proyectada en el producto interno bruto es ahora inferior a la de unos meses atrás, algo en lo cual coinciden el Banco de la República y el Minhacienda.

Parte de la explicación recae en el comportamiento del índice de precios al consumidor, que podría ubicarse por encima del 4 por ciento anual al término de 2025 según el Emisor. Si bien el Gobierno es algo más optimista, volver a ubicar pronto a la inflación en el rango de entre 2 y 4 por ciento, que es la meta de largo plazo de las autoridades monetarias, no será fácil.

Tal como lo señaló el Dane en la noche del viernes, el alza de la canasta familiar en enero se ubicó en 0,94 por ciento, un par de centésimas más que el guarismo de 12 meses atrás. La diferencia parece menor, pero confirma lo retador que es combatir la carestía, sobre todo tras un incremento del 9,5 por ciento en el salario mínimo, que en más de un caso se vuelve un parámetro para decidir una serie de reajustes.

Como el ritmo inflacionario mostraría un descenso tímido, las tasas de interés bajarán de manera más lenta. Debido a ello, el repunte de la demanda acabaría siendo menos vigoroso, lo cual a final de cuentas se traduce en un crecimiento más modesto.

“Hay fuerzas encontradas”, señala José Ignacio López, presidente de Anif. “De un lado, el costo del dinero apunta a ser un poco mayor, pero las cotizaciones de las materias primas nos ayudan, con lo cual lo uno se puede compensar con lo otro”.

Dolor de cabeza

El experto añade que, en cualquier caso, lo más desafiante de todo es la situación fiscal. Como bien lo señaló el Plan Financiero, la realidad de las finanzas públicas tuvo un deterioro significativo en 2024, pues el déficit y la deuda pública –equivalen-tes al 6,8 y al 60 por ciento del tamaño de la economía, respectivamente– superaron con creces los pronósticos que se habían hecho.

Tanto fue así que los números dados a conocer por el ministro de Hacienda, Diego Guevara, se asemejan mucho a los registrados en la época de la pandemia, cuando la actividad económica se desplomó por los confinamientos obligatorios y fue necesario asumir créditos con el fin de enfrentar la emergencia sanitaria y sus secuelas. La explicación actual recae en un pésimo comportamiento de los ingresos tributarios y, en menor grado, en mayores gastos.

Ante semejante desequilibrio no queda de otra que hacer sonar la alarma. Así como les pasa a las personas cuyas cuentas se desbalancean, aquí es obligatorio poner la casa en orden para evitar los males que, en circunstancias similares, se han visto en otros lugares de América Latina: salida de capitales, devaluaciones e inflaciones desbordadas.

Según lo dicho por Guevara, el objetivo es cumplir con la meta de ingresos establecida en el presupuesto de 2025, lo cual demandará un esfuerzo adicional por parte de la Dian. A lo anterior se agregan mecanismos de contingencia para controlar la liquidez y la búsqueda de mayor eficiencia en el gasto. Si todo ello se cumple, el déficit bajaría al equivalente del 5,1 por ciento del PIB este año.

A raíz de las revelaciones viene un debate sobre si se cumplió o no con la regla fiscal que establece la ley, algo sobre lo cual un comité autónomo dará la última palabra. En cualquier caso, no deja de llamar la atención que ni la tasa de cambio ni los márgenes con los que se negocian los papeles de deuda colombiana parecen reflejar un mayor nerviosismo de los inversionistas.

No obstante, ese parte de momentánea tranquilidad no puede llevar a engaños. Para Luis Fernando Mejía, director ejecutivo de Fedesarrollo, la lista de preocupaciones la encabeza el tema fiscal. “La tendencia es preocupante pues tendría consecuencias importantes este año si no hay una corrección grande”, asegura.

Entre los obstáculos que surgen está el comienzo de la temporada electoral, en la cual las presiones de gasto son mayores. Sacar la tijera, justo cuando los fondos estatales resultan claves en el objetivo de conseguir apoyos, no será nada fácil. Al respecto, Mejía dice: “Nosotros estimamos que se requiere un recorte de 28 billones de pesos, adicionales a los 12 billones que se suspendieron”.

Y las amenazas no terminan ahí. Cuando se observa el entorno global y se contempla la eventualidad de una guerra comercial entre las potencias, la probabilidad de un descalabro que tenga réplicas en las economías emergentes aumenta.

También están los desencuentros diplomáticos. Si bien la crisis relacionada con el trato a los colombianos deportados de Estados Unidos pudo ser superada, las relaciones entre Washington y Bogotá continúan maltrechas.

Del lado de allá, hay desconfianza hacia Gustavo Petro, y del de acá, las provocaciones continúan. Aparte de las descalificaciones personales, la postura frente a Palestina y los coqueteos hacia China enrarecen todavía más el ambiente.

Tampoco se puede olvidar que en septiembre próximo la Casa Blanca decidirá si certifica o no a Colombia por lo que hace en su lucha contra las drogas ilegales. Dado que el área cultivada de coca y la producción de cocaína se ubican en un máximo histórico parece difícil recibir una buena nota, con lo cual se abre la posibilidad de sanciones unilaterales que pueden ser impuestas en forma discrecional por el Ejecutivo norteamericano.

Algo de ese estilo sería catastrófico para el país, por tratarse de su más importante socio comercial. Aunque es fácil asegurar en un discurso que lo que se le vendía a este ahora se le despachará a otro, lo cierto es que abrir mercados es una labor que toma años.

Aparte de ello, Colombia está obligada a ser bien vista por los inversionistas para mantenerse a flote. Según el Plan Financiero, las contrataciones de deuda externa ascenderán a 9.000 millones de dólares este año y las de bonos internos, a más de 60 billones de pesos.

Mantener la bien ganada fama de buena paga que nos identifica resulta imperativo, al igual que asegurar una marcha aceptable de la economía. Y no se trata de arrodillarse ante los capitales internacionales, sino de conseguir que el bienestar de los colombianos no sufra un deterioro. Como bien dice el refrán, ‘el palo no está para cucharas’ y menos ahora cuando la realidad se ha puesto más espesa.

RICARDO ÁVILA PINTO

Especial para EL TIEMPO

En X: @ravilapinto

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